Quisiera que todos mis amigos protestantes conocieran la belleza de la fe católica ¿Qué puedo hacer para que se conviertan?


¡Qué emocionante es tu deseo de compartir la belleza de la fe católica con tus amigos protestantes! ¡Vamos a sumergirnos en esta aventura espiritual juntos y hacerlo de una manera amena y emocionante!

Antes que nada, recuerda que la conversión es un proceso íntimo y personal. Nuestra tarea no es forzar a nadie a convertirse, sino presentarles el amor y la verdad de la fe católica de una manera respetuosa y atractiva. La Biblia nos dice en 1 Pedro 3,15: "Estad siempre preparados para dar una respuesta a todo aquel que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros".

Entonces, ¿por dónde empezar? ¡Con amor y amistad! La amistad genuina es un puente poderoso para comunicar la fe. Comparte tu amor por Dios y cómo la fe católica ha impactado tu vida de manera positiva. Habla con pasión y entusiasmo, ¡que tus ojos brillen cuando hables de tu relación con Cristo! Recuerda, San Francisco de Asís dijo: "Predica el Evangelio en todo momento, y si es necesario, usa palabras".

La enseñanza de la Iglesia también es crucial. Conoce tu fe, no solo en la superficie, sino en su profundidad y riqueza. Lee el Catecismo de la Iglesia Católica para entender mejor los fundamentos de la fe y cómo se basa en las Escrituras y la Tradición. Esto te ayudará a responder preguntas y a explicar las creencias católicas de manera clara y convincente.

También puedes organizar encuentros amigables para dialogar sobre la fe. En lugar de debates acalorados, crea un ambiente de escucha mutua y respeto. Comparte los puntos en común que tenemos con los protestantes, como la creencia en la Biblia y en Jesucristo como nuestro Salvador. La Patrística puede sernos útil aquí, ya que los primeros padres de la Iglesia pueden ofrecer un entendimiento más profundo de las raíces de nuestra fe.

No subestimes el poder de la oración. ¡Ora fervientemente por tus amigos! Pide al Espíritu Santo que toque sus corazones y les muestre la belleza y la verdad de la fe católica. Como dice en Filipenses 4,6, "Por nada estéis afanosos; sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias".

Invítales a la Misa, pero no solo como un acto religioso, sino como un encuentro con Cristo. Anímales a abrir sus corazones a la presencia de Jesús en la Eucaristía. Puedes compartir el Evangelio de Juan, capítulo 6, donde Jesús habla sobre ser el "pan de vida" y cómo debemos comer su carne y beber su sangre para tener vida eterna.

Explora las conexiones históricas entre la Iglesia católica y el cristianismo temprano. Mostrar cómo los primeros cristianos adoraban, celebraban la Eucaristía y tenían estructuras episcopales similares a las de la Iglesia católica actual puede ayudar a tus amigos a ver la continuidad de la Tradición.

No olvides la importancia del testimonio. Vive tu fe con alegría y autenticidad. Tu vida es tu mejor argumento. Cuando vean cómo la fe católica te ha transformado y te llena de paz y amor, pueden sentirse atraídos a explorar más.

Recuerda que la paciencia es clave. La conversión es un proceso gradual y el Espíritu Santo trabaja en los corazones de maneras misteriosas. No te desanimes si no ves resultados inmediatos. Como el apóstol Pablo nos recuerda en 1 Corintios 3,6, "Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento".

En resumen, querido amigo, compartir la belleza de la fe católica con tus amigos protestantes es una tarea emocionante y noble. Hazlo con amor, autenticidad y conocimiento. Recuerda que el objetivo no es ganar un argumento, sino ganar corazones para Cristo y su Iglesia. Con amistad, oración y una actitud respetuosa, puedes ser un instrumento del Espíritu Santo en el camino de conversión de tus amigos.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Cómo puedo ayudar a un amigo en las drogas a acercarse a Dios y a la Iglesia?


¡Qué maravilloso que quieras ayudar a tu amigo que está lidiando con problemas de drogas a acercarse a Dios y a la Iglesia! Tu deseo de acompañarlo en este camino es realmente admirable y demuestra tu amor y preocupación genuinos por su bienestar espiritual y emocional. ¡Vamos a hablar de cómo puedes hacerlo de una manera amena y esperanzadora!

Primero que nada, recuerda la importancia de ser un amigo comprensivo y sin juicio. La persona que lucha con problemas de drogas puede sentirse vulnerable y avergonzada, por lo que tu apoyo y amor incondicional serán cruciales. La Biblia nos enseña sobre la importancia de amar y cuidar a los demás, incluso cuando están pasando por momentos difíciles. Como dice en 1 Juan 4,11, "Amados, si Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos unos a otros".

Una forma excelente de comenzar es ofrecer una oreja atenta y un corazón compasivo. Anímale a compartir sus pensamientos y sentimientos contigo, y escúchale sin juzgar. La amistad genuina es un reflejo del amor de Dios por nosotros. Recuerda las palabras de Proverbios 17,17: "En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia".

Además, invita a tu amigo a orar contigo. La oración es un puente poderoso para conectarnos con Dios y encontrar consuelo en tiempos de dificultad. Puedes sugerir momentos de oración juntos, ya sea en persona o incluso virtualmente. Jesús nos enseñó sobre la importancia de la oración en Mateo 18,20, "Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos".

Ahora, en lo que respecta a acercarlo a la Iglesia, es esencial transmitirle el mensaje de esperanza y sanación que ofrece la comunidad cristiana. La Iglesia es un lugar donde se puede encontrar apoyo espiritual, amistad y guía en momentos difíciles. Puedes compartir con tu amigo sobre las enseñanzas del Catecismo de la Iglesia Católica que nos hablan de la importancia de la comunidad y la ayuda mutua. Por ejemplo, el párrafo 2444 dice: "El amor y el servicio a los demás constituyen la vía fundamental de la vocación del cristiano".

Si tu amigo se siente cómodo, podrían asistir juntos a la misa o a algún evento de la parroquia. La misa es un lugar de encuentro con Dios y con otros creyentes, donde podemos recibir la gracia a través de la Eucaristía. Puedes invitarlo a acompañarte y explicarle en términos sencillos la liturgia y el significado de lo que ocurre en la Misa. También puedes explorar oportunidades de voluntariado juntos, ya que servir a los demás es una excelente manera de vivir la fe. Como nos recuerda el Papa Francisco, "servir a los demás es una expresión concreta del amor y de la solidaridad que Jesús nos ha enseñado".

Además, podría ser útil recomendarle algún grupo de apoyo en la Iglesia que se enfoque en personas que están superando problemas similares. Estos grupos pueden brindar un espacio seguro donde puedan compartir sus experiencias, recibir consejos prácticos y encontrar apoyo en su viaje hacia la sanación. Al respecto, la carta de Santiago nos anima en el capítulo 5, versículo 16: "Confesaos, pues, vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados".

Recuerda también la importancia de la paciencia. El camino de la recuperación y el acercamiento a Dios puede ser un proceso gradual. No te desanimes si no ves resultados inmediatos. La semilla de la fe que plantes puede tardar en crecer, pero con amor y cuidado, puede dar frutos hermosos.

Quiero destacar que el viaje de tu amigo hacia Dios y la Iglesia es personal. No lo fuerces ni lo presiones. Mantén una actitud respetuosa y sensible a sus necesidades. Como nos enseña San Agustín, "La caridad consiste en que cada uno ame en el otro lo que él mismo ama en sí mismo".

¡Que Dios te bendiga en esta noble tarea de acompañar a otros en su encuentro con Él!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Ví una misa luterana y era muy parecida a la nuestra, ¿Cuál es la diferencia entre católicos y luteranos?



Es cierto que hay muchas similitudes entre las misas católicas y luteranas, ya que ambos grupos cristianos tienen raíces profundas en la tradición cristiana común. Sin embargo, hay algunas diferencias clave que podemos explorar juntos.

En primer lugar, una diferencia importante radica en la doctrina de la Eucaristía o Santa Cena. En la Iglesia Católica, creemos en la doctrina de la transubstanciación, que significa que durante la Misa, el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo de manera sustancial, aunque mantienen su apariencia. Esto se basa en las palabras de Jesús en la Última Cena, cuando dijo: "Esto es mi cuerpo" y "Esta es mi sangre" (Mateo 26,26-28).

