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¿Por qué Dios permite las desigualdades tantas abismales?


¡Qué gran pregunta! Y te lo digo sinceramente, porque todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos hecho esa misma pregunta: ¿por qué hay tanta desigualdad en el mundo si Dios es bueno? Si Él es justo, ¿por qué parece que unos tienen mucho y otros tan poco? Así que, vamos a charlar sobre este tema con calma, como si estuviéramos tomando un café después de la Misa.

Primero, vamos a partir de algo que todos sabemos y creemos: Dios es amor y es infinitamente justo. Él no es indiferente al sufrimiento humano ni cierra los ojos ante la injusticia. Ahora bien, esto no significa que todo en el mundo funcione de manera perfecta o que todos tengamos las mismas oportunidades. De hecho, desde el inicio de los tiempos, la humanidad ha tenido que enfrentar situaciones difíciles, de pobreza, enfermedad y, sí, de desigualdad.

La Creación y la libertad humana

Para entender mejor esto, debemos retroceder un poco al inicio de todo: la Creación. Dios, cuando nos creó, nos dio un regalo maravilloso que es la libertad. Somos libres para amar, para hacer el bien, pero también podemos hacer lo contrario, elegir el mal. Y ese es un punto clave, porque muchas de las desigualdades que vemos en el mundo no son directamente "culpa de Dios", sino que son resultado de nuestras propias acciones como seres humanos.

Imagina un mundo donde no tuviéramos libertad para elegir. Sería un lugar frío, sin amor genuino, porque el amor solo puede existir donde hay libertad para elegir amar. Pero esta libertad también trae consecuencias. Desde el pecado original, la humanidad ha vivido las consecuencias de sus decisiones. Y muchas de las desigualdades que vemos hoy son fruto de malas decisiones que la humanidad ha tomado colectivamente a lo largo de la historia.

Por ejemplo, la pobreza extrema en muchos lugares del mundo tiene mucho que ver con las injusticias sociales, la avaricia, la corrupción y la falta de caridad. San Juan Pablo II hablaba de las "estructuras de pecado", que son sistemas en la sociedad que perpetúan la injusticia. Estas estructuras son resultado de acciones humanas, no de Dios.

La parábola de los talentos

Jesús nos enseñó algo muy profundo en la parábola de los talentos (Mateo 25,14-30). ¿La recuerdas? A cada siervo, el amo le dio una cantidad diferente de talentos: a uno le dio cinco, a otro dos, y a otro uno solo. Ahora, uno podría preguntarse: ¿por qué el amo no dio la misma cantidad a todos? Pero el punto de la parábola no es la cantidad de talentos que cada uno recibió, sino qué hicieron con lo que recibieron.

Dios nos ha dado a todos talentos y oportunidades diferentes. Algunos nacen en familias ricas, otros en situaciones más humildes. Algunos tienen salud de hierro, mientras que otros enfrentan enfermedades desde muy jóvenes. Pero lo que realmente importa es cómo utilizamos lo que Dios nos ha dado. ¿Cómo podemos usar nuestros talentos, nuestra riqueza, nuestro tiempo y nuestras oportunidades para hacer el bien y ayudar a los demás? Ahí está la clave.

La desigualdad y la Providencia de Dios

A veces, vemos la desigualdad desde una perspectiva muy limitada, porque solo vemos lo que está delante de nuestros ojos, pero Dios tiene una perspectiva mucho más amplia, desde la eternidad. La Biblia dice en Isaías 55,9: "Mis caminos no son vuestros caminos, ni mis pensamientos vuestros pensamientos". Esto significa que lo que para nosotros puede parecer injusto o incomprensible, puede tener un propósito mayor que no alcanzamos a ver.

Dios no es indiferente al sufrimiento humano. De hecho, Jesús mismo experimentó la pobreza, el dolor y la injusticia cuando vino al mundo. Él no vino como un rey poderoso, sino como un carpintero humilde, y sufrió la peor de las injusticias: la crucifixión. Pero ese sufrimiento no fue en vano. A través de su muerte y resurrección, nos mostró que incluso en el mayor sufrimiento puede haber redención y esperanza.

