La reflexión del Evangelio: "Tengan valor, porque yo he vencido al mundo"


Del santo Evangelio según san Juan: 16, 29-33

En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: "Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios".

Les contestó Jesús: "¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún, ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo".

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

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Hoy nos reunimos para reflexionar y sumergirnos en las profundas enseñanzas del santo Evangelio según san Juan (16, 29-33). Este pasaje nos invita a adentrarnos en un diálogo revelador entre Jesús y sus discípulos, que nos revela verdades esenciales sobre la fe, la adversidad y la victoria en Cristo.

En este encuentro, los discípulos expresan su convicción de que Jesús está hablando de manera clara y directa, sin recurrir a las parábolas a las que nos tenía acostumbrados. Reconocen y afirman que Él posee el conocimiento de todas las cosas, demostrando así que no necesita que nadie le pregunte, ya que ha venido de Dios. En sus palabras, percibimos la creciente certeza que los discípulos tienen de la divinidad de Jesús y de su papel como el Mesías esperado, aquel enviado por el Padre para redimir al mundo.

Sin embargo, la respuesta de Jesús nos lleva a una advertencia y a una profecía que requerirán de una atención más detallada. Él les dice a sus discípulos que se acerca la hora en la que ellos se dispersarán cada uno por su lado, abandonándolo y dejándolo solo. Estas palabras podrían parecer desalentadoras y generar desconcierto en los corazones de los discípulos. Pero, es en el contexto de la respuesta de Jesús que encontramos una promesa llena de esperanza y consuelo.

A pesar de la aparente soledad que Jesús pronostica para sí mismo, les asegura a sus discípulos que no estará verdaderamente solo, ya que el Padre estará siempre con Él. En estas palabras, encontramos una muestra palpable de la intimidad y la relación especial entre Jesús y el Padre celestial. Él no solo es consciente de la presencia constante del Padre en su vida, sino que confía plenamente en esa comunión y nos invita a confiar en ella también.

Jesús revela a sus discípulos y a todos nosotros que estas cosas les ha dicho para que encuentren paz en Él. En medio de las tribulaciones y dificultades que encontrarán en el mundo, Él nos ofrece la paz que trasciende todas las circunstancias, la paz que solo Él puede otorgarnos. Esta paz no depende de las circunstancias externas, sino que proviene de la certeza de que Jesús ha vencido al mundo y ha abierto el camino hacia la vida eterna.

Aquí, surge una pregunta crucial para cada uno de nosotros: ¿cómo podemos alcanzar y experimentar esta paz que Jesús nos ofrece? La respuesta radica en una fe profunda y arraigada en Él. Es necesario creer y confiar en su palabra y en su promesa de estar con nosotros en cada momento de nuestras vidas. A través de la fe, encontramos la paz que el mundo no puede ofrecer y la seguridad de que, a pesar de las adversidades, nunca estamos solos.

Además, Jesús nos exhorta a tener valor en medio de las tribulaciones. Sabemos que en este mundo experimentaremos dificultades y pruebas. Sin embargo nuestra fe y confianza en Jesucristo son fundamentales para superar cualquier adversidad que enfrentemos. Aunque las tribulaciones puedan parecer abrumadoras, Jesús nos anima a no perder la esperanza ni el valor, porque Él ha vencido al mundo.

Al afirmar que ha vencido al mundo, Jesús nos revela su poder y autoridad sobre todo lo que nos rodea. Él ha conquistado el pecado, la muerte y todas las fuerzas que se oponen al plan de salvación de Dios. Su victoria es nuestra victoria. En Él encontramos el ejemplo perfecto de cómo enfrentar las dificultades con valentía y confianza en Dios.

A lo largo de la historia, la Iglesia y los seguidores de Jesús han enfrentado innumerables desafíos y persecuciones. Sin embargo, en medio de todas estas pruebas, la fe en Cristo ha prevalecido. Los mártires y los santos nos han dejado un legado de valentía y perseverancia en la fe, recordándonos que la victoria final es del Señor.

En nuestra vida cotidiana, también podemos encontrar tribulaciones de diferentes formas. Podemos enfrentar pruebas en nuestras relaciones, en nuestro trabajo, en nuestra salud o en nuestras luchas internas. Sin embargo, la promesa de Jesús de que no estamos solos nos da fortaleza y consuelo.

En esos momentos de dificultad, es vital recordar que Dios está con nosotros. Él nos fortalece, nos consuela y nos guía a través de su Espíritu Santo. Podemos recurrir a la oración, a la lectura de las Escrituras y a los sacramentos para encontrar la paz y la gracia que necesitamos. En la Eucaristía, en particular, encontramos la presencia real de Cristo, quien se une a nosotros en cuerpo y alma.

Además, como comunidad de creyentes, estamos llamados a apoyarnos y acompañarnos mutuamente en momentos de tribulación. La Iglesia, como familia de Dios, nos brinda una red de amor y apoyo en la cual podemos encontrar consuelo, aliento y fortaleza. A través de la comunión de los santos, tanto los vivos como los que han partido antes que nosotros, podemos encontrar inspiración y ayuda en nuestro camino de fe.

En resumen, el pasaje del Evangelio según san Juan (16, 29-33) nos invita a reflexionar sobre nuestra fe en Jesucristo y en su promesa de paz y victoria. Jesús nos asegura que, a pesar de las tribulaciones que enfrentamos en el mundo, no estamos solos. Él está con nosotros, y en Él encontramos la paz que trasciende todas las circunstancias.

La fe en Jesús nos da valor para enfrentar las dificultades con confianza en Dios, recordando que Él ha vencido al mundo. Nuestra fe nos fortalece, nos consuela y nos guía en medio de las pruebas, y también nos conecta con la comunidad de creyentes que nos apoya y acompaña en nuestro caminar.

Que este pasaje del Evangelio nos inspire a profundizar nuestra fe en Jesucristo, a confiar en su presencia constante en nuestras vidas y a encontrar paz y valor en medio de las tribulaciones. Que podamos ser testigos.

Autor: Padre Ignacio Andrade

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