¿Jesús rechazó a la Virgen María y "la puso en su lugar" como afirman algunos protestantes?



En la Biblia encontramos dos momentos muy similares en que Jesús parece rechazar o restarle importancia al papel su madre, la Virgen María. Analicemos estos dos pasajes y veamos por qué de hecho Jesús acaba haciendo lo opuesto, aunque no se obvio a primera visa.

Mt 12,46-50:

«Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte». Pero él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre»».

Lc 11,27-28:

«Alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: «¡Bendito el seno que te llevó y los pechos que te criaron!». Pero él dijo: «Benditos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan»».

¿Cuál es la manera correcta de interpretar esas citas bíblicas? El apologeta angloparlante Joe Heschmeyer nos ayuda a hacerlo, recurriendo al contexto, es decir, a la importancia que en ese entonces se daba a las líneas de sangre, y también a todo lo demás que la Biblia nos dice sobre el papel de la Virgen, que no se pueden ignorar.

Contexto: el linaje

Jesús es el descendiente que Dios le había prometido al rey David: «Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realiza para siempre» (2 Sam 7,13). Y en realidad, Cristo viene a establecer este reino. Dice: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la buena nueva» (Mc 1,15).

Sin embargo, como recalca nuestro apologeta, la diferencia más grande entre el reino de David y el reino de Cristo es que el reino de Cristo no será establecido a base de líneas de sangre o matrimonios contraídos. Todo lo contrario, uno puede hacerse miembro de esta «nueva dinastía» por la fe: «A todos los que [lo] recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1,12).

Esto es lo que Cristo quiere recalcar en los pasajes anteriores: que su reino no depende de las líneas de sangre, sino que todos estamos invitados a formar parte de la familia de Jesús a través de la fe.

¿Qué del papel de María?

Aunque podemos descifrar la verdadera intención de Jesús según el contexto del reino, como ya lo hemos visto, la pregunta del papel de María aún sigue sin resolverse. Después de todo, ¿acaso Jesús no le resta importancia cuando en Lc 11,27 dice que más bien son benditos «los que oyen la palabra de Dios y la guardan» y no la que lo «llevó en su seno» y lo «amamantó»?

El apologeta responde: «Parece que este pasaje dice: «María no es bendita o dichosa», pero ese no puede ser el caso, porque Isabel, llena del Espíritu Santo, ya había proclamado: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre» (Lc 1,42)».

Entonces María sí es bendita como Madre de Dios; mas no es bendita por su sangre, sino por su fe. Esto lo confirma Isabel cuando dice: «Bendita la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor» (Lc 1,45).

Verdadera maternidad

«Así que la maternidad de María es verdadera, pero no se limita a la sangre, sino que, de manera todavía más importante, María es madre en la fe», afirma. «Por ello, entrar en la familia de Jesús en parte significa que María también se convierte en nuestra madre, a pesar de que no somos parientes suyos».

Jesús afirma este hecho en la cruz: «Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre»» (Jn 19,26-27). Al decir esto, Jesús no solo le ordena a Juan cuidar de la Virgen María, sino que también le pide que la vea como madre, y a ella que vea a Juan como hijo, a pesar de que la madre biológica de Juan también estaba presente (Mt 27,56), explica el apologeta.

«Y no pensemos que estas palabras solo estaban dirigidas al apóstol, pues son para todo discípulo amado», concluye. «Así lo hace notar el libro del Apocalipsis, que muestra a la Reina del Cielo como la madre de Jesús (Ap 12,5), y dice que «el resto de sus hijos» son «los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12,7)».

Conclusión

Todo esto nos ayuda a concluir que Jesús no rechazó o le restó importancia al papel de María, sino todo lo contrario. Al leer estos pasajes a la luz del contexto judío y de toda la Escritura, vemos que Jesús la pone como Madre en la fe de todos los cristianos y exalta el hecho de que ella es bendita precisamente porque oyó la palabra de Dios e hizo su voluntad.

Autor: Vladimir Pérez.

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