Por otro lado, en las iglesias luteranas, generalmente se sostiene una perspectiva llamada "consubstanciación", que significa que Cristo está presente en, con y bajo el pan y el vino. Martín Lutero, el fundador del movimiento luterano, propuso esta idea como una alternativa a la transubstanciación, creyendo en la presencia real de Cristo en la Eucaristía sin explicar el cambio sustancial de los elementos.

Otra diferencia notoria es la estructura jerárquica y el liderazgo en ambas tradiciones. En la Iglesia Católica, tenemos una estructura jerárquica bien definida, con el Papa como el líder máximo y los obispos como los líderes regionales. Además, hay una comprensión del sacerdocio ministerial como una sucesión apostólica, que se remonta a los apóstoles de Jesús. Por otro lado, en las iglesias luteranas, la estructura jerárquica puede variar según la denominación, y muchas iglesias luteranas tienden a enfocarse en la idea del "sacerdocio de todos los creyentes", lo que significa que todos los fieles tienen un rol activo en el ministerio.

No podemos dejar de lado la cuestión de la autoridad y la interpretación de la Biblia. Tanto católicos como luteranos reconocen la Biblia como una fuente fundamental de enseñanza y guía. Sin embargo, hay diferencias en la forma en que se aborda la interpretación. Los católicos creen en la autoridad del Magisterio de la Iglesia (el Papa y los obispos en comunión con él) para interpretar las Escrituras de manera definitiva. Los luteranos, por su parte, enfatizan la interpretación individual guiada por el Espíritu Santo y la importancia de la conciencia personal en la comprensión de la fe.

En cuanto a la liturgia y el culto, aunque las misas luteranas pueden parecer similares a las católicas en muchos aspectos, pueden variar según la congregación y la denominación luterana. Algunas iglesias luteranas mantienen una estructura litúrgica similar a la católica, mientras que otras pueden adoptar enfoques más contemporáneos.

Quiero recordarte que aunque existen diferencias teológicas y prácticas entre los católicos y los luteranos, somos todos seguidores de Cristo y compartimos un núcleo común de creencias cristianas, como la Trinidad, la salvación por la gracia y la importancia de vivir una vida centrada en el amor y la misericordia.

En última instancia, aunque puedan existir diferencias entre nuestras tradiciones, es crucial recordar las palabras de Jesús en el Evangelio de San Juan, capítulo 17, versículo 21, donde ora para que todos sus seguidores sean uno: "Para que todos sean uno. Padre, como tú estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros".

Así que, aunque nuestras expresiones de fe puedan variar, recordemos siempre que estamos unidos en Cristo y en su amor. ¡Que la paz y la alegría del Señor estén siempre contigo! Si tienes más preguntas o deseas explorar algún otro tema, ¡estaré aquí con gusto para acompañarte en este camino de reflexión y crecimiento espiritual!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Oración para agradecer por el mes que termina (recomendable rezarla en familia)



Querido Espíritu Santo, venimos ante ti al final de este mes, reconociendo tu presencia constante en nuestras vidas. Tú, que eres el Amor eterno entre el Padre y el Hijo, te pedimos que derrames tus dones sobre nosotros y nos guíes en nuestro camino de fe.

En este mes que termina, hemos experimentado tus bendiciones y tu gracia en abundancia. Has estado a nuestro lado en cada paso del camino, iluminando nuestras mentes con tu sabiduría y fortaleciendo nuestros corazones con tu amor. Te agradecemos por todas las bendiciones recibidas, por los momentos de alegría y por los desafíos que nos han permitido crecer y aprender.

Jesús, nuestro Salvador y Redentor, te pedimos que intercedas por nosotros ante el Padre. Tú, que nos has mostrado el camino hacia la vida eterna, danos la fuerza para seguir tus enseñanzas y vivir según tu voluntad. Ayúdanos a ser fieles discípulos tuyos, llevando tu mensaje de amor y esperanza a todos los que encontramos.

María, madre amorosa y protectora, te pedimos que nos acompañes en este nuevo mes que se acerca. Tú, que has sido elegida por Dios para ser la Madre de Jesús, ruega por nosotros y ayúdanos a crecer en nuestra devoción a tu Hijo. Enséñanos a imitar tus virtudes de humildad, obediencia y entrega total a la voluntad de Dios.

Espíritu Santo, te pedimos que renueves nuestros corazones y nos llenes de tu gracia. Danos la fuerza para resistir las tentaciones del mundo y para perseverar en la fe, incluso cuando enfrentemos dificultades. Ayúdanos a ser testigos valientes de tu amor y a compartir la Buena Nueva de Jesús con todos aquellos que nos rodean.

Te pedimos también por todas las intenciones que llevamos en nuestros corazones. Conoces nuestras necesidades y nuestros deseos más profundos. Te confiamos nuestras preocupaciones, nuestras alegrías y nuestros sueños. Que tu voluntad se cumpla en nuestras vidas y que podamos encontrar consuelo y esperanza en tu presencia constante.

Padre celestial, te agradecemos por este mes que ha pasado y por todas las bendiciones que hemos recibido. Te pedimos que nos guíes y nos protejas en el mes que viene. Que tu Espíritu Santo nos ilumine, Jesús nos guíe y María nos acompañe en cada paso del camino.

Confiando en tu amor y misericordia, nos encomendamos a ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre. Amén.

Que esta oración nos inspire a seguir creciendo en nuestra relación con Dios y a vivir nuestra fe con alegría y generosidad. Que el Espíritu Santo nos guíe siempre en nuestro camino y nos ayude a ser testigos auténticos del amor de Jesús en el mundo. ¡Que Dios los bendiga abundantemente!

¿Puede bautizar un laico?


Antes de responder a tu pregunta, déjame explicarte un poco sobre el bautismo y su importancia en la vida de un católico.

El bautismo es uno de los siete sacramentos de la Iglesia Católica y es el primero que recibimos. A través del bautismo, somos incorporados a la familia de Dios y nos convertimos en miembros de la Iglesia. Es un sacramento que nos purifica del pecado original y nos da la gracia santificante, que es la vida divina en nosotros.

La Iglesia enseña que el bautismo debe ser administrado por un ministro válido, que normalmente es un sacerdote o diácono. Sin embargo, en situaciones extraordinarias, cuando no hay un ministro ordenado disponible, la Iglesia permite que un laico administre el bautismo de emergencia.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, encontramos la enseñanza sobre el bautismo de emergencia: "Cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar si tiene la intención requerida y sigue el rito de la Iglesia. El rito esencial del bautismo consiste en sumergir en agua al candidato o en derramar agua sobre su cabeza, mientras se pronuncia la invocación de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo" (Catecismo, 1256).

La Iglesia reconoce que en casos de necesidad grave, como el riesgo inminente de muerte, cualquier persona puede administrar el bautismo, siempre y cuando tenga la intención requerida y siga el rito establecido por la Iglesia. Esto significa que un laico puede bautizar a alguien si se cumplen estas condiciones.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que el bautismo administrado por un laico solo es válido en situaciones de emergencia y debe ser posteriormente confirmado y registrado por un ministro ordenado de la Iglesia. Esto se debe a que el sacramento del bautismo es un acto de la Iglesia y está vinculado a la comunidad de fe.

El bautismo es un sacramento de amor y misericordia. Es un encuentro personal con Dios que nos transforma y nos hace hijos suyos. En ese sentido, representa la apertura y la acogida que debemos tener hacia aquellos que buscan el bautismo, pues así como Dios nos acoge a nosotros cuando somos bautizados, así nosotros debemos acoger a los demás cuando quieren venir a Cristo en el bautismo.

Jesús nos enseñó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y a acoger a los más necesitados. En el Evangelio según Mateo, Jesús nos dice: "Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento" (Mateo 25,35). Estas palabras nos invitan a ser generosos y compasivos con aquellos que buscan el bautismo.

Es importante recordar que el bautismo es un sacramento de iniciación cristiana y no debe ser negado a aquellos que sinceramente lo buscan. Si alguien se acerca a ti como laico solicitando el bautismo, debes escuchar su historia, discernir su intención y, si es necesario, buscar la ayuda de un sacerdote para asegurarte de que se cumplan todas las condiciones necesarias.

En resumen, un laico puede administrar el bautismo en situaciones de emergencia, pero siempre debe buscar la confirmación y el registro posterior por parte de un ministro ordenado de la Iglesia. El bautismo es un sacramento de amor y misericordia, y debemos estar dispuestos a acoger y acompañar a aquellos que buscan recibirlo. Recuerda siempre buscar la guía y el apoyo de un sacerdote en estas situaciones.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Qué es el Código de Derecho Canónico?


