Decidida a quitarse la vida, pidió a Dios una señal para no hacerlo y esto fue lo que recibió



Nueve años hace que Rosa María empezó a mostrar los primeros signos de una enfermedad que prontamente cambió su vida: en muy poco tiempo quedó postrada en cama por el dolor, la inflamación y la rigidez a causa de una artritis reumatoide que afectó severamente sus articulaciones.

Para entonces, Rosa María contaba con la ayuda de su esposo, José Desiderio, y de su hija Sandra, quien se encargaba de la mayor parte de sus cuidados: la levantaba de la cama para llevarla al baño, la aseaba, le cambiaba la ropa y todo lo que requería en su enfermedad.

Sin embargo, dos años después de que iniciara con la artritis reumatoide, su esposo falleció, y ella cayó en una profunda depresión. Toda la responsabilidad de sus cuidados y del hogar, quedó en manos de su hija, quien tenía que hacer enormes esfuerzos para poder sacarla adelante.

Para Rosa María aquello ya no era vida, y en lo único que pensaba era en suicidarse. Así lo tenía decidido. De manera que comenzó a pedir a Dios una señal para no hacerlo: algo que la hiciera reaccionar, deshacerse de esa idea.

Una señal poderosa


Cuenta Rosa María que por aquel entonces, decidida totalmente a quitarse la vida, logró llegar por ella misma al baño, y justo cuando iba a proceder, entró su hija y le dijo: “¡Estoy embarazada!”.

Aquella noticia tan repentina definitivamente representó para Rosa María una poderosa señal del amor de Dios, un signo claro de que la amaba y de que quería que siguiera con vida.

“Esa ocasión levanté la cara y le dije a Dios: ‘Esa debe ser tu señal, Señor. Y no quiero nada más. Sólo, si tú así lo deseas, concédeme poder moverme para ir al baño. No te pido más”.

Don José Desiderio había fallecido un 20 de diciembre, y el 25 de diciembre del siguiente año nació el pequeño Andrés. Pero aquel signo del amor de Dios no vino sólo: Rosa María comenzó a recobrar la movilidad; paulatinamente pudo hacerse cargo de sus propios cuidados, y retomar después sus actividades en el hogar.

Su vida hoy

Rosa María desde hace un tiempo es beneficiaria de un programa de despensas de la Cáritas Parroquial en la Preciosa Sangre de Cristo (colonia Gómez Farías). Su hogar es modesto, pero sumamente cálido. Y ahora, entre ella, su hija Sandra y el pequeño Andrés atienden felizmente un puestecito de botanas a la salida de su casa.

Así, ordinariamente Rosa María se va muy temprano a Cáritas para ser la primera en la fila, y corre rumbo a casa para poner el puesto y poder vender sus botanas, sobre todo a los barrenderos que a esas horas de la mañana andan muy activos por la colonia. “Si vendo 20 pesos, con eso está bien; no necesitamos mucho para estar contentos”.

Como consecuencia de aquella artritis reumatoide, a veces Rosa María se siente adolorida y sin fuerzas para levantarse de la cama, pero el pequeño Andrés la consuela: “Mamá -me dice-, no estés triste. Hazme un lugarcito. Yo te voy a llenar de amor”.

La más reciente bendición

Durante siete años, Rosa María no ha parado de ver señales del amor de Dios, quien se manifiesta en su vida de una u otra manera.

“Hoy Dios me ha mandado una nueva bendición -señala-: el Cardenal Carlos Aguiar vino a mi casa, que es un hogar muy humilde y pequeñito, y nos ha dado la bendición. Ha sido algo muy emocionante recibirlo a él y al Obispo. El Señor me llena de bendiciones, siempre se acuerda de mí”.

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