La meditación cristiana y sus raíces en la Iglesia católica


Como todos sabemos, la neurociencia actual se ocupa de la meditación como ninguna otra ciencia. La neuróloga D. Dorjee ofrece una definición que recoge el punto de vista científico: “Las prácticas meditativas desarrollan la habilidad de apartar la atención de las distracciones para tenerla focalizada en el objeto de meditación”.

El 15 de octubre de 1989, antes de ser el papa Benedicto XVI, el cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribió una larga ‘Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana’. Era la primera vez que la Iglesia, en el contexto de la explosión actual de las investigaciones científicas, hablaba de la “meditación cristiana”.

Un hecho importante y trascendente

Un hecho importante y trascendente para la Iglesia y para los cristianos, y del que hablo en mi libro ‘Meditación cristiana. Aporte al hombre actual de Joseph Ratzinger’ (Desclée, Bilabo 2021), sobre el que centraré mi conferencia, este sábado 24 de junio en Madrid, en la I Jornada de Contemplación y Meditación Cristiana.

En dicho texto, el objetivo de Ratzinger es mostrar a los cristianos que, dentro de la Iglesia, existen formas auténticas de meditación y que, por lo mismo, no necesitarían buscar otras orientales para su práctica meditativa diaria. Sin escandalizarse y sin condenar, el entonces cardenal alude a ellas con todo respeto, destacando expresiones como “la oración del corazón” (Padres del desierto, en el siglo IV) o “la contemplación”, en los ‘Ejercicios espirituales’ de san Ignacio.

Contra las condenas

Por ello hay que tranquilizar a quienes desconfían de la meditación o, incluso, la descartan y hasta la condenan. De hecho, solo hace falta acudir a maestros como santa Teresa, que nos deslumbra con su excelente magisterio sobre la “oración mental”, que Benedicto XVI, con gran acierto, equiparó a la “meditación” actual. En una catequesis en Castel Gandolfo (17-08-2011), elogió “el contacto con Dios, esto es, la meditación. (…) Un tipo de oración que en la tradición cristiana es llamada ‘oración mental’. (…) Hoy, hablamos de una meditación que no está hecha de palabras, sino que es el entrar en contacto de nuestra mente con el corazón de Dios”.

Teresa de Ávila, tras mostrar que la oración mental es “tratar de amistad, con quien sabemos nos ama”, y que este trato, “muchas veces al día”, se orienta hacia una progresiva amistad con Jesús (‘Libro de la vida’), pasa después a detallar su ejercicio. Este se realiza, tal como hoy, focalizando la atención en Dios: “Sabed, hijas, no está la falta para ser o no ser oración mental en tener la boca cerrada. Si hablando (‘Padre nuestro…’) estoy enteramente entendiendo y viendo que hablo con Dios, con más advertencia que en las palabras que digo, junto están oración vocal y mental” (‘Camino de perfección’ 22,1).

Santa Teresa y la oración mental

A los opositores de la meditación en su tiempo, a la luz de este sencillo prestar a Dios, les dice: “¿Qué es esto, cristianos, los que decís que no es menester oración mental? (…) Ni sabéis cuál es la oración mental ni cómo se ha de rezar la vocal, ni qué es contemplación”. Insistiendo en la mental, agrega: “Mas si habéis de estar, como es razón se esté, hablando con tan gran Señor, que es bien que estéis mirando con quién habláis”. Y les interroga: “¿Quién puede decir que es mal, si rezamos las Horas o el Rosario, que comience a pensar con quién va a hablar…?”.

En resumen, según santa Teresa, la meditación cristiana “es procurar tener el pensamiento en quien enderezo las palabras”. Por consiguiente, “no me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas, que esto hace no entender qué cosa es oración mental”.

Por. Luis Jorge González, ocd, es profesor en la Universidad de la Mística de Ávila.

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Fuente: https://www.vidanuevadigital.com/

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