¿Cómo puedo escuchar la voz de Dios?



Por: Padre Alberto Medel. 

Partamos del hecho de que al orar lo hacemos porque esperamos en algo o en alguien, porque esperamos un bien o porque esperamos algo de aquel a quien le rezamos. Santa Teresa de Jesús, la gran maestra de la oración, la define como “el diálogo de amor con quien sabemos nos ama”. En una definición tan simple y a la vez profunda encontramos luz para aprender a orar con esperanza.

1. “Diálogo”, dice santa Teresa, y el diálogo se da entre dos, es un simple ejercicio de comunicación que implica hablar, escuchar, responder, comprender, atender. Si no hay estos elementos, no hay diálogo, es más bien un monólogo, uno que se habla a sí mismo, aunque aparentemente dos estén platicando. Sucede en una pelea, los litigantes se dicen cosas, discrepan, pero como no se escuchan, defienden cerradamente sus puntos de vista y llegan a grados tales como la ofensa y la descalificación. En un diálogo, aunque haya discrepancia en los puntos de vista, el escuchar al otro, el tratar de entender al otro, me abre a la oportunidad de comprender, de ceder, de “ponerme en sus zapatos” y entonces de enriquecerme y de abrirme al acuerdo y a la concordia.

2.- “…de amor” un verdadero diálogo es un acto de amor, porque en el diálogo hay confianza en el otro, hay apertura, hay generosidad; el siempre hecho de disponerme a escuchar es en sí un acto de amor.

3.- “… con quien sabemos nos ama”: En este caso, este diálogo de amor se abre naturalmente al experimentar el amor del otro, dialogar con quien sabemos que nos ama tiene como antecedentes la confianza, la seguridad, la franqueza, la honestidad y, hasta cierto punto, el acuerdo previo, es decir, la disposición de comprendernos y de entrar en comunión.  Pues bien, esto es la oración, cada uno de nosotros ante Dios, hablando con confianza, con honestidad, con apertura, experimentando ante todo su escucha atenta, su “ponerse en nuestros zapatos”. Pero, si es un diálogo, lo mismo se dice al revés, es decir, que Dios espera de nosotros la misma actitud de escucha, de confianza, de honestidad, de apertura y de amor.

La esperanza, como virtud cristiana, tiene como objeto a Dios mismo y, por lo tanto, a su Palabra, nosotros no esperamos en la suerte, ni en el “a ver qué pasa”, ni en “una moneda lanzada al aire y a ver de qué lado cae”, mucha gente así “espera en Dios”, como deseando que Dios “amanezca de buenas” y me conceda lo que le pido, o, “a ver si Dios se decide a responderme”.

Estas formas de pensar que se traducen en una forma de orar, no son oración, porque se va a Dios como en un monólogo, a hablar y a expresar sin importar lo que Dios tenga que decir.  Dios es nuestra esperanza, los cristianos ponemos nuestra esperanza en Él y, si bien tenemos que ir a exponerle a Dios todo lo que tenemos en el corazón y descargar en Él todo lo que necesitamos, también tenemos que orar escuchando lo que Él nos quiere decir, lo que Él “opina” de lo que le estamos diciendo y, más bien, lo que Él espera de nosotros en lo que le estamos pidiendo. Sólo cuando vamos a Él con esta apertura dialogal, es cuando hacemos verdadera oración y nos abrimos a la esperanza cierta.

Ahora bien, falta un pequeño detalle: ¿cómo escuchar la voz de Dios? ¿Tengo que esperar a una revelación particular, a un signo especial, a una vocecita interior que me diga “haz así…”?  NO, y si oyes voces que te dicen lo que tienes que hacer… corre a un psiquiatra.

Si Dios es nuestra esperanza, tenemos que ir a la Palabra de Dios que es Jesucristo y su Evangelio, allí está lo que Dios espera de nosotros y lo que nosotros hemos de esperar en Él, allí está lo que quiere decirnos y en lo que hemos de confiar.

Orar con esperanza es, entonces, abrirnos confiadamente a Dios que nos escucha con amor, que le gusta oír lo que le tenemos que decir, con nuestras palabras y con nuestros modos, a descargar todo lo que tenemos en el corazón, aunque parezca absurdo, pero también, a escucharlo a Él, a dejarnos iluminar por su Palabra, a dejarnos guiar por su luz, a confiar que el inmenso amor que ya nos mostró en su Hijo Jesucristo quiere que se haga presente en lo que nos preocupa y nos duele.

Orar con esperanza es dialogar con un Dios que cumple lo que promete y no más que eso, y que nos dará cuanto conviene y nos ayudará a comprender lo que nos parece oscuro si nos dejamos iluminar por Él. Orar con esperanza es, finalmente, tener la certeza de saberme escuchado y de saber escuchar al que todo lo sabe y todo lo puede.

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