Entrevista inédita con Georg Gänswein: «Benedicto XVI me comunicó su renuncia, y me dijo que no lo contara a nadie»


- El arzobispo Georg Gänswein, que ha sido durante veinte años secretario personal de Joseph Ratzinger, está a punto de publicar un libro sobre el recién difunto pontífice. El libro se va a llamar Nada más que la verdad. Mi vida junto a Benedicto XVI, y su autor ya está concediendo significativas entrevistas

Este jueves, la televisión italiana Rai3 emite de noche una entrevista completa con Georg Gänswein, a quien Benedicto XVI consagró obispo poco antes de su renuncia. En el diario La Repubblica se pueden leer algunas de las declaraciones de Gänswein, nacido hace 66 años y tan alemán como el propio Ratzinger. Reconoce que, cuando Benedicto XVI abandonó en helicóptero el Vaticano, la emoción resultó desbordante.

«Lo primero que recuerdo es la despedida del Palacio Apostólico. Fui el último en salir del apartamento, apagué las luces; me resultaba muy conmovedor y muy triste. Cerré la puerta y salimos», dice. En aquel momento, rompió a llorar. Sin embargo, Benedicto mantenía la calma; «él se hallaba en un estado increíble de tranquilidad, igual que durante los días previos».

¿Cuándo supo Georg Gänswein que Benedicto había resuelto dejar la Sede petrina? «El Papa me comunicó su renuncia en Castel Gandolfo a finales de septiembre de 2012», asegura. Continúa: «Mi reacción inmediata fue decirle: 'Santo Padre es imposible, esto no puede ser posible'». Se lo espetó directamente, pidiéndole que desechara la idea, que lo mejor sería aligerar la agenda papal, los compromisos, reducir el ritmo. Pero Benedicto le respondió: «Podrá usted imaginarse que he reflexionado cuidadosamente en esta decisión, la he meditado y rezado. Ahora lo que hago es transmitirle una decisión que ya he tomado, no es algo que haya que discutir. Se lo digo a usted, pero usted no debe contárselo a nadie».

Ratzinger llevaba tiempo dando vueltas al tema. Comenta su secretario: «Me había dado cuenta a principios de julio de que el Papa estaba muy cerrado en sí mismo, muy reflexivo. Yo pensaba que estaba concentrando en el tercer volumen sobre Jesús de Nazaret, un libro que ya tenía casi terminado. Pero a finales de septiembre, cuando me reveló su decisión, me di cuenta de que no era el libro lo que le preocupaba, sino aquella lucha interna para tomar la decisión de renunciar».

A lo largo de la entrevista, monseñor Gänswein desgrana los diferentes problemas que fueron minando al Papa, desde los Vatileaks hasta los escándalos de pedofilia. En su opinión, y citando al papa Francisco, «el diablo no se queda dormido». Gänswein dice que la presencia de Satanás rondaba tras todos los ataques al Papa bávaro.

En otra entrevista –con Guido Horst, director diario católico tudesco Die Tagespost–, Gänswein recuerda: «La primera vez que vi a Ratzinger fue en la iglesia de San Miguel, en Múnich». Ratzinger estaba en el púlpito y Gänswein se estaba doctorando. Más tarde, volvió a verlo en otra iglesia, la del Espíritu Santo, pero transcurrieron varios años hasta que pudo conocerlo en persona y hablar con él. Aquello sucedió en Roma, cuando Gänswein trabajaba en la Sagrada Congregación del Culto (1995); coincidieron tras la misa en el Colegio Teutónico de Santa María en Camposanto. «Había leído toda su obra durante mi etapa de estudiante y de seminarista, de modo que estaba muy ansioso y emocionado», admite. Prosigue: «Fue impresionante conocerlo y tomar con él una buena taza de café». «Aquella primera impresión se ha ido intensificando cada vez más con el paso del tiempo», añade.

Ratzinger lo escogió para su Congregación, la de la Doctrina de la Fe, en 1996. En 2003 lo nombró secretario personal; «entonces nadie podía imaginarse que al cabo de dos años el propio Ratzinger acabaría en el Palacio Apostólico, ni mucho cabía pensarse que renunciaría en 2013».

El libro de memorias que ha escrito Gänswein ha ido modificándose con el paso del tiempo, de igual modo que la propia relación entre ellos ha evolucionado. «El hombre se fue volviendo cada vez más viejo, más endeble, pero, gracias a Dios, su mente seguía lúcida, a pesar del deterioro físico», declara a Die Tagespost y está a punto de emocionarse. «Cada vez necesitaba de más ayuda; era inevitable», sostiene. «Durante los últimos años, a Benedicto le costaba mucho esfuerzo soportar la disminución de sus capacidades físicas», explica.

Durante su época de cardenal, prestaba una gran ayuda a los obispos que llegan a Roma en su visita ad limina. «Porque Ratzinger era un hombre que se preparaba mucho, ya fuera una visita, una entrevista, una homilía, una conferencia o lo que fuese». Dentro de sus grandes puntos de interés, a Ratzinger le preocupaba el «aparente desvanecimiento de la fe en Europa». Era algo que atañía, en última instancia, a la cuestión de Dios y su lugar en la fe; «él quería ver a Dios ubicado de nuevo en el centro de la fe», lo cual conllevaba reforzar la autoridad catequética y evangelizadora de la Iglesia. Era una cuestión vital para él. Otro punto esencial era la relación entre fe y razón, que no se entienden en conflicto, sino en cooperación y mutua ayuda. «Un tercer punto de primer orden para Ratzinger, desde su época como prefecto de la Doctrina de la Fe, era el abuso de menores dentro de la Iglesia», dice el entrevistado. Según Gänswein, este problema requería abordarse de una manera «completamente nueva».

¿Antes del cónclave de 2005 se figuraba Ratzinger que fuese elegido Papa? Gänswein responde que no sabe, que Ratzinger nunca le habló de ello. Le pregunta Guido Horst por la homilía de la misa pro eligendo pontifice de 2005, si era una presentación programática de su propuesta de pontificado, y Gänswein responde: «Ratzinger no era un estratega».

Solicitó, al ser elegido Papa, la asistencia de las Memores Domini, vinculadas a Comunión y Liberación, y que son mujeres consagradas. En septiembre de 2021, hubo un cambio en los estatutos de la asociación Memores Domini. Y, desde el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, el jesuita Gianfranco Ghirlanda –que ha sido partícipe de la reforma del Opus Dei–, fue el asistente pontificio para esta cuestión, como ya lo también fue en la intervención de los Legionarios de Cristo. El caso es que aquellas cuatro mujeres de Memores Domini se encargaron de la vida doméstica del Papa hasta su muerte. Se requirieron algunos cambios en los apartamentos del Papa; desde ventanas que cerraban mal hasta fontanería, sobre todo en Castel Gandolfo, según expone Gänswein.

Muestra del carácter afable de Benedicto fue su relación con el cardenal Martini. Aunque, de acuerdo con Gänswein, ambos sostenían diferencias teológicas, Ratzinger siempre trató a Martini de manera cordial. Otro ejemplo sería la discreción relativa al motu proprio de Francisco Traditionis custodes (2021), que ha ido en sentido opuesto al motu proprio de Benedicto Summorum Pontificum (2007). Aunque Benedicto protegió la celebración libre del rito romano tradicional –«creo que Traditionis custodes provocó un daño en el corazón de Benedicto XVI», afirma su secretario personal–, optó por no pronunciarse al respecto.

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