#Afteroffice: el especial "detrás de cámaras" (Parte 6)

Especial de recuento

Por Juan M. Rodea

El #Afteroffice (Parte 6): ¿hemos de comenzar a pensar en los demás?


He de reconocer que a pesar de ser egresado de la carrera de economía desde el principio de esta década y haber tenido cierto tiempo preparándome más de allá de la formación católica básica, veía frecuentemente el antes mencionado término de la economía de la Salvación en publicaciones diversas de otros católicos, pero francamente no le prestaba atención incluso cuando comenzaba a aprender en qué consistía mi línea favorita, que por mi perfil y vocación es la Doctrina Social de la Iglesia y que por excelencia lleva implícitos todos los elementos habidos y por haber de las ciencias sociales y su metodología dado que se trata de la dimensión social de la Fe, especialmente la economía.

Y llegó un momento en el que vi ya frente a mi la necesidad de responder a una interrogante –algo que se habrá dado cuenta el lector que como autor me caracteriza–, me preguntaba directamente sobre el significado del concepto de la economía de la Salvación y tenía que ver con la Doctrina Social de la Iglesia dado que aborda un poco la economía como parte de la acción humana aunque evidentemente eso de la economía de la Salvación no se relacionara ni tantito con lo que aprendí en la universidad.

Mi sorpresa fue que la respuesta la obtuve cuando menos la pensaba obtener: fue hace poco que me pidieron preparar un tema sobre los Sacramentos y que en el Catecismo de la Iglesia Católica descubrí que en efecto, hay un mundo de diferencia entre ambos temas, pero el origen es asombrosamente el mismo desde la etimología: "la regla de la casa" –traducción literal de la palabra compuesta– era una forma coloquial que tenían los griegos de referirse a un proceso de distribución y ministración de algo por demás valioso, que en este caso es la Salvación y la forma en que esto debería ser está muy bien explicada en la carta a los efesios (cfr. CIC Num. 1066).

Y después de la profundización en algo tan amplio en su esencia, me di cuenta que la transformación del mundo propuesta por el Plan de Salvación tiene alcances que nos implican no solamente nuestra propia persona, sino que nos involucran necesariamente con los demás, por algo es indispensable la labor de evangelización en todas sus formas y cuando acordé ya estaba llevando en la sección la línea de la interacción con los demás como vivencia del Evangelio, todos los hombres para quien Dios se entregó por medio de Cristo para salvarnos (1 Tim. 2,1-4), ¿y qué somos los hombres para que Dios se acuerde de nosotros? (Sal. 8,5):




Ya que Dios se ha acordado del hombre, ¿cómo no oir su gemido universal? (Evangelium vitae Num. 31), y una vez atendido y descubierto el Plan de Salvación como solución a ese problema de escala mundial, ¿con qué elementos contamos para insertarnos en él e insertar a las personas a nuestro alcance?:



¿Y para qué nos sacó Dios del seno de nuestra madre? (Jb. 10,18), ¿para qué vivimos?, esa respuesta ya la tenemos a medida que nos acercamos a la Fe, pero hay gente que se lo sigue preguntando sin cesar, sin saberlo y sin obtener ninguna clase respuesta, podemos en esa búsqueda ganar el mundo, pero ¿de qué nos serviría tenerlo todo si nos perdemos a nosotros mismos? (Mc. 8,36):



Ya que nos hemos sabido descubrir y descubrir a los demás debemos repasar, ¿estamos seguros de que sabemos quién es nuestro prójimo? (Lc. 10,29), y ya que lo tenemos ubicado, ¿cómo podemos lograr junto a nuestro prójimo una Justicia perfecta en el Amor?:



Ahora bien, eso es hacia nosotros mismos y hacia nuestro prójimo a quien vemos, pero, ¿amamos a Dios?, ¿y qué tan seguros estamos del Amor de Dios como para amarlo a Él de vuelta con todo lo que podamos?:



Todo se resume al primero de todos los mandamientos en sus dos dimensiones: amar a Dios y amar al prójimo. Todo esto se da en la medida que dejamos que el Amor de Dios nos toque, y para que esto sea posible debemos meditar en la forma en que opera y mediante qué se desarrolla en nuestras vidas:



Y ese Amor de Dios es incondicional, ¿quién podría separarnos de Él? (Rom. 8,35), aún si hubiese pena, dolor y muerte de por medio en Cristo somos más que vencedores, ¿y cómo podríamos en esa muerte resucitar con nuestro Señor en su Gozo?:



Y claro está que ese Amor incondicional nos lleva a creer y actuar al mismo tiempo y llevarnos a despertar a una vida de Fe que sea una Esperanza plena en el Amor:



Milagro más grande que la Caridad activa desde la base del Plan de Salvación no puede haber, todo sea por ver y compartir la Gloria de Dios, ¿y sabemos cuáles son los requisitos para alcanzarla?:



Y pues ¿quién como Dios?, ¿y quién es digno de su Gloria?, habiendo sido dóciles a ese Amor del Plan de Salvación hemos de alcanzar la santidad para poder ser dignos, ¿y qué nos hace falta a cada uno para ser santos?:



Y al final del día ¿dónde y cómo?, pues todos los cristianos nos referimos a la Sagrada Escritura como referencia común, pero, ¿es la Biblia la única regla de Fe?, para nosotros los católicos hay más que eso, ¿y qué tanto podríamos conocer de la Tradición a través del Magisterio de la Iglesia como complemento de la Revelación?:



Prácticamente el tesoro completo de la Economía de la Salvación con su alcance universal lo encontramos en la Iglesia católica, de ahí la importancia que le di a esos temas en las últimas preguntas, y en adelante saber esto nos ayuda e implica a vivir una nueva etapa de Fe: ¿después de la Expansión del Reino qué sigue?

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