El Código de Derecho Canónico es una recopilación de leyes y normas que rigen la vida y la organización de la Iglesia Católica. Es como un manual que establece las reglas y procedimientos para el gobierno de la Iglesia, así como los derechos y deberes de los fieles.

El Código de Derecho Canónico se basa en los principios del Evangelio y en la tradición de la Iglesia. En él se encuentran normas sobre diversos temas, como la estructura jerárquica de la Iglesia, la administración de los sacramentos, el ejercicio del ministerio pastoral, la disciplina eclesiástica, entre otros.

Este Código es una herramienta importante para garantizar que la Iglesia funcione de manera ordenada y coherente en todo el mundo. Además, busca proteger los derechos y la dignidad de todos los fieles, promoviendo la justicia y el bien común dentro de la comunidad eclesial.

En el Evangelio según Mateo, Jesús nos enseña: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mandamiento más grande y el primero" (Mateo 22:37-38). Amar a Dios es fundamental para nuestra fe católica, y el Código de Derecho Canónico nos ayuda a vivir ese amor en comunidad.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, encontramos una enseñanza sobre la importancia de la ley en la vida de la Iglesia: "La ley es necesaria para el hombre como guía y protección en su vida en sociedad. Impone deberes indispensables para el bien común y establece los derechos fundamentales de las personas" (Catecismo, 1952).

La Iglesia, como cuerpo de Cristo, tiene la responsabilidad de promover la justicia y el bienestar de todos sus miembros. El Código de Derecho Canónico nos ayuda a cumplir con esta misión al establecer normas que aseguran un orden justo y equitativo en la Iglesia.

El Código de Derecho Canónico Esto obliga a los encargados de su interpretación y aplicación a tratar a todos los fieles por igual, sin discriminación ni favoritismos. La justicia es un valor fundamental en la Iglesia y el Código de Derecho Canónico nos guía en su búsqueda.

Es importante recordar que el Código de Derecho Canónico no es un conjunto de reglas rígidas y estáticas, sino que está sujeto a la interpretación y adaptación pastoral según las necesidades de cada tiempo y lugar. La Iglesia siempre busca el bien de sus fieles y la salvación de las almas, por lo que las normas pueden ser aplicadas con flexibilidad cuando sea necesario.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Puede o no puede haber mujeres acolitando en el altar?

En cuanto a la participación de las mujeres en el altar como acólitas, es importante tener en cuenta que la Iglesia Católica ha tenido diferentes posturas y prácticas a lo largo de su historia. La participación de las mujeres en el servicio litúrgico ha sido objeto de discusión y cambios a lo largo del tiempo.

En la actualidad, la Iglesia Católica permite la participación de las mujeres en el altar como acólitas. El Código de Derecho Canónico establece que "la función de acólito puede ser desempeñada por hombres o por mujeres" (CIC 230.2). Esto significa que las mujeres pueden ser acólitas y ayudar en el servicio litúrgico, incluyendo la distribución de la Santa Comunión.

Es importante destacar que la participación de las mujeres como acólitas no implica un cambio en la doctrina católica sobre el sacramento del orden sacerdotal. La Iglesia Católica enseña que solo los hombres pueden recibir el sacramento del orden sagrado y ser ordenados como diáconos, presbíteros o obispos.

Sin embargo, la función de acólita es una tarea litúrgica y no requiere el sacramento del orden sagrado. Por lo tanto, las mujeres pueden desempeñar esta función en el altar y ayudar en el servicio litúrgico.

Es importante recordar que la Iglesia Católica valora y respeta la dignidad de todas las personas, independientemente de su género. La participación de las mujeres en la vida de la Iglesia es fundamental y se les anima a contribuir con sus dones y talentos en diversos ministerios y roles dentro de la comunidad cristiana.

La Biblia también nos ofrece ejemplos de mujeres que desempeñaron un papel importante en el ministerio de Jesús y en la vida de la Iglesia primitiva. Por ejemplo, en el Evangelio de Lucas, se menciona a varias mujeres que acompañaban a Jesús y a los apóstoles, y que contribuían a su ministerio con sus recursos y servicio (Lucas 8,1-3).

Además, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, encontramos ejemplos de mujeres que desempeñaron un papel activo en la comunidad cristiana primitiva. Por ejemplo, Febe es mencionada como una diaconisa de la iglesia de Cencrea (Romanos 16,1), y Priscila colaboró con su esposo Aquila en la enseñanza del evangelio (Hechos 18,26).

Estos ejemplos bíblicos nos muestran que las mujeres han desempeñado un papel importante en la vida de la Iglesia desde sus primeros días. Su participación activa y comprometida en la vida de la comunidad cristiana es valorada y alentada.

En cuanto al tema de las mujeres acolitando en el altar, es importante recordar que la liturgia de la Iglesia es un tesoro sagrado que debe ser celebrado con reverencia y respeto. La participación de las mujeres como acólitas debe realizarse de acuerdo con las normas litúrgicas establecidas por la Iglesia.

El documento "Institutio Generalis Missalis Romani" (IGMR), que es la normativa litúrgica para la celebración de la Misa en la Iglesia Latina, establece que "los acólitos pueden ser hombres o mujeres" (IGMR 100). Esto significa que las mujeres pueden desempeñar esta función en el altar, siempre y cuando se cumplan las disposiciones litúrgicas correspondientes.

Es importante destacar que la participación de las mujeres como acólitas no implica una igualdad absoluta en todos los aspectos del servicio litúrgico. La Iglesia Católica tiene normas y disposiciones específicas sobre quiénes pueden desempeñar ciertas funciones litúrgicas, como la distribución de la Santa Comunión o la proclamación del Evangelio.

Estas normas y disposiciones están destinadas a salvaguardar la integridad y la dignidad de la liturgia, y a asegurar que se celebre de acuerdo con las enseñanzas y tradiciones de la Iglesia. Por lo tanto, es importante que las mujeres que deseen desempeñar la función de acólita se informen y se sometan a las normas litúrgicas establecidas por la Iglesia.

La Iglesia Católica valora y respeta la dignidad de todas las personas, independientemente de su género, y anima a las mujeres a contribuir con sus dones y talentos en diversos ministerios y roles dentro de la comunidad cristiana.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Papa Francisco: "La doctrina progresa [...] hoy es pecado tener bombas atómicas; la pena de muerte es pecado"


Ante la pregunta de un joven religioso el Papa Francisco comentó que “vivimos en una sociedad ‘mundanizada’, que a mí me preocupa mucho. Me preocupa cuando la mundanidad se mete en la vida consagrada”.

“Fíjense que la mundanidad espiritual es una trampita que se nos mete a cada rato. Hay que saber distinguir: una cosa es prepararse para dialogar con el mundo – como hacen ustedes con el diálogo con el mundo del arte y de la cultura –, pero otra cosa es meterse en las cosas del mundo, con la mundanidad”, advirtió el Papa sin olvidar que “hay que salir a este mundo con los valores y antivalores que tiene” como el hecho de estar en una sociedad tan sexualizada. Para Francisco, “hoy el problema serio son los refugios escondidos de búsquedas de sí mismo, que muchas veces van por la sexualidad y muchas veces van por otro lado” ante lo que propuso el “examen de conciencia” ignaciano. “Yo no le tengo miedo a la sociedad sexualizada, no; le tengo miedo a cómo yo me relaciono con ella, eso sí. A los criterios mundanos”, recalcó.

La sabiduría de los pobres

“La misma espiritualidad nos lleva a eso, a un compromiso con aquellos que están en el margen, no solo al margen de la religión sino también al margen de la vida”, comentó sobre el compromiso con los pobres. “Hoy en día, la inserción con los pobres nos ayuda a nosotros mismos, nos evangeliza”, subrayó. “Hay mil modos de acercarnos a los problemas sociales. La inserción, probablemente, tiene una dosis de autenticidad muy linda porque es el compartir. Y nos permite conocer y seguir la sabiduría popular”, destacó dentro de las formas de vivir la opción por los pobres.

Para Francisco “los pobres tienen una sabiduría especial, la sabiduría del trabajo, y también la sabiduría que da el asumir el trabajo y su condición con dignidad. Cuando el pobre se «malea» porque no aguanta sus situaciones –y es comprensible–, entonces ahí puede entrar el rencor y el odio. Ese es nuestro trabajo también: al acompañarlo, hay que evitar que el pobre se vuelque también a eso, con la perspectiva de ayudarlo a caminar, a progresar, y a reconocer su dignidad”. “La pastoral popular es una riqueza, así que, quienes de ustedes están llamados a esto, háganlo de corazón porque eso es un bien para toda la Compañía”, aconsejó.

