La felicidad a la inversa en el cristianismo



En un vídeo en TikTok veía, hace unas semanas, que una psicóloga hablaba de la historia de un paciente, que había tenido una vida difícil y ella le recomendaba vivir la felicidad como decisión; y aunque la historia narrada era sumamente emotiva y persuasiva, el argumento no me pareció del todo convincente.

La felicidad podría ser una opción si tenemos resuelto todos los problemas; a alguien que no carece de nada podría parecer lógico pedirle que sea feliz; pero en la vida real, el asunto no es tan simple. ¿Es posible ser feliz con hambre?, ¿es posible ser feliz sin trabajo?, ¿es posible ser feliz en medio de la guerra?, ¿es posible ser feliz estando solo?.

Quizás las respuestas a estas preguntas no caben en un texto semanal de Vida Nueva, por tanto estas líneas solo son un balbuceo incipiente a la profundidad que se plantea, pero habrá que hacer el intento.

La felicidad en el evangelio

En la lógica de Jesús la felicidad es totalmente contraria a lo que propone el mundo, la palabra bienaventurado, o beato ha sido también traducido por feliz, de tal manera que no solo cabría decir bienaventurados los pobres, sino, felices los pobres.

Quizás en este punto, alguien inclinado a la derecha ya hizo clic para cerrar el artículo, porque ¿cómo es posible decir felices los pobres?. Seguro dirá que es una apología a la pobreza, pero no, la frase está en el evangelio. Y no solo la pobreza, Jesús, que es mucho más arriesgado, dice felices los que lloran, los perseguidos, los encarcelados. ¡Qué máxima contradicción!

Por lo que creo que el asunto no es únicamente una decisión ética o moral, no es que la persona decida ser feliz, sino que, como don, sé es capaz de comprender que todas esas cosas aparentemente malas, tienen un trasfondo, y que ese trasfondo según la fe, es la esperanza.

La esperanza es una virtud teologal, la otorga Dios, por tanto la felicidad es un don que también otorga Dios, no es una mera decisión, o una respuesta humana. Ser feliz en el sufrimiento no es ser masoquista, es otra cosa mucho más profunda, y en este caso sería una convicción mayor. Esto lo aprendí de mi padre, enfermo renal por cinco largos años que le hicieron sufrir, pero él decía, que era feliz.

La felicidad, camino y don que se construye

Con esto, no se pretende decir que solo nos queda la tristeza y la melancolía en el horizonte, pero la vida no es solo voluntad, no es solo una decisión, es un equilibrio de causas y consecuencias, de preguntas y respuestas, de decisiones y de gracias, y es allí dónde se comprende el verdadero sentido de la llamada a la felicidad, que no consiste en que no haya sufrimiento, sino que estos tengan un sentido de trascendencia.

El célebre escritor, y también director de Vida Nueva en sus inicios, José Luis Martín Descalzo, escribió: “no es cierto que la felicidad pueda encontrarse como se encuentra por la calle una moneda o que pueda tocar como una lotería, sino que es algo que se construye, ladrillo a ladrillo, como una casa (…) la felicidad nunca es completa en este mundo, pero que, aun así, hay raciones más que suficientes de alegría para llenar una vida de jugo y de entusiasmo y que una de las claves está precisamente en no renunciar o ignorar los trozos de felicidad que poseemos por pasarse la vida soñando o esperando la felicidad entera”.

Si, la felicidad entera no es una decisión, pero no renunciar a la esperanza, sí que lo es, y ese podría ser el inicio de comenzar a ver el mundo y la realidad, con ojos diferentes.

Por Rixio Portillo. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

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