En la carta a los Romanos, San Pablo dice algo muy profundo: "Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman" (Romanos 8,28). Esto no significa que todo lo que pasa es bueno, pero sí que Dios puede sacar bien del mal. Incluso las situaciones más difíciles pueden ser oportunidades para que crezcamos en amor, en fe, y en solidaridad con los demás.

Nuestro llamado a ser instrumentos de justicia

Dios permite la libertad humana, y con ello, permite que existan desigualdades, pero también nos llama a nosotros, como sus hijos, a ser instrumentos de justicia y amor en el mundo. No podemos cambiar toda la desigualdad de la noche a la mañana, pero sí podemos hacer una diferencia en la vida de las personas que nos rodean.

Recuerda la parábola del buen samaritano (Lucas 10,25-37). En esa historia, un hombre fue atacado y dejado por muerto en el camino. Muchos pasaron de largo sin ayudarlo, pero el samaritano se detuvo y lo asistió, sin importar las diferencias culturales o sociales entre ellos. Jesús nos llama a hacer lo mismo: a detenernos, a ver las necesidades de los demás y a hacer lo que esté en nuestras manos para aliviar su sufrimiento.

Aquí entra el concepto de la caridad. El Catecismo nos enseña que la caridad es la virtud por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios (Catecismo, 1822). Esto no es solo dar limosna o ayudar al que tiene menos, sino hacer todo lo posible para promover la justicia y la dignidad de cada persona. Como dijo el Papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti: "El amor fraterno solo puede ser desinteresado, ya que el amor es más verdadero cuanto más gratuito es".

¿Qué podemos hacer ante la desigualdad?

Ahora, tal vez te estés preguntando: "¿Y yo qué puedo hacer ante tanta desigualdad?" Lo primero, como cristianos, es abrir los ojos y el corazón. No podemos ser indiferentes. Como dijo Jesús, "los pobres siempre los tendréis con vosotros" (Mateo 26,11), pero eso no significa que debemos ignorar su sufrimiento. Al contrario, estamos llamados a actuar.

  • Ayuda concreta: Podemos empezar por lo más sencillo, ayudando a quienes están a nuestro alcance. Puede ser un vecino en necesidad, una organización que trabaje con los más pobres, o incluso una pequeña donación a causas justas. Todo cuenta.

  • Transformar la sociedad: También estamos llamados a trabajar por una sociedad más justa. Esto puede ser denunciando las injusticias, votando por líderes comprometidos con el bien común, o educándonos sobre temas sociales para ser parte de la solución.

  • Orar y confiar en Dios: Y por último, pero no menos importante, debemos orar. A veces parece que las desigualdades del mundo son tan grandes que no podemos hacer nada, pero nunca debemos subestimar el poder de la oración. Dios escucha nuestras súplicas y actúa a través de nosotros para cambiar el mundo.

En resumen

Dios permite la desigualdad porque respeta nuestra libertad y nos llama a actuar con amor y justicia en el mundo. No siempre entenderemos completamente por qué ocurren ciertas cosas, pero sí sabemos que Él está presente en medio de nuestro sufrimiento y que, a través de nosotros, puede traer consuelo y justicia. Nuestro papel como cristianos es hacer lo que esté en nuestras manos para aliviar el sufrimiento y luchar contra las injusticias, confiando siempre en que Dios, en su infinita sabiduría, tiene un plan más grande de lo que podemos ver.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Cómo puedo acercarme más a Dios en medio de la rutina diaria?


¡Qué buena pregunta! Y te aseguro que no eres el único que se la hace. La vida cotidiana, con todas sus obligaciones, a veces puede parecer como una barrera que nos separa de Dios. Trabajo, estudios, familia, amigos, compromisos sociales… ¡Es fácil sentirse atrapado en la rutina y pensar que no hay tiempo para la vida espiritual! Pero la buena noticia es que Dios está presente en cada rincón de tu día y, con un poco de esfuerzo, puedes encontrarlo incluso en medio de tu rutina diaria. Aquí te voy a compartir algunas ideas que pueden ayudarte a acercarte más a Dios sin necesidad de hacer cambios drásticos en tu vida, porque el Señor siempre está listo para encontrarse contigo en tu día a día, tal como eres y donde estás.