Frente a los reaccionarios

Francisco comentó la situación de la Iglesia en Estados Unidos donde “hay una actitud reaccionaria muy fuerte, organizada, que estructura una pertenencia incluso afectiva”. La vuelta atrás, para el Papa, “es inútil, y que es necesario comprender que existe una justa evolución en la comprensión de las cuestiones de fe y de moral” ya que “la doctrina también progresa, se consolida con el tiempo, se expande y se hace más firme, pero siempre progresando” con los criterios clásicos. Así, aclaró, “hoy es pecado tener bombas atómicas; la pena de muerte es pecado, no se puede practicar, y antes no era así; en cuanto a la esclavitud, algunos Pontífices anteriores a mí la toleraron, pero las cosas hoy son distintas”.

“Cuando uno se va hacia atrás, forma algo cerrado, sin conexión con las raíces de la Iglesia, pierde la savia de la revelación”, advirtió Francisco. Y es que con esta actitud, apuntó, “se pierde la verdadera tradición y se acude a las ideologías en busca de un apoyo y sostén de cualquier tipo. En otras palabras, la ideología suplanta a la fe, la pertenencia a un sector de la Iglesia sustituye a la pertenencia a la Iglesia”, para lo que Francisco puso el ejemplo de Arrupe. Sobre los grupos tradicionalistas estadounidenses, comentó, “se van a aislar solos. Y en vez de vivir de doctrina, de la verdadera doctrina que siempre crece y da fruto, viven de ideologías. Entonces, cuando uno en la vida deja la doctrina para suplirla por una ideología, pierdes como en la guerra”. “Mirando al futuro, pienso que debemos seguir el Espíritu, ver qué nos dice, con coraje”, señaló frente a quienes cuestionan en Vaticano II. “Mi sueño para el futuro es estar abierto a lo que el Espíritu nos está diciendo, abiertos al discernimiento y no al funcionalismo”, confesó.

Una Iglesia para todos

Frente a una de las expresiones más comentadas de Francisco en la JMJ señaló que “sobre la llamada a ‘todos’ no hay discusión. Jesús en eso es muy claro: todos”, pidiendo “abrir la puerta a todos, todos tienen lugar en la Iglesia”. “¿Cómo va a vivir eso cada uno? Ayudémoslos a vivir de modo que ese lugar sea uno de madurez para ellos, para todo tipo de personas”. En este sentido relató la experiencia de un sacerdote de Roma que trabaja con chicos homosexuales y, denunció, “a mí lo que no me gusta es que esté la lupa puesta en ese ‘pecado de la carne’, como antes estaba puesta en el sexto mandamiento. Si explotabas a los obreros, o si mentías o si estafabas, eso no era importante, pero sí los pecados de debajo de la cintura, esos sí eran relevantes”.

En este sentido añadió que “no hay que ser ingenuos, y obligarles a veces a una pastoral para la cual todavía no están maduros, o no son capaces. Para acompañar espiritual y pastoralmente a las personas se requiere mucha sensibilidad y creatividad. Pero todos, todos, todos están llamados a vivir en la Iglesia: nunca olviden eso”. También relató la visita recibida en una audiencia de transexuales atendidas por una religiosa que atiende un circo de Roma. “La primera vez que vinieron, lloraban. Les pregunté por qué. Una de ellas me dijo: ‘¡no pensé que el Papa me podía recibir!’. Después de la primera sorpresa ya se acostumbraron a venir. Alguna me escribe, y yo le contesto por mail. ¡Todos están invitados! Me di cuenta de que estas personas se sienten rechazadas, y eso es realmente duro”.

Además, Francisco les confió que siente alegría por el proceso de preparación del próximo sínodo. “La alegría de ver cómo de los pequeños grupos parroquiales, los pequeños grupos de iglesias, van surgiendo reflexiones muy bonitas y hay gran fermento”, apuntó. “La sinodalidad no es andar buscando votos como lo haría un partido político, no es una cuestión de preferencias, que si soy de este partido o del otro. En un Sínodo, el protagonista es el Espíritu Santo” y hay que dejar “que se exprese como se expresó la mañana de Pentecostés. Creo que ese es el camino más fuerte”.

¿Es cierto que el demonio odia el latín?


La idea de que el demonio odia el latín es una creencia popular en algunos círculos católicos. Se dice que el latín es un lenguaje sagrado y que su uso en la liturgia y la oración tiene un poder especial para protegernos del mal y resistir las tentaciones del demonio.

Si bien no hay una enseñanza explícita en la Biblia, el Catecismo o la Patrística que afirme directamente que el demonio odia el latín, podemos encontrar algunas referencias y principios que nos ayudan a entender esta creencia.

En primer lugar, es importante recordar que el demonio es un ser espiritual malévolo que busca alejarnos de Dios y llevarnos al pecado y la perdición. Su objetivo principal es separarnos de la verdad y la vida eterna que Dios nos ofrece.

La Iglesia Católica nos enseña que el demonio es astuto y utiliza diversas tácticas para engañarnos y alejarnos de Dios. Una de sus estrategias es la manipulación del lenguaje y la distorsión de la verdad. El demonio es un mentiroso y busca confundirnos y desviar nuestra atención de lo que es verdadero y bueno.

En este sentido, algunos católicos creen que el uso del latín en la liturgia y la oración puede ser una forma de protegernos de las artimañas del demonio. El latín es un lenguaje antiguo y sagrado que ha sido utilizado durante siglos en la Iglesia Católica. Su uso en la liturgia y la oración nos conecta con la tradición y la historia de nuestra fe, y nos ayuda a centrarnos en lo que es verdadero y eterno.

Además, el latín es un lenguaje preciso y rico en significado. Su uso en la liturgia nos permite expresar con mayor claridad y profundidad las verdades de nuestra fe. Nos ayuda a comprender mejor los misterios de nuestra salvación y a entrar en comunión con Dios y con la comunidad de creyentes.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que "la liturgia es el culmen hacia el cual tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (CIC 1074). La liturgia es el lugar privilegiado donde encontramos a Dios y nos encontramos con los demás miembros de la Iglesia. Es un encuentro sagrado que nos invita a la adoración, la alabanza y la acción de gracias.

El uso del latín en la liturgia puede ayudarnos a vivir este encuentro de manera más plena y consciente. Nos permite participar activamente en los ritos y oraciones de la Iglesia, y nos ayuda a sumergirnos en el misterio de nuestra fe.

Es importante destacar que el uso del latín en la liturgia no es obligatorio ni excluyente. La Iglesia Católica reconoce la diversidad de culturas y lenguajes en su seno y valora la riqueza que aportan a la vida de la comunidad.

El Concilio Vaticano II nos enseña que "las liturgias particulares, en cuanto expresiones de la vida católica de las Iglesias locales, deben ser mantenidas y fomentadas con el máximo cuidado" (Sacrosanctum Concilium 37). Esto significa que cada comunidad tiene la libertad de celebrar la liturgia en su propio idioma y de acuerdo a sus propias tradiciones.

Sin embargo, el latín sigue siendo considerado un lenguaje privilegiado en la liturgia católica. El Papa Benedicto XVI, en su carta apostólica "Summorum Pontificum", afirmó que "el uso del latín se debe conservar en la forma ordinaria de la celebración de la misa" (SP 41).

El Papa Francisco también ha hablado sobre el valor del latín en la liturgia. En su exhortación apostólica "Evangelii Gaudium", afirma que "es necesario prestar atención a la formación litúrgica y a la calidad de las celebraciones" (EG 47). Esto implica una atención cuidadosa a los textos y ritos utilizados en la liturgia, así como una participación activa y consciente de los fieles.

En última instancia, es importante recordar que el poder de resistir al demonio y vivir una vida santa no depende del uso de un lenguaje en particular, sino de nuestra relación personal con Dios y nuestra adhesión a su voluntad.

La Biblia nos enseña que debemos resistir al demonio y permanecer firmes en la fe. En Santiago 4,7-8, se nos exhorta a "resistir al diablo y él huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros" (Sant 4,7-8).

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que "la vida cristiana es una lucha permanente contra el demonio" (CIC 409). Nos recuerda que debemos estar vigilantes y fortalecernos en la fe para resistir las tentaciones del demonio y vivir una vida en conformidad con la voluntad de Dios.

En conclusión, si bien no hay una enseñanza explícita en la Biblia, el Catecismo o la Patrística que afirme directamente que el demonio odia el latín, podemos entender esta creencia como una expresión de la importancia y el valor del latín en la liturgia y la oración católica.

