La comunión con el Papa, una condición sin la cual no se puede ser un verdadero líder católico


El vértice del año 2022 nos ha dejado una página inolvidable en la historia de la Iglesia al recibir todos la noticia del fallecimiento del papa emérito, Benedicto XVI.

Esa misma tarde, mientras la Basílica de San Pedro se volvía escenario de la alabanza agradecida por el año que estaba acabando, el Papa Francisco, durante la homilía de las I Vísperas de Santa María, Madre de Dios, hacía mención pro primera vez de la persona y la herencia de su predecesor y nos invitaba a dar gracias también por el don de su vida entregada a Dios y a la Iglesia.

Días después, cuando la Plaza de San Pedro se llenaba para las exequias pontificias y católicos del mundo entero seguían la celebración por diversos medios, el Papa Francisco pronunciaba una homilía que, lejos de ser un panegírico, invitaba a todos a ver la vida de Benedicto XVI en y desde la vida de Jesucristo con una profundidad teológica y pascual que invitaba a todos a ir más allá de una mirada relativista o apesadumbrada y que – a la vez – invitaba a todos a experimentar en carne propia la gracia de una existencia enmarcada por la esperanza y por los dones de la fe y la caridad.

De esta manera, ambos pontífices: uno emérito ya fallecido y tendido sobre el suelo de la plaza vaticana, y el otro, ejerciendo el supremo ministerio petrino, daban al mundo una cátedra preclara de lo que es una auténtica “hermenéutica de la continuidad”, pues mostraban sencillamente cómo en la Iglesia Católica, el ministerio papal no es una pieza más de los poderosos de este mundo, sino una sucesión de humildes colaboradores de la viña del Señor a los que Jesús, mirándolos con misericordia, los ha elegido.

Sin embargo, en medio de esta dulce epifanía de la Iglesia, algunos miembros de ella se enfrascaban en una serie de teorías conspiratorias o de comparaciones absurdas que sólo evidenciaban una existencia cristiana carente de la profundidad del misterio de la providencia, pues si se confía en la promesa de Cristo de que las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella, luego entonces, una lectura tan mundana de los acontecimientos eclesiales sólo denotaría que a la base hay una grave crisis de fe.

Y sobre todo, lo que hacía más escandalosa esta situación era que quienes propiciaban este tipo de lectura y actitudes eran personajes que se ven a sí mismos como referentes o líderes católicos que, sin embargo, estaban tomando una actitud adversa y maledicente contra el Papa Francisco y su inmediato predecesor.

Esto, en consecuencia, nos llevaría a plantearnos una interrogante profunda ¿Cómo puede ser alguien auténticamente un líder católico si no está en comunión con el Papa o si su liderazgo es un liderazgo beligerante, de ataque o maledicente contra él?

La comunión con el Sucesor de Pedro

Esta situación no es ni siquiera una cuestión de ética laboral o de trabajo, pues – como el mismo Papa Francisco lo ha afirmado en repetidas ocasiones – “no somos una empresa asistencial o una ONG”, sino que responde a una exigencia mucho más profunda: la exigencia de la comunión como fruto de la acción del Espíritu Santo en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia y de la cual, el mismo Jesús quiso que San Pedro y sus sucesores fueran la cabeza visible de la misma.


De esta manera, si bien es cierto que en la Constitución Dogmática Lumen Gentium, la Iglesia confirmó y profundizó sobre su ser Pueblo de Dios en su segundo capítulo y sobre la jerarquía y el episcopado en el tercero, no deja de llamar la atención que se reiteran las afirmaciones de los concilios de Trento y del Vaticano I, mediante los cuales se afirma la vocación singular y la importancia vital para todo el cuerpo de la Iglesia del ministerio petrino.


Ahora bien, si de los obispos se afirma que no pueden ejercer plena ni válidamente el ministerio episcopal sin estar sujetos a la autoridad del Sumo Pontífice (Cf 22 y 23) ¿Qué puede hacerle pensar a los laicos o a algunos presbíteros que pueden ser plenamente católicos o ejercer un auténtico liderazgo si hace de su vida y de su “apostolado” una agenda política – ideológica para atacar una y otra vez al Pastor de todo el Pueblo de Dios? Y no es que esto sea un fenómeno exclusivo del pontificado franciscano, porque también Benedicto XVI, Juan Pablo II y los anteriores pontífices también han experimentado el llamado “fuego amigo”, sea de quienes pretenden erigirse en defensores de la “ortodoxia y la tradición” o de quienes se sienten los líderes de un progresismo que sustituye el evangelio por la ideologías libertinas del momento disfrazándolas de “signos de los tiempos” o de utópicas “encarnaciones”; Sin embargo, y sobre todo en razón de las redes sociales, esta beligerancia se ha acentuado porque se presenta bajo las máscaras de la falsa erudición (canales de conferencias “católicas”), de una alternativa “Doctrina Social de Iglesia”, que más bien se presenta como un liberalismo o comunismo disfrazados de fe católica auténtica y que no se limita en atacar al Papa si éste estorba a sus intereses político – económicos y, finalmente, porque hace de la totalidad de la fe católica no un don que compartir evangelizando, sino una ideología que sólo puede compartirse de forma proselitista bajo el absurdo grito de “batalla cultural”.

Un liderazgo católico jamás podrá ser algo que pueda desarrollarse al capricho de quien lo quiere llevar adelante de forma egoísta y – mucho menos – puede ejercerse yendo en contra del Papa como líder supremo visible de la Iglesia y que se define a sí mismo como “Siervo de los siervos de Dios”. Esta incoherencia en el liderazgo sólo podría conducir a una actitud de perdición en la que el “líder católico” y sus seguidores terminarían yendo al precipicio de la dictadura de relativismo, que ya acusaba el Cardenal Ratzinger en su famosa homilía de la Misa “pro eligendo pontifice” y que haría de ellos todo menos lo que el Papa Francisco propone en el capítulo V de la Evangelii Gaudium: evangelizadores con Espíritu.

Un liderazgo sin comunión con el Papa es dictadura

Por tanto, si para un bautizado la llamada a la comunión con el Sucesor de Pedro no es sólo una buena intención que se puede tener o no, sino una auténtica necesidad existencial para una fe plena, para un líder católico, la comunión con el Papa es condición sin la cual no se puede ejercer un liderazgo plenamente católico, porque intentará plantear un catolicismo decapitado, sin un Pastor supremo, elegido no por conspiraciones paranoicas, sino por la misericordiosa providencia de Dios. Sin esta mirada de fe, sin esta caridad, el liderazgo se volverá tiranía, tal vez con más o menos alcance numérico, pero traicionará la esencia del liderazgo católico: ser hombres y mujeres al servicio de la semilla del Reino de Dios.

Que la muerte de Benedicto XVI y el ejemplo del papa Francisco nos renueven en el empeño de ser más y más discípulos y misioneros de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida.

Por: Pbro. Lic. Teol. Cristopher Cortés Pliego. Presbítero de la Arquidiócesis de Puebla de los Ángeles y miembro de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos

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