La Iglesia ortodoxa de Kiev desafía a Rusia y celebra la Navidad el 25 de diciembre, como los católicos.


Según la encuesta de Interfax-Ucrania, realizada en noviembre, el 44 % de los ucranianos están de acuerdo con celebrar la Navidad el 25 de diciembre en lugar del 7 de enero, fecha de la Navidad ortodoxa.

Los cantos religiosos ascienden al cielo junto al repicar de campanas ortodoxas para festejar la Navidad en medio de la guerra en Kiev, como un desafío hacia las autoridades religiosas rusas, que celebrarán el nacimiento de Jesucristo dentro de dos semanas.

Cerca del monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas, los fieles encienden sus velas, mientras otros hacen fila en silencio para confesarse.

Ucrania, país de mayoría ortodoxa, se halla entre una Iglesia dependiente del Patriarcado de Moscú –que anunció romper sus vínculos con Rusia a finales de mayo debido a la ofensiva rusa– y otra independiente de la tutela rusa. Creada a finales de 2018, la Iglesia ha jurado lealtad al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, con sede en Estambul.

La gran luz frente a la oscuridad

Según una encuesta de Interfax-Ucrania, realizada en noviembre, el 44 % de los ucranianos estaban de acuerdo con la idea de celebrar la Navidad el 25 de diciembre en lugar del 7 de enero, fecha de la Navidad ortodoxa.

En esta iglesia de Kiev, la guerra no es un asunto lejano. El hijo de Olga Stanko está luchando en Bajmut, al este de Ucrania.

Olga lamenta la situación en declaraciones a AFP: «Olvidamos que eran nuestros enemigos, éramos tan crédulos. Y ahora nos ha llegado una guerra, una calamidad. La guerra nos ha traído mucho dolor. No podemos seguir bajo la influencia rusa».

Cerca de Olga, Olena Zakharova-Gorianska piensa del mismo modo y asegura sentirse feliz por celebrar la Navidad el 25 de diciembre por primera vez.

«No quiero tener nada que ver con los ocupantes, con el enemigo», asevera esta mujer, que sobrevivió a la ocupación rusa de la ciudad de Gostómel, en las primeras semanas de invasión.

En su sermón de Navidad, el padre Mijailo Omelyan no pudo evitar el tema de la guerra y sus consecuencias en la vida de los ucranianos, entre cortes de electricidad y falta de calefacción en pleno invierno. Por eso, aseguraba como el profeta Isaías, que «las personas que están hoy en la penumbra han visto una gran luz y, los que están en la sombra de la muerte, la luz ha brillado sobre ellos», y recordaba, sin nombrar a los rusos, que «hay gente que prefiere la oscuridad a la luz, porque sus acciones son diabólicas».

Además de esta misa, los sacerdotes celebrarán otra ceremonia litúrgica, también el 7 de enero. «Para mí, es un periodo de transición. Hay cosas que no podemos cambiar radicalmente de golpe», reconoce uno de los religiosos, que cree que pasarán años hasta que se introduzca definitivamente en la cultura popular. «De hecho, debemos acordarnos del acontecimiento que celebramos –el nacimiento de Jesús–, no la fecha», señala.

'Urbi et Orbi' sin paz

Mientras tanto, desde Roma, el Papa Francisco recordaba en su mensaje navideño durante la bendición Urbi et Orbi la razón última de la paz que es la razón última de la Navidad:

«Si queremos que sea Navidad, la Navidad de Jesús y de la paz, contemplemos a Belén y fijemos la mirada en el rostro del Niño que nos ha nacido. Y en ese pequeño semblante inocente reconozcamos el de los niños que en cada rincón del mundo anhelan la paz», volviendo a poner el foco el el grave conflicto de Ucrania.

«Que nuestra mirada se llene de los rostros de los hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta Navidad en la oscuridad, a la intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la destrucción ocasionada por diez meses de guerra», recordó el Papa, haciendo un llamamiento a los «gestos concretos de solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo», para iluminar las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y «poner fin inmediatamente a esta guerra insensata. Lamentablemente, se prefiere escuchar otras razones, dictadas por las lógicas del mundo. Pero la voz del Niño, ¿ quién la escucha?», lamentó Francisco, que también trajo la falta de paz en otros lugares del mundo, en una grave carestía de paz.

«Pensemos en Siria, todavía martirizada por un conflicto que pasó a segundo plano pero que no ha acabado; pensemos también en Tierra Santa, donde durante los meses pasados aumentaron la violencia y los conflictos, con muertos y heridos», –y cómo no–, también «al Líbano, para que finalmente pueda recuperarse, con el apoyo de la comunidad internacional y con la fuerza de la fraternidad y de la solidaridad. Que la luz de Cristo ilumine la región del Sahel, donde la convivencia pacífica entre pueblos y tradiciones se ve perturbada por enfrentamientos y violencia».

Además, el Papa no se olvidó de los conflictos olvidados, menos mediáticos, pero no menos graves como Yemen, Myanmar, Irán, Afganistán y los países del Cuerno de África.


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