El latín nos conecta con la tradición y la historia de nuestra fe, nos ayuda a comprender mejor los misterios de nuestra salvación y nos invita a vivir la liturgia de manera plena y consciente. Sin embargo, es importante recordar que el poder de resistir al demonio y vivir una vida santa no depende del uso de un lenguaje en particular, sino de nuestra relación personal con Dios y nuestra adhesión a su voluntad.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Por qué el Concilio Vaticano II tiene tantos detractores dentro de la misma Iglesia?


El Concilio Vaticano II fue un evento histórico en la vida de la Iglesia Católica que tuvo lugar entre los años 1962 y 1965. Fue convocado por el Papa Juan XXIII con el objetivo de renovar y actualizar la Iglesia en respuesta a los desafíos del mundo moderno.

Durante el Concilio, se llevaron a cabo discusiones y debates sobre diversos temas, como la liturgia, la eclesiología, el ecumenismo, la relación de la Iglesia con el mundo y muchos otros. Se emitieron numerosos documentos que buscaban promover una mayor participación de los fieles, fomentar la unidad entre los cristianos y promover el diálogo con las diferentes religiones y culturas.

A pesar de los esfuerzos del Concilio por renovar la Iglesia y adaptarla a los tiempos modernos, algunos católicos han expresado críticas y reservas hacia sus enseñanzas y decisiones. Estas críticas provienen de diferentes sectores dentro de la Iglesia y se basan en diversas razones.

Una de las razones por las que el Concilio Vaticano II tiene detractores es que algunos consideran que sus enseñanzas y decisiones han llevado a una pérdida de la identidad y la tradición católica. Algunos críticos argumentan que se ha producido una relajación de la disciplina y la moral, y que se ha dado paso a una interpretación laxa de la fe y los sacramentos.

Sin embargo, es importante destacar que el Concilio Vaticano II no buscaba cambiar la doctrina de la Iglesia, sino más bien adaptar su forma de presentarla al mundo moderno. El Papa Juan XXIII, al convocar el Concilio, afirmó claramente que no se trataría de un concilio dogmático, es decir, no se iban a definir nuevos dogmas o enseñanzas fundamentales de la fe.

En este sentido, el Concilio Vaticano II se enmarca dentro de la continuidad de la Tradición apostólica y busca profundizar en ella, sin contradecirla. Como católicos, debemos recordar que la Tradición de la Iglesia es un depósito vivo y dinámico de fe que se ha desarrollado a lo largo de los siglos, bajo la guía del Espíritu Santo.

El Concilio Vaticano II nos invita a redescubrir y vivir esta Tradición en un mundo cambiante, donde los desafíos y las necesidades de las personas son diferentes a las de épocas anteriores. Esto implica una apertura al diálogo con el mundo moderno, sin renunciar a los principios y valores fundamentales de nuestra fe.

Otra razón por la que el Concilio Vaticano II ha sido objeto de críticas es que algunas personas consideran que ha llevado a una pérdida de la belleza y el misterio en la liturgia. Algunos críticos argumentan que las reformas litúrgicas promovidas por el Concilio han llevado a una simplificación excesiva de los ritos y a una pérdida de la sacralidad en la celebración de los sacramentos.

Es importante recordar que el Concilio Vaticano II buscó promover una participación más activa y consciente de los fieles en la liturgia, para que puedan experimentar más plenamente la presencia de Cristo en los sacramentos. Esto no implica una renuncia a la belleza y el misterio, sino más bien una búsqueda de una mayor comprensión y vivencia de la fe.

La liturgia es el lugar privilegiado donde encontramos a Dios y nos encontramos con los demás miembros de la Iglesia. Es un encuentro sagrado que nos invita a la adoración, la alabanza y la acción de gracias. El Concilio Vaticano II nos anima a vivir la liturgia de manera plena y consciente, pero también nos recuerda que la belleza y el misterio deben estar presentes en ella.

Es importante señalar que las críticas al Concilio Vaticano II no son representativas de toda la Iglesia Católica. Muchos católicos valoran y aprecian las enseñanzas y decisiones del Concilio, reconociendo su importancia para la renovación y la actualización de la Iglesia en el mundo moderno.

Además, es fundamental recordar que como católicos estamos llamados a vivir en comunión con la Iglesia y a aceptar su autoridad. El Papa y los obispos, en comunión con él, son los legítimos sucesores de los apóstoles y tienen la responsabilidad de guiar y enseñar a la Iglesia.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, se nos recuerda que "la Iglesia es infalible cuando enseña en materia de fe y costumbres" (CIC 891). Esto significa que, en cuestiones de fe y moral, podemos confiar en la autoridad de la Iglesia y en su capacidad para guiarnos hacia la verdad.

En última instancia, es importante recordar que nuestra fe católica se basa en la Palabra de Dios, transmitida a través de las Sagradas Escrituras y la Tradición apostólica. El Concilio Vaticano II nos invita a profundizar en esta fe, a vivirla de manera auténtica y a compartirla con el mundo.

En conclusión, el Concilio Vaticano II ha sido objeto de críticas dentro de la misma Iglesia por diversas razones. Algunos consideran que ha llevado a una pérdida de la identidad y la tradición católica, mientras que otros argumentan que ha provocado una simplificación excesiva de la liturgia. Sin embargo, es importante recordar que el Concilio buscaba renovar y actualizar la Iglesia en respuesta a los desafíos del mundo moderno, sin renunciar a los principios y valores fundamentales de nuestra fe. Como católicos, estamos llamados a vivir en comunión con la Iglesia y a aceptar su autoridad, confiando en su capacidad para guiarnos hacia la verdad. ¡Que Dios te bendiga y te llene de alegría y paz!

Autor: Padre Ignacio Andrade

¿Por qué el papa se reúne con líderes de otras religiones?


El Papa se reúne con líderes de otras religiones por varias razones, todas ellas llenas de amor y comprensión hacia nuestros hermanos y hermanas de diferentes creencias.

En primer lugar, el Papa se reúne con líderes de otras religiones para fomentar el diálogo interreligioso y promover la paz en el mundo. Como católicos, creemos en el mandato de Jesús de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esto incluye a todas las personas, independientemente de su religión. El Papa busca construir puentes entre diferentes tradiciones religiosas para promover la tolerancia, la comprensión mutua y la colaboración en la construcción de un mundo mejor.

La Biblia nos enseña en el libro de Mateo 5,9 que "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios". El Papa, como líder de la Iglesia Católica, tiene la responsabilidad de ser un pacificador en el mundo, y una forma de lograrlo es a través del diálogo y la cooperación con líderes de otras religiones.

Además, el Papa se reúne con líderes de otras religiones para buscar puntos en común y trabajar juntos en temas de justicia social. La Iglesia Católica tiene una larga tradición de defensa de los derechos humanos y la dignidad de todas las personas. Al reunirse con líderes de otras religiones, el Papa busca encontrar áreas en las que puedan unirse para abordar cuestiones como la pobreza, la injusticia y la protección del medio ambiente.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el párrafo 841 que "La Iglesia Católica reconoce que todo lo que en ellos hay de bueno y verdadero, lo encuentra como un reflejo de la Verdad que ilumina a todos los hombres". Esto significa que reconocemos que otras religiones pueden tener elementos de verdad y bondad en ellas. El Papa se reúne con líderes de otras religiones para aprender de ellos, valorar sus contribuciones y buscar formas de colaborar juntos en la construcción de un mundo más justo y solidario.

Además, el Papa también se reúne con líderes de otras religiones para fortalecer los lazos de amistad y promover la unidad entre las diferentes tradiciones religiosas. En el Evangelio de Juan 17,21, Jesús ora para que "todos sean uno". El Papa busca cumplir esta oración de Jesús al trabajar por la unidad entre las diferentes religiones. Al reunirse con líderes de otras religiones, el Papa busca promover la fraternidad y la armonía entre todas las personas, sin importar su religión.

En resumen, el Papa se reúne con líderes de otras religiones por amor a Dios y a nuestros hermanos y hermanas en la humanidad. Busca promover la paz, la justicia y la unidad en el mundo a través del diálogo interreligioso. Como católicos, estamos llamados a seguir el ejemplo del Papa y a trabajar por la construcción de un mundo más justo y solidario, en el que todas las personas sean tratadas con dignidad y respeto, independientemente de su religión.