1. Transforma lo ordinario en extraordinario

Lo primero que debemos recordar es que la vida cristiana no se limita a los momentos de oración en la iglesia o en nuestro tiempo personal con Dios. Sí, es esencial tener momentos de oración dedicados, pero Dios no se queda solamente en esos momentos formales. Él está presente en cada detalle de nuestra vida cotidiana. San Pablo nos lo recuerda cuando dice: “Ya sea que coman, que beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10,31). Todo, absolutamente todo lo que haces, puede convertirse en una oportunidad para acercarte a Dios y ofrecerle tu amor.

Por ejemplo, cuando trabajas, estudias, limpias la casa, cuidas de tu familia o haces ejercicio, ¡todo eso puede ser un acto de amor y ofrenda a Dios! Si haces cada tarea con la intención de ofrecerla como un regalo a Dios, estás santificando tus actividades diarias. No necesitas cambiar lo que haces, sino cambiar el propósito con el que lo haces. Piensa que cada pequeño esfuerzo que realizas es un acto de amor por Dios. Esto convierte lo ordinario en extraordinario, porque lo que parece una simple tarea se convierte en una oportunidad de encuentro con Dios.

2. La oración continua: pequeñas conversaciones con Dios

Otra forma muy eficaz de acercarte más a Dios en medio de la rutina es practicar la oración continua. Y no te asustes, no estoy hablando de pasarte todo el día rezando en voz alta. Se trata más bien de tener pequeñas conversaciones con Dios a lo largo del día. Dios es tu amigo más cercano, y no necesitas usar palabras rebuscadas o un momento especial para hablar con Él.

Piensa en cómo hablas con un buen amigo a lo largo del día. Quizá le mandas mensajes cortos, a veces solo un saludo o un pequeño comentario. ¡Así puedes hablar con Dios! Cuando vas de camino al trabajo, puedes agradecerle por el día que comienza. Si estás enfrentando un desafío, pídele ayuda y sabiduría. Si algo te sale bien, dale gracias de inmediato. Y cuando algo te angustia o te molesta, exprésale tus sentimientos. Dios quiere estar involucrado en todos los aspectos de tu vida, no solo en los momentos de oración formal.

Este tipo de oración continua no necesita mucho tiempo ni esfuerzo, pero te mantiene en sintonía con Dios durante todo el día. Incluso puedes hacerlo en silencio, en lo profundo de tu corazón. Como dice San Francisco de Sales: “Una breve alabanza a Dios en medio de tus actividades vale más que una larga oración después de ellas, hecha con cansancio”.

3. Saca pequeños momentos para la oración personal

Aunque Dios está presente en nuestra rutina, también es importante que saquemos pequeños momentos durante el día para orar. No tiene que ser algo largo ni complicado. Pueden ser solo cinco minutos en la mañana o en la noche, o incluso en un descanso durante el día. El truco está en ser intencional y constante. Como dice el Salmo 63,2: “Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo; mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti”. Ese pequeño anhelo que tienes en tu corazón de buscar a Dios, ¡es una señal de que el Espíritu Santo está obrando en ti!

Una práctica que puede ayudarte es la lectura de la Palabra de Dios. Puedes leer un breve pasaje del Evangelio cada día y meditar en él. La Palabra de Dios es viva y eficaz (Hebreos 4,12), y al leerla nos ayuda a entender mejor su voluntad y nos inspira a seguir a Cristo en todo momento. No se trata de leer mucho, sino de dejar que lo que lees toque tu corazón y guíe tus acciones.

4. El poder de los sacramentos

No podemos hablar de acercarnos más a Dios sin mencionar los sacramentos, que son encuentros concretos con Cristo. En especial, la Eucaristía es el corazón de la vida cristiana. Si es posible para ti, trata de participar en la Misa al menos una vez entre semana, además del domingo. No tienes que hacer grandes cosas para acercarte a Dios; solo acércate al altar y recibe a Cristo en la comunión. Él viene a ti de una manera única y real a través del pan y el vino consagrados. ¡No hay nada más cercano que recibir al mismo Jesús en tu cuerpo!

Además, el sacramento de la Reconciliación es otra manera de renovar nuestra relación con Dios. Si sientes que tu vida espiritual está un poco apagada o que te has alejado de Dios, la confesión es como una nueva oportunidad para empezar de nuevo. Dios nunca se cansa de perdonarnos, como dice el Papa Francisco. Él siempre está esperando con los brazos abiertos para que volvamos a Él.

