La vida se restaura en Cristo ¡Ven Señor Jesús!



Al escuchar los textos de este domingo tercero del tiempo de adviento nuestro espíritu experimenta esa gracia particular de la vida que Jesús viene a comunicarnos y renovarse constantemente, este espíritu, en cada uno de los amados por Dios. 

 A la consulta que llevan de parte de Juan el Bautista a Jesús, este responde: los ciegos ven, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena nueva.

El quebranto es experimentado de muchas formas por cada uno de nosotros; nuestro corazón se impacta de una fluidez de ánimo que corresponde a la vitalidad que puede darse dentro de nosotros.

El ánimo de nuestro ser se endereza y le da vigor a todo el cuerpo, en unidad de espíritu y en totalidad del ser. Nos podremos sentir plenos, en armonía que canta de gozo y alegría, como ya lo refiere Isaías en la primera lectura. 

 Jesús viene a invadir con su vida todo nuestro ser, todo desde Él, en la efusión de su espíritu se hace acontecimiento liberador.

 Los agobios y quebrantos quedan superados. Esta experiencia desde la comunicación de gracia de Jesús, a cada uno de los que nos abrimos con fe a Él, nos abre a una gozosa esperanza.

 Los sufridos son los destinatarios de esta buena nueva que se comunica en Jesús. 

 La iglesia está llamada a dar y ofrecer este anuncio gozoso, donde Cristo quiere seguir dándose a través de servidores que sean totalmente fieles a Su voluntad, que es voluntad trinitaria, es decir en comunión con el Padre y el Espíritu Santo.

Juan el Bautista es alguien más que profeta porque le ha tocado preparar el camino al Mesías. Un pueblo buen dispuesto para Jesús. 

 De tal forma que los bautizados estamos invitados a seguir el ejemplo de Juan el Bautista, preparar a nuestros más cercanos y con quienes nos encontramos, a recibir a Jesús, que está llegando a nosotros para renovarnos en gozo, alegría y belleza. 

 Una espera con paciencia, así fue el tiempo previo a la llegada de Jesús, los patriarcas , profetas y reyes del pueblo de Israel hablaron de la llegada del Mesías, sin embargo, en el tiempo de Jesús, los cojos, ciegos , sordos , leprosos , muertos y pobres experimentan una liberación real en Jesús, que se expresa en una confesión de fe verdadera por la acción misma de Jesús , que es acontecimiento de salvación.

 Nuestras realidades humanas e históricas siguen experimentando el dolor, el sufrimiento, la discapacidad de la ceguera, sordera, invalidez, apocados de ánimo. 

Solo esa presencia amorosa de Jesús que nos trae vida puede restaurar ese ánimo que necesitamos que explote en gozo y alegría desbordada. 

Juan prepara el camino a Jesús y manda preguntar si es El. Se le responde con la referencia de los signos realizados al quedar curados ciegos, cojos, sordomudos quienes necesitaban esta gracia de vida liberadora. 

La tarea de Juan ha sido cumplida y podrá quedar en paz, aún a pesar del martirio que sufrirá, pero lo más importante: la obra de Dios sigue su curso.

Que importante es entender en nuestros procesos de iglesia, donde quiera que nos encontremos, que la obra de Dios siga. Y que a nosotros nos dé tranquilidad de haber hecho lo que nos correspondía o nos corresponde. 

Como el grano de trigo si no muere queda infecundo, también nosotros aprendamos a morir a nosotros mismos, a nuestros egos, a querer tenerlo todo controlado o atado a nuestras manos. Cooperemos como servidores a la obra de Dios y seamos felices con saber que la obra de Dios sigue y que en ella hemos participado con lo que nos tocaba como servidores.

 Vivamos esa gran alegría de la fe ¡Ven Señor Jesús! 

Autor: Fray Alfredo Quintero Campoy

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