Espero que esta respuesta haya sido de tu agrado, querido feligrés. Recuerda que siempre puedes acudir a tu sacerdote local para obtener más información y orientación sobre cualquier tema relacionado con nuestra fe. ¡Que Dios te bendiga y te llene de alegría y paz!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Juan 5, 39: La Reina-Valera aleja a los protestantes de Jesús en la Eucaristía y de la vida eterna.

 

 
Hasta hace tiempo no creía que fuera tan importante la cuestión de las versiones bíblicas, si realmente era tan importante elegir entre ésta o aquella otra; pensaba que básicamente todas decían lo mismo, pero poco a poco he ido comprendiendo la importancia de la traducción, y he ido entendiendo cuan grandemente es equivocada la doctrina protestante en buena medida gracias a las malas traducciones.

Uno de los versículos más usados por el mundo protestante para sostener su doctrina de la "sola escritura" (doctrina desconocida, dicho sea de paso, en toda la antigüedad cristiana durante los primeros 1500 años) es el del Evangelio de San Juan 5, 39. En este versículo, según el pensamiento protestante y neoevangélico, Jesús estaría mandando a escudriñar las Escrituras como medio para alcanzar la vida eterna.

He participado en múltiples debates donde los adherentes del protestantismo han citado este versículo como "argumento" para defender que los cristianos deberíamos sustentarnos en la biblia y solo en la biblia, y buscar en ella, y solo en ella, nuestra salvación, e incluso no es extrañó que acompañen sus comentarios con alguna imagen con un bonito diseño donde se muestra una biblia y el versículo citado, pero, ¿realmente Jesús estaba mandando a escudriñar las Escrituras para encontrar la vida eterna, o estaba más bien reprochando a quienes creían que la vida eterna está encerrada en un libro?

La versión de la biblia Reina-Valera 1960, una de las más famosas y usadas en las congregaciones protestantes, dice:

"Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí".

Cuando la traducción de la Reina-Valera usa erróneamente el imperativo "escudriñad", el lector es inducido a creer que Jesús le está dando la orden de estudiar infatigablemente las Escrituras porque "en ellas tienen vida eterna", y de este modo está puesto todo sobre la mesa para que se exacerbe el fundamentalismo 'solobiblista' y el evangélico protestante crea que está en todo lo correcto al prescindir del Magisterio, de la Tradición, de los Sacramentos, en pocas palabras, que puede rechazar a la Iglesia (con todo el depósito de la fe contenido en ella), como necesaria para la salvación.

No es difícil comprender la profunda división de denominaciones y sub-denominaciones protestantes -grupos de la misma corriente doctrinal pero divididos formalmente en distintas estructuras, organizaciones y congregaciones debido a las distintas interpretaciones bíblicas sobre éste u otro tema en particular-, cuando se parte de una premisa según la cual el creyente solo necesita su biblia. Incluso no es extraño observar que muchos hermanos separados se alejan de sus propias congregaciones y deciden llevar su fe de manera aislada y personal, sin asistir a ninguna comunidad protestante y hasta defender su aislamiento bajo el pretexto de que "la verdad no está en ninguna iglesia o religión", sino "solo en la biblia", por lo que lo único que necesitan es "la Palabra de Dios". ¿Y cómo no van a pensar así si les han hecho creer que el cristianismo se reduce a leer un libro?

La primera vez que leí Juan 5, 39 fue precisamente en una Reina-Valera 1960, y ya desde la primera ocasión que lo leí me pareció interesante que Jesús dice "porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna"; fíjense que no dice "porque en ellas tenéis la vida eterna", sino "a vosotros os parece"; Jesús nunca dijo que fuera así, más bien estaba haciendo una crítica a la creencia de aquellos a quienes se dirigía.

Al leer la versión católica de la Biblia de Jerusalén, observamos con mucha mayor claridad qué es aquello que el Señor Jesús quiso transmitir a los judíos que le escuchaban, veamos:

"Ustedes investigan las Escrituras, ya que creen tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mi".

Otras dos versiones católicas, la Biblia Latinoamericana, así como la versión llamada El Libro del Pueblo de Dios, dicen: "Ustedes escudriñan las Escrituras" y "Ustedes examinan las Escrituras", respectivamente.

Así vemos que cuando Jesús  habló de escudriñar, estudiar o examinar -Ἐραυνᾶτε (Eraunate)no lo hizo en un sentido imperativo, sino indicativo. Jesús estaba indicandodescribiendo o explicando lo que hacían los judíos, no estaba mandando a que lo hicieran como una condición imperativa para salvarse.

Y que Jesús habla en modo indicativo nos lo muestra el propio contexto con los versículos tanto anteriores como posteriores al 39.  Por ejemplo, si comenzáramos a leer desde el versículo 36 podríamos observar que Jesús les explica que las obras que Él realiza dan testimonio de que el Padre le envió. Los judíos estaban intentando encontrar en las letras la vida eterna que se les ofrecía delante de ellos en la Persona de Jesús, quien se les manifestaba por medio de sus obras.

Los versículos 37 y 38 son impresionantes por su profunda contundencia:
"37. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Ustedes no han oído nunca su voz, ni han visto nunca su rostro,
38. NI HABITA SU PALABRA EN USTEDES, porque no creen al que él ha enviado".
¡Ni habita su palabra en ustedes! Jesús le dice nada más y nada menos que a los expertos en las Escrituras, a los que las escudriñaban profusamente, ¡que la Palabra de Dios no habitaba en ellos! Escudriñaban las Escrituras, pero no tenían la Palabra, puesto que la Palabra de Dios es una Persona, no un libro; la Palabra de Dios es Jesús, en quien no habían creído a pesar de ver todas las cosas asombrosas que el Señor hacía frente a sus ojos.

Ahora bien, ¿de todo esto se desprende que las Escrituras son innecesarias? ¡Por supuesto que no! Jesús dice en el mismo versículo 39 que ellas daban testimonio de Él, refiriéndose, como es obvio, al ahora conocido como Antiguo Testamento -las únicas Escrituras que existían hasta el momento en que Jesús estaba hablando- el cual hablaba sobre la tan anhelada llegada del Mesías de Israel. Pero inmediatamente después de que les ha dicho que las Escrituras daban testimonio de su Persona, les deja clara la diferencia entre el testimonio y la vida: "y ustedes no quieren venir a mi para tener vida" (ver. 40).

Las Sagradas Escrituras están presentes los 365 días del año en toda la vida litúrgica de la Iglesia católica, pero entendemos que ellas son un testimonio que nos remiten siempre a la Persona Viva y Real de Jesús, de manera particular y especial en su Presencia en la Sagrada Eucaristía. De poco sirve leer sobre Jesús si no se va a Jesús, si no se tiene un Encuentro Vivo y Personal con el Señor.

La vida eterna no la encontramos en las letras que nos hablan sobre Jesús, sino en Jesús mismo, en el Jesús Vivo y Real, Verdadero Dios y Verdadero Hombre, y si bien en la biblia leemos sobre Jesús, luego hay que ir a Él para tener vida, no basta quedarse con el testimonio.

Creer que la vida se encuentra en "escudriñar" las Escrituras es equivalente a pensar que para calmar el hambre bastaría con leer una receta, en lugar de poner manos a la obra, prepararla y comerla luego de que se ha obtenido el conocimiento de cómo cocinarla.

¿Y cómo se va Jesús para tener vida eterna? El mismo Señor nos lo dice:

"Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo". Juan 6, 51.

Ir a Jesús para tener vida es entrar en una perfecta Comunión con Él, es hacerse verdaderamente Uno con el Señor, dejar que Él habite en ti, ¿pero cómo nos hacemos uno con Jesús, cómo dejamos que Él habite en nosotros?  ¡Dejando que su Cuerpo entre en el nuestro, por medio de la Eucaristía que el instituyó para tal efecto y donde Él está realmente Vivo y realmente Presente, como Él mismo lo dijo, y cito la propia RVR 1960:

"El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, Y YO EN ÉL" Juan 6, 56.

No es casualidad que estas palabras se encuentren solo un capítulo después de que Jesús ha enseñado que la vida eterna no consiste en escudriñar las Escrituras. En un orden perfecto, primero les enseña a los judíos que si bien podían ser exegetas perfectos de la Escritura, no tenían la Palabra de Dios en ellos, para enseguida mostrarles cómo es que podían hacer habitar esa Palabra de manera viva en su interior; comiendo su carne y bebiendo su sangre sacramentalmente bajo el signo del pan que les estaba ofreciendo como medio eficaz para transmitirles Su Vida. 