5. La importancia de la comunidad

A veces, sentimos que nuestra fe es algo personal, entre nosotros y Dios, pero también es algo comunitario. El cristianismo no se vive en solitario, sino en comunidad. Por eso, una forma de acercarte más a Dios es involucrarte en la vida de la Iglesia y en tu comunidad de fe. Puede ser tan simple como participar en algún grupo parroquial, hacer voluntariado, o incluso pasar tiempo con amigos que comparten tu fe.

Jesús nos dijo: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo” (Mateo 18,20). Así que, al compartir tu fe con otros, también estás acercándote más a Dios. Y no solo eso, sino que también puedes encontrar en los demás un apoyo para tu vida espiritual. A veces, los demás nos ayudan a ver a Dios en lugares donde no lo habíamos notado.

6. Busca a Dios en el prójimo

Por último, una manera muy especial de acercarte a Dios en la vida diaria es a través del amor al prójimo. Jesús nos dice en el Evangelio de San Mateo: “Todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicieron” (Mateo 25,40). Cada vez que actúas con amor, generosidad y compasión hacia los demás, estás acercándote a Dios de una manera muy concreta.

Puedes encontrar a Cristo en las personas que te rodean: en tu familia, en tus compañeros de trabajo, en tus amigos y hasta en los desconocidos con quienes te cruzas en la calle. Cada gesto de bondad y amor es un reflejo del amor de Dios. Así que, la próxima vez que ayudes a alguien, aunque sea con algo pequeño, hazlo con la intención de acercarte más a Dios. El amor es la forma más pura de oración.

Conclusión

En resumen, acercarte más a Dios en medio de tu rutina diaria es posible, y no necesitas hacer cambios drásticos en tu vida. Dios está presente en cada momento y situación de tu día, y todo lo que tienes que hacer es reconocerlo y abrirte a su amor. Puedes transformar tus actividades cotidianas en una oración, hablar con Dios en pequeños momentos a lo largo del día, participar en los sacramentos, involucrarte en la comunidad de fe y buscar a Cristo en el prójimo. Así, paso a paso, tu vida se llenará de la presencia de Dios, y te darás cuenta de que Él está más cerca de lo que pensabas. ¡Dios te acompaña en cada instante, solo necesitas sintonizarte con su amor!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Sufrí abuso infantil, y siempre me pregunto por qué Dios no me protegió


Querido amigo,

Primero, quiero decirte que lamento profundamente saber que has pasado por una experiencia tan dolorosa como el abuso infantil. Como sacerdote y amigo, estoy aquí para escucharte, acompañarte y tratar de ayudarte a encontrar un sentido a tus preguntas desde la fe. Este es un tema muy difícil y no hay respuestas fáciles, pero vamos a intentar reflexionar juntos sobre ello.

El misterio del sufrimiento

El sufrimiento es uno de los grandes misterios de nuestra existencia y de nuestra fe. Sabemos que vivimos en un mundo donde, a veces, suceden cosas horribles. La pregunta de por qué Dios permite el sufrimiento ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad.

Dios nos ha dado el libre albedrío, que es la capacidad de tomar decisiones por nosotros mismos. Esta libertad es un don maravilloso, pero también puede ser usada para el mal. Las personas que te hicieron daño abusaron de su libertad para hacer algo profundamente injusto y pecaminoso. Dios no quiere que suframos, pero respeta nuestra libertad, incluso cuando se utiliza para causar daño.

Dios y el sufrimiento

A menudo nos preguntamos, "¿Dónde estaba Dios en esos momentos?" Es una pregunta muy válida y difícil de responder. Sin embargo, es importante recordar que Dios nunca nos abandona. En el Salmo 34, 18 se nos dice: “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón; él salva a los de espíritu abatido”. Dios estuvo contigo, sufriendo contigo, aunque no siempre lo sintiéramos de esa manera.

Jesús mismo experimentó un sufrimiento indescriptible. Fue traicionado, torturado y crucificado injustamente. En la cruz, gritó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mateo 27, 46). En ese momento, Jesús se identificó con todos los que sufren y se sienten abandonados. Su sufrimiento nos muestra que Dios no está lejos de nuestro dolor, sino que está en medio de él, compartiéndolo con nosotros.

El mal y el pecado

El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que el mal y el pecado son realidades que están en el mundo debido a la libertad mal utilizada por los seres humanos (CIC 311). El mal no es algo que Dios quiera ni crea, pero lo permite porque ha decidido darnos libertad. Sin embargo, esto no significa que Dios sea indiferente a nuestro sufrimiento. Al contrario, en su plan de amor, Dios puede sacar un bien incluso del mal más grande, aunque esto pueda parecer incomprensible en los momentos de dolor.

La esperanza y la redención

Una de las verdades fundamentales de nuestra fe es que el sufrimiento no tiene la última palabra. Jesús resucitó de entre los muertos, venciendo al pecado y a la muerte. Esta victoria nos da esperanza. San Pablo nos recuerda en Romanos 8, 28: "Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman, de los que han sido llamados según su designio". Aunque ahora no podamos ver cómo, creemos que Dios puede traer algo bueno incluso de nuestras peores experiencias.

No te estoy diciendo que el abuso que sufriste fue algo bueno, de ninguna manera. Fue un mal terrible. Pero, a través de la gracia de Dios, puedes encontrar sanación y una nueva vida. La Iglesia ofrece recursos, como consejería y sacramentos, para ayudar a las personas a sanar de estas heridas profundas. El sacramento de la reconciliación, por ejemplo, no solo nos perdona los pecados, sino que también nos da la gracia para sanar nuestras heridas interiores.

El papel de la comunidad

No estás solo en tu dolor. La Iglesia es una comunidad de fieles que están llamados a apoyarse mutuamente. Como dice San Pablo en 1 Corintios 12, 26: "Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; si un miembro recibe honor, todos los miembros se regocijan con él". La comunidad cristiana está aquí para sostenerte y caminar contigo en este proceso de sanación.

Buscar ayuda y apoyo

Te animo a que busques ayuda. Hablar con un sacerdote, un consejero o un grupo de apoyo puede ser muy útil. La sanación es un proceso, y no tienes que enfrentarlo solo. Dios nos ha dado a la Iglesia precisamente para que podamos apoyarnos mutuamente en las dificultades.

La oración y la sanación

La oración es una herramienta poderosa para la sanación. Puede ser tan simple como abrir tu corazón a Dios y expresarle tu dolor y tus preguntas. En la oración, puedes encontrar consuelo y fortaleza. También puedes pedirle a Dios que te ayude a perdonar, no porque lo que te hicieron esté bien, sino porque el perdón puede liberarte del peso del odio y el resentimiento.

Recuerda las palabras de Jesús en Mateo 11, 28-30: "Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera". Jesús te invita a traerle tu carga, tus heridas y tu dolor.

Un futuro con esperanza

Aunque el pasado no puede cambiarse, Dios puede darte un futuro lleno de esperanza. Jeremías 29, 11 dice: "Porque yo sé los planes que tengo para ustedes –declara el Señor–, planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza". Este versículo nos recuerda que, a pesar de nuestras experiencias dolorosas, Dios tiene un plan de amor y redención para cada uno de nosotros.

Tu testimonio

Por último, quiero animarte a considerar cómo tu experiencia y tu sanación pueden convertirse en un testimonio de la misericordia y el poder de Dios. A veces, quienes han pasado por sufrimientos profundos pueden ser una fuente de esperanza y consuelo para otros que están pasando por experiencias similares. Tu historia puede ser una luz en la oscuridad para alguien más.

Amigo, te aseguro que estaré orando por ti, pidiendo a Dios que te dé la paz y la sanación que necesitas. Si en algún momento necesitas hablar, no dudes en buscarme. No estás solo en este camino; Dios está contigo, y nosotros, tu comunidad, también.

Con afecto y bendiciones,

Padre Ignacio Andrade.

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Espero que esta reflexión te sea de ayuda y te brinde un poco de consuelo en medio de tu dolor. Recuerda que Dios está contigo en todo momento, y su amor es más grande que cualquier sufrimiento.

¿Se puede bendecir a una mascota?



¿Se puede bendecir a una mascota?

Primero que nada, es importante entender que, desde la cosmovisión cristiana, todas las criaturas de Dios merecen respeto y cuidado. La Biblia misma nos habla de la responsabilidad del ser humano hacia la creación de Dios. En el libro del Génesis, en el capítulo 1, versículo 26, se nos dice: "Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra". Este pasaje nos enseña que, si bien el ser humano tiene autoridad sobre las criaturas de la tierra, esta autoridad debe ejercerse con cuidado y respeto, como administradores responsables de la creación de Dios.

En este sentido, bendecir a nuestras mascotas es una manera hermosa de reconocer su valor como seres creados por Dios y de expresar nuestra gratitud por el papel que desempeñan en nuestras vidas. Además, la bendición de las mascotas nos permite recordar que toda la creación está imbuida del amor y la providencia de Dios, y que nuestras mascotas también son destinatarias de su cuidado y protección.

La Iglesia Católica no tiene una liturgia oficial específica para la bendición de las mascotas, pero sí existe una larga tradición de bendecir a los animales, especialmente en el contexto de la festividad de San Francisco de Asís, patrono de los animales y del medio ambiente. San Francisco, con su profundo amor y respeto por toda la creación, nos recuerda la importancia de cuidar y proteger a todas las criaturas de Dios, grandes y pequeñas.

En cuanto a la forma de bendecir a una mascota, no hay reglas estrictas. Puedes hacerlo de manera espontánea, con una oración sencilla desde el corazón, o bien puedes utilizar una oración más formal, como la siguiente:

"Oh Dios, Creador de todas las criaturas,
te agradecemos por el regalo de esta mascota que tienes en nuestras vidas.
Bendícela con tu amor y tu gracia,
protégela de todo peligro y enfermedad,
y ayúdanos a cuidarla con cariño y responsabilidad.
Que nuestra relación con ella refleje tu amor y cuidado por toda la creación.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén."

Recuerda que lo más importante es tu intención y tu corazón abierto hacia Dios y hacia tu mascota. La bendición no es un acto mágico, sino una expresión de fe y gratitud hacia Dios por el regalo de la vida y la compañía de nuestras mascotas.

Es importante destacar que, si bien bendecir a nuestras mascotas es una práctica significativa y valiosa, no debemos caer en la superstición ni atribuirles poderes sobrenaturales. Las mascotas son criaturas maravillosas que nos brindan compañía, afecto y alegría, pero son seres vivos y limitados, no objetos de adoración ni divinización. Nuestra relación con ellas debe estar marcada por el amor, el cuidado y el respeto mutuo, siempre en consonancia con los principios éticos y morales de nuestra fe.

En resumen, sí, se puede bendecir a una mascota, y hacerlo es una manera hermosa de reconocer su valor como seres creados por Dios y de expresar nuestra gratitud por su presencia en nuestras vidas. Al hacerlo, recordamos la responsabilidad que tenemos como seres humanos de cuidar y proteger a todas las criaturas de Dios, grandes y pequeñas, y renovamos nuestro compromiso de vivir en armonía con toda la creación. Que Dios bendiga a todas nuestras mascotas y nos ayude a ser buenos guardianes de su maravillosa obra.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre el catolicismo y el budismo?

El catolicismo y el budismo son dos tradiciones religiosas distintas con sus propias perspectivas, enseñanzas y prácticas. Aunque pueden tener algunas similitudes en ciertos aspectos, también hay diferencias fundamentales que es importante explorar.

Empecemos por el catolicismo. Como católico, creemos en un Dios único y trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creemos que Dios se ha revelado a sí mismo a través de la historia, especialmente a través de Jesucristo, quien es el centro de nuestra fe. La Biblia es una parte fundamental de nuestra fe, y creemos que contiene la Palabra de Dios inspirada por el Espíritu Santo. Además, la Tradición Apostólica, que incluye las enseñanzas de los apóstoles y la interpretación magisterial de la Iglesia, también es crucial para nuestra comprensión de la fe.

La vida sacramental es otro aspecto central de nuestra fe católica. Creemos en siete sacramentos, que son signos eficaces de la gracia de Dios que actúan en nuestras vidas. Estos sacramentos incluyen el Bautismo, la Confirmación, la Eucaristía, la Penitencia, la Unción de los Enfermos, el Orden Sagrado y el Matrimonio. Cada sacramento nos acerca más a Dios y nos fortalece en nuestra vida espiritual.

La moral católica se basa en los Diez Mandamientos y en las enseñanzas de Jesús, especialmente en el Sermón de la Montaña. Creemos en el valor intrínseco de cada ser humano y en la importancia de cuidar y amar al prójimo, especialmente a los más necesitados.

En cuanto al budismo, la perspectiva es bastante diferente. El budismo se basa en las enseñanzas de Buda, quien vivió en la India hace unos 2500 años. A diferencia del catolicismo, el budismo no se centra en la adoración de un Dios personal, sino que busca la iluminación o el despertar espiritual a través de la comprensión de la naturaleza de la realidad y la superación del sufrimiento humano.

Una de las enseñanzas fundamentales del budismo es el concepto de las Cuatro Nobles Verdades, que son el diagnóstico del sufrimiento humano y el camino para superarlo. Estas verdades son la existencia del sufrimiento, su origen en el deseo y la ignorancia, la posibilidad de cesación del sufrimiento y el camino para alcanzar esa cesación, que es el Noble Óctuple Sendero.

El Noble Óctuple Sendero es el camino hacia la liberación del sufrimiento y la realización de la iluminación. Incluye prácticas como la comprensión correcta, el pensamiento correcto, la palabra correcta, la acción correcta, el modo de vida correcto, el esfuerzo correcto, la atención plena correcta y la concentración correcta.

En el budismo, no hay un concepto de Dios creador como en el catolicismo, sino que se enfoca en la ley del karma, que es la idea de que nuestras acciones tienen consecuencias en esta vida y en vidas futuras. También se enfatiza la compasión y la bondad hacia todos los seres sintientes, no solo hacia los humanos, como una parte importante de la práctica budista.

En cuanto a la espiritualidad, tanto el catolicismo como el budismo ofrecen caminos profundos y significativos hacia la conexión con lo divino y la realización espiritual. Mientras que el catolicismo se centra en la relación personal con Dios a través de Jesucristo y la vida sacramental, el budismo se enfoca en la comprensión de la naturaleza de la realidad y la superación del sufrimiento a través de la práctica meditativa y la compasión hacia todos los seres.

Aunque el catolicismo y el budismo tienen algunas similitudes, como el énfasis en la compasión y la búsqueda de la realización espiritual, también tienen diferencias fundamentales en cuanto a la comprensión de Dios, la naturaleza del sufrimiento humano y el camino hacia la liberación. Y aunque ambas tradiciones ofrecen riqueza espiritual y enseñanzas valiosas que pueden enriquecer nuestras vidas y ayudarnos a crecer en amor y sabiduría, siempre debemos sostener con convicción la idea de que la verdad plena y completa solo se encuentra en Jesús y en su Iglesia católica.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Puedo pedirle a Dios ganarme la lotería?


Primero que todo, recordemos que la oración es una comunicación abierta y sincera con Dios. Puedes pedirle a Dios cualquier cosa que esté en tu corazón, porque Él siempre está dispuesto a escucharnos. La oración es como una conversación con un amigo, y como en cualquier amistad, puedes compartir tus anhelos, deseos e inquietudes con Dios.

Ahora, cuando hablamos de pedirle a Dios que nos haga ganar la lotería, es importante reflexionar sobre el motivo detrás de esa petición. La Biblia nos enseña en Santiago 4,3: "Piden y no reciben, porque piden mal, para gastarlo en sus placeres." Esto nos invita a examinar nuestras intenciones al hacer una petición.

Pedirle a Dios ganarse la lotería no está mal en sí mismo, pero es crucial preguntarnos por qué lo estamos pidiendo. ¿Es por una necesidad genuina, como poder ayudar a otros, resolver problemas financieros o contribuir a obras benéficas? O, ¿es más bien una búsqueda de riqueza y placeres personales? La clave está en la intención detrás de la petición.

Recuerda que Dios conoce nuestro corazón y siempre busca lo mejor para nosotros. La oración nos ayuda a alinearnos con la voluntad de Dios y a aceptar que Él sabe lo que es mejor para nosotros, incluso cuando no entendemos completamente.

Si decides hacer esta petición, te animo a que también incluyas en tu oración la disposición a aceptar la voluntad de Dios. En Proverbios 16,9 leemos: "El corazón del hombre traza su rumbo, pero el Señor dirige sus pasos." A veces, lo que queremos no es lo que realmente necesitamos, y confiar en Dios nos ayuda a discernir entre nuestras aspiraciones personales y Su plan divino.

Además, la oración no debe ser solo una lista de peticiones. Es una oportunidad para agradecer, alabar y buscar la guía divina. Agradecer por las bendiciones recibidas, alabar por la grandeza de Dios y buscar Su guía en nuestras decisiones diarias también son aspectos importantes de la oración.

Ahora, si bien es válido pedir a Dios en oración lo que necesitamos, es esencial recordar que la fe cristiana no garantiza que todas nuestras peticiones se cumplirán exactamente como las formulamos. Jesús nos enseña en Mateo 6,33: "Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas." Es decir, nuestra prioridad debe ser buscar a Dios y Su voluntad, confiando en que Él proveerá según Sus planes perfectos.

La enseñanza de la Iglesia Católica también destaca la importancia de buscar el equilibrio en nuestras peticiones. En el Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 2734, se nos dice: "La oración cristiana es plenitud de fe, esperanza y caridad. Eleva y modela nuestro corazón hacia Dios, para atraerlo a nosotros, porque Él es nuestro todo. Más allá de la petición que formulamos, lo que buscamos en la oración es Él mismo: el conocimiento de su voluntad, la comunión de su amor."

Así que, en resumen, puedes pedirle a Dios lo que desees, incluso ganarte la lotería. Pero, al hacerlo, hazlo con un corazón abierto, dispuesto a aceptar la voluntad de Dios y recordando que la oración es una oportunidad para fortalecer tu relación con Él. No olvides agradecer, alabar y buscar Su guía en todo momento.

Por último, si ganaras la lotería, recuerda que la responsabilidad y el buen uso de esos recursos también son parte de la enseñanza cristiana. La Biblia nos exhorta en Lucas 12, 48: "Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; y al que mucho se le confió, más se le pedirá." Así que, enriquecerse conlleva una gran responsabilidad ante Dios y la sociedad.

Espero que esta charla haya sido útil y te anime a profundizar en tu relación con Dios a través de la oración y la reflexión. 

Autor: Padre Ignacio Andrade

¿Cómo he nacido? Esto te dice Dios


¿CÓMO HE NACIDO?

Dice Dios:

Nací desnudo, dice Dios, para que tú sepas despojarte de ti mismo.

Nací pobre para que tú puedas considerarme la única riqueza

Nací en un establo para que tú aprendas a santificar cada ambiente

Nací débil para que tú no tengas nunca miedo de mí.

Nací por amor para que tú no dudes nunca de mi amor.

Nací de noche para que tú creas que te puedo iluminar cualquier realidad.

Nací persona para que no te avergüences nunca de ser tú mismo.

Nací hombre para que tú puedas ser "Dios"

Nací perseguido para que tú sepas aceptar las dificultades.

Nací en tu vida para atraer a todos a la casa del Padre.

Jesús nace entre los pobres, los marginados, los que sufren, lloran, gritan al cielo, los afligidos, los oprimidos, cuantos lo sirvan y esperan

¿Si existieran múltiples universos, Cristo sería el Rey de todos ellos?


Primero que todo, la idea de múltiples universos es algo que ha capturado la imaginación de muchos, especialmente en el ámbito de la física teórica. Aunque es un concepto más especulativo que comprobado científicamente en la actualidad, es emocionante considerar las posibilidades y cómo se alinearían con nuestra fe.

Desde la perspectiva católica, nuestra comprensión de Cristo como Rey del Universo se basa en la enseñanza bíblica y doctrinal. En el Evangelio de Juan (1, 3), se nos dice que "todas las cosas por él fueron hechas, y sin él [Cristo] nada de lo que ha sido hecho, fue hecho". Esto significa que Cristo es la Palabra por la cual todo fue creado. Si hubiera múltiples universos, todos ellos encontrarían su origen y significado en Cristo, el Verbo de Dios.

Además, el Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) nos enseña que "porque el Padre ha querido que todo se realice por medio de su Hijo" (CCC 291). Esta es una afirmación profunda de la soberanía de Cristo sobre toda la creación, incluyendo cualquier posible universo que pueda existir.

La epístola a los Colosenses (1, 16-17) también nos ofrece una perspectiva reveladora. San Pablo escribe: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, celestiales y terrestres, visibles e invisibles; tronos, dominaciones, principados, potestades; todo fue creado por él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten". Aquí, se subraya