Por eso desde tiempos muy remotos de la Iglesia primitiva, vemos que la estructura litúrgica de la fe cristiana está compuesta por la dimensión de una doble mesa desde donde Dios nos alimenta, y siendo Él nuestro propio alimento, estamos en Él y Él en nosotros para que nos haga partícipes de su vida eterna. Por eso el culto cristiano -y lo podemos ver en textos antiquísimos de la Iglesia primitiva como en los de San Justino Mártir a mediados del siglo II, donde básicamente está describiendo la Misa- siempre ha tenido la Mesa de la Palabra, donde se sirve el alimento de la Palabra proclamada desde el ambón, y la Mesa Eucarística, el altar donde por obra del Espíritu Santo el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, para que comulgando permanezcamos en Él y Él en nosotros. 

Así que si ya escudriñas las Escrituras y reconoces en ellas a Jesús, ahora es tiempo de dar el siguiente paso, ve a tener un Encuentro Personal con Él en la Eucaristía.

¿Se puede adquirir la vida eterna con buenas obras? La Biblia dice que sí.

Como enseña la biblia y siempre lo ha enseñado la Iglesia católica, la fe salva, pero la fe que salva es la que actúa por medio de la caridad, la fe que es sinónimo de fidelidad a la voluntad de Dios, que es el amor. 


¿El hombre puede adquirir la vida eterna con buenas obras?

Aunque a los protestantes les escandalice porque contradice su doctrina: ¡LA BIBLIA DICE QUE SÍ!
1 Timoteo 6, 18-19: «que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera
(Biblia de Jerusalén).
Vemos cómo para San Pablo la verdadera doctrina de la Gracia no excluye la necesidad de las obras, pues nuestras buenas obras son posibilitadas por la gracia que Dios nos proporciona por medio de los Sacramentos para unirnos al amor de Cristo y poder dar fruto.

Por: Alfredo Rodríguez.
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Si el domingo es el día del Señor, ¿Es pecado irme de fiesta ese día?


Es importante recordar que el domingo es considerado el día del Señor en la tradición cristiana. Es el día en el que conmemoramos la resurrección de Jesús y celebramos nuestra fe en Él como nuestro Salvador. Es un día especial para dedicarlo a la adoración, la oración y el descanso.

La Biblia nos enseña que el domingo es un día sagrado. En el Antiguo Testamento, el sábado era el día de descanso prescrito por Dios para el pueblo de Israel. Sin embargo, con la venida de Jesús y su resurrección, los primeros cristianos comenzaron a reunirse en el primer día de la semana, el domingo, para celebrar la Eucaristía y recordar su victoria sobre la muerte.

En Hechos 20,7 leemos: "El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para partir el pan, Pablo les enseñaba". Aquí vemos cómo los primeros cristianos se reunían en el primer día de la semana, el domingo, para celebrar la Eucaristía y recibir enseñanzas de los apóstoles.

Además, en 1 Corintios 16,2, Pablo instruye a los corintios diciendo: "El primer día de la semana cada uno de vosotros aparte algo, según haya prosperado". Aquí vemos cómo se anima a los cristianos a apartar una ofrenda el primer día de la semana, lo que implica que este día tiene un significado especial en la vida de la comunidad cristiana.

En cuanto al Catecismo de la Iglesia Católica, encontramos enseñanzas sobre la importancia del domingo como día de culto y descanso. En el párrafo 2174 se nos dice: "El domingo, día por excelencia de la asamblea litúrgica, debe ser observado en toda la Iglesia como día de gozo y de descanso, en el que se celebra la Resurrección del Señor".

El párrafo 2185 también nos enseña: "Los fieles tienen la obligación de participar en la Misa los días de precepto, entre los cuales ocupa el primer lugar el domingo y las solemnidades". Aquí se enfatiza la importancia de participar en la Misa los domingos y días de precepto, lo que muestra que el domingo es un día especial para la adoración y la comunión con Dios y con la comunidad cristiana.

En cuanto a tu pregunta específica sobre si es pecado irse de fiesta los domingos, debemos tener en cuenta el propósito y la intención detrás de esa fiesta. Si la fiesta implica alegría, celebración y descanso saludable, no necesariamente sería pecado. Sin embargo, si la fiesta implica comportamientos inapropiados, excesos o actividades que van en contra de los valores cristianos, entonces podría considerarse pecado.

Es importante recordar que el domingo es un día dedicado a Dios y a fortalecer nuestra relación con Él. Por lo tanto, debemos buscar actividades que nos acerquen a Dios y nos ayuden a crecer en nuestra fe. Esto puede incluir la participación en la Misa, la oración personal, el estudio de la Palabra de Dios y el servicio a los demás.

En resumen, el domingo es un día sagrado en la tradición cristiana y se considera el día del Señor. Es un día en el que conmemoramos la resurrección de Jesús y celebramos nuestra fe en Él como nuestro Salvador. La Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseñan la importancia de dedicar este día a la adoración, la oración y el descanso. Siempre debemos buscar actividades que nos acerquen a Dios y nos ayuden a crecer en nuestra fe. Si la fiesta que tienes en mente cumple con estos criterios, no necesariamente sería pecado. Sin embargo, si implica comportamientos inapropiados o va en contra de los valores cristianos, entonces podría considerarse pecado.

¿Jesús y el Espíritu Santo son inferiores a Dios Padre?


En primer lugar, es importante tener en cuenta que la doctrina cristiana enseña que Dios es uno y trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto significa que las tres personas divinas son iguales en naturaleza y dignidad, pero distintas en relación. No podemos decir que una persona de la Trinidad es inferior a otra.

La Biblia nos muestra claramente esta verdad. Por ejemplo, en Juan 1,1-3 leemos: "En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de él, y sin él no se hizo nada de lo que ha sido hecho". Aquí vemos que el Verbo (que es Jesús) es identificado como Dios y se dice que todas las cosas fueron hechas por medio de Él.

Además, en Mateo 28,19, Jesús mismo instruye a sus discípulos diciendo: "Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Esta frase nos muestra que las tres personas divinas son mencionadas juntas y se les atribuye igual importancia.

En cuanto al Espíritu Santo, también encontramos referencias a su divinidad en la Biblia. En Hechos 5,3-4, leemos sobre un incidente en el que Ananías y Safira mintieron al Espíritu Santo, y Pedro les dijo: "No has mentido a los hombres, sino a Dios". Aquí vemos que mentir al Espíritu Santo es equivalente a mentir a Dios, lo que nos muestra su divinidad.

Además, en Juan 14,6-17, Jesús habla de enviar al Espíritu Santo y dice: "Y yo pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre, el Espíritu de verdad". Aquí Jesús presenta al Espíritu Santo como otro Consolador, lo que implica que Él mismo es un Consolador y el Espíritu Santo es otro Consolador igualmente importante.

En cuanto al Catecismo de la Iglesia Católica, podemos encontrar enseñanzas sobre la igualdad de las tres personas divinas. Por ejemplo, en el párrafo 253 se nos dice: "El único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, no es la suma de tres seres, sino que es el Misterio de un solo Dios en tres Personas". Aquí se enfatiza que las tres personas divinas son un solo Dios.

También en el párrafo 254 se nos dice: "El término 'persona' designa las relaciones reales que existen entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo dentro de la única naturaleza divina". Esto nos muestra que las tres personas divinas están en una relación íntima y mutua, sin que ninguna sea inferior a otra.

En cuanto a la patrística, encontramos enseñanzas similares. Por ejemplo, San Agustín escribió en su obra "La Trinidad": "El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios; y sin embargo no son tres dioses, sino un solo Dios". Aquí vemos cómo San Agustín enfatiza la unidad de Dios en tres personas.

En resumen, Jesús y el Espíritu Santo no son inferiores a Dios Padre. La doctrina cristiana enseña que las tres personas divinas son iguales en naturaleza y dignidad, pero distintas en relación. La Biblia, el Catecismo de la Iglesia Católica y la patrística nos muestran claramente esta verdad.

Espero que esta respuesta haya sido de tu agrado, querido hermano. ¡Que Dios te bendiga y te llene de alegría!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Este es el sacerdote fisicoculturista que fortalece el alma y el cuerpo


«Dios me da la fuerza y endereza mi camino». Lo de la fuerza es literal. El bíceps que postea en su cuenta de Instagram le avala. El padre Rafael Capó echa mano del salmo 18 para vincular pasión y misión. Es lo que tiene ser cura, culturista e «influencer». Con 54 años, es hoy por hoy uno de los presbíteros católicos con mayor tirón en las redes sociales. Prueba de ello es que fue una de las estrellas del primer Encuentro de «Influencers Católicos» celebrado en reciente la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Lisboa.

«No me lancé al continente digital con un objetivo claro. Sentí que tenía que estar, y empecé a poner fotos y mensajes. Vi como aquello empezó a crecer, la gente me reclamaba más. Entonces, entendí que era un espacio de evangelización», reconoce a LA RAZÓN este sacerdote portorriqueño que cuenta con una parroquia virtual de más de 71.300 seguidores: «Las redes no son ninguna tontería, pueden generar auténticas conversiones, yo puedo certificar que son una plataforma para iniciar un acompañamiento personal porque surgen preguntas, deseos, preocupaciones…».

Y todo, con una percha más propia de la portada de «Men’s Health» que de «L’Osservatore Romano». «Mi hashtag es #fitforthekigndom, o lo que es lo mismo, aptitud y fortaleza para el Reino», añade aunando el graciejo latino con el gancho predicador de los norteamericano.

Alguna novia

Como Bad Bunny hubo un tiempo en que Rafael tuvo alguna que otra novia, pero no hubo boda. «Estuve enamorado más de una vez. Llegué a intentar huir de la llamada del Señor, me empeñé en formar una familia». De hecho, su vocación nació precisamente en la primera JMJ que presidió Juan Pablo II en Roma en 1986. Se apuntó al encuentro porque iba una chica que le gustaba, pero Dios hizo de las suyas a través del Papa polaco y su «Abran las puertas de par en par a Cristo». El joven deportista lo dejó todo, menos la barra y los discos. Alumno de los escolapios, ingresó en su noviciado, pero finalmente se ordenó como presbítero diocesano. Además de pilotar la pastoral de la Sir Thomas University de Miami, es uno de los máximos responsables de la evangelización juvenil hispana de Estados Unidos.

Su dedicación al fitness arrancó en la Secundaria, en pleno apogeo del culturismo con Arnold Schwarzenegger como referente. «El deporte me enseñó desde joven a ser disciplinado, es un estilo de vida», explica como valor que le ayuda a vivir su ministerio y el propio celibato: «No solo me da fuerza física, sino que me robustece al crear unos hábitos que ayudan como la perseverancia, la fidelidad y el sacrificio».

Eso sí, reconoce que tanto en el seminario como en las parroquias donde ha estado destinado le han mirado «raro» por dar culto al cuerpo, incluso haciéndole cuestionar si se trataba de una afición y obsesión que se ponía por encima de su fe. «Hay hermanos sacerdotes que nunca me han comprendido, pero es verdad que ahora está forjándose una nueva generación que entiende, valora y necesita el deporte», sentencia, rebatiendo que esté atrapado en la espiral del espejo, el ego y la tableta abdominal. «Cuidarse físicamente y estar saludable es un deber como sacerdote, porque así puedes servir mejor al Reino de Dios. No me cuido por vanidad ni por verme más atractivo, sino desde una mirada integral, al hilo de la ecología integral que nos pide el Papa».

Los "haters"

Por el contrario, defiende que el gimnasio se ha convertido para él en un punto de conexión con los jóvenes: «Francisco nos invita a estar en salida, a irnos a las periferias donde está la gente». Así, cuando le ven entre las kettlebell sudando la gota gorda, los estudiantes se acercan para charlar con el «pater Supermán». Y Rafael les responde con una rutina para sus cuádriceps y otra para el alma. «Somos una unidad de cuerpo, mente y espíritu. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y ya nos dice san Pablo que el cuerpo es templo de Espíritu. Tenemos obligación de cuidarnos para dar gloria a Dios, aunque es verdad que ha habido momentos en la historia de la Iglesia en los que se ha despreciado el cuerpo hasta verlo como un pecado».

El padre Capó rechaza de plano los esteroides, pero sí tira de suplementos y sigue una dieta que le permite levantar hasta 145 kilos en press banca, subraya que para él no hay mejor alimento que le haga crecer que la Palabra de Dios, la oración y la eucaristía. Es más, cuando toca hacer cardio en la cinta en el remo, cae algún que otro rosario o escucha algún podcast religioso.

Con esta misma soltura teológica, se mueve en redes sociales. En este mano a mano, alterna las mancuernas, el altar y el móvil. «Cada ‘‘influencer’’ tiene su pequeño mundo y el mío pasa por conectar con los jóvenes a través del fitness, del ejercicio y de la salud del cuerpo y del espíritu. Se sienten acompañados porque no siempre la Iglesia ha estado presente y cercano en esta realidad». Zambullirse en el universo digital, aun con unas espaldas de acero, no le libra de los «haters»: «Siempre hay gente que te ataca. Al principio perdía mucho tiempo respondiéndoles, pero ahora no me detengo las piedras del camino, me concentro en contagiar la alegría del Evangelio de Francisco y poner la mirada en Cristo».

¿Por qué se dice que la vida es un tiempo de gracia para elegir o rechazar a Dios?


La vida es, sin duda alguna, un tiempo para elegir o rechazar a Dios. Pero, antes de entrar en detalles, déjame decirte que intentaré no hacer una respuesta dramática, sino esperanzadora, porque Jesús nos ha traído vida y esperanza.

La vida es un regalo maravilloso que Dios nos ha dado. Nos ha dado la capacidad de tomar decisiones y elegir nuestro camino. En cada momento de nuestra existencia, nos enfrentamos a opciones y dilemas que nos invitan a decidir si queremos estar cerca de Dios o alejarnos de Él. Es como un juego de "elige tu propia aventura", donde nuestras elecciones determinan el rumbo de nuestra relación con Dios.

Ahora, ¿por qué decimos que la vida es un tiempo para elegir o rechazar a Dios? Bueno, la respuesta está en la Biblia misma. En el libro de Deuteronomio 30,19-20, Moisés dice al pueblo de Israel: "Hoy pongo ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que vivas tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz y aferrándote a él".

Aquí vemos claramente que Dios nos da la opción de elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Él nos invita a elegir la vida, a amarlo y a aferrarnos a Él. Pero, como cualquier padre amoroso, Dios respeta nuestra libertad y nos permite tomar nuestras propias decisiones.

El Catecismo de la Iglesia Católica también nos habla sobre esta elección. En el párrafo 1036, dice: "Dios predestina a nadie a ir al infierno; para ello se necesita una aversión voluntaria a Dios (es decir, el rechazo de su amor, de su perdón y de su misericordia)". Aquí vemos que el rechazo a Dios es una elección que nosotros hacemos, no algo impuesto por Él.

Ahora bien, ¿por qué es tan importante elegir a Dios en nuestra vida? Pues, mi querido feligrés, elegir a Dios implica elegir el amor, la paz y la felicidad verdadera. En la patrística, los padres de la Iglesia nos enseñan que solo en Dios encontramos la plenitud de nuestro ser y la verdadera realización. San Agustín decía: "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti".

Cuando elegimos a Dios, nos abrimos a su gracia y experimentamos su amor transformador. Nos convertimos en testigos vivos de su amor y llevamos su luz al mundo. Además, al elegir a Dios, nos unimos a una comunidad de creyentes que comparten nuestra fe y nos apoyan en nuestro camino espiritual.

Pero, ¿qué pasa si rechazamos a Dios? Bueno, mi amigo, el rechazo a Dios nos aleja de su amor y nos sumerge en la oscuridad. El rechazo a Dios nos lleva por caminos de egoísmo, violencia y desesperanza. Nos aleja de nuestra verdadera vocación y nos hace perder el sentido de nuestra existencia.

Sin embargo, quiero que sepas que Dios siempre está dispuesto a perdonar y acoger a aquellos que se arrepienten y vuelven a Él. En la parábola del hijo pródigo, Jesús nos muestra el amor incondicional del Padre que espera pacientemente a su hijo perdido y lo recibe con los brazos abiertos.

Así que, mi querido feligrés, te animo a elegir a Dios en cada momento de tu vida. No importa cuántos errores hayas cometido en el pasado, siempre es tiempo de volver a Él y experimentar su amor y misericordia. Elige la vida, elige el amor y elige ser parte de la gran familia de Dios.

Recuerda que la vida es un regalo precioso y efímero. No la desperdicies alejado de Aquel que te creó y te ama incondicionalmente. Vive cada día con alegría y gratitud, sabiendo que estás llamado a una relación íntima con Dios.

Y ahora, mi querido feligrés, espero que esta respuesta haya sido de tu agrado. ¡Que Dios te bendiga y te llene de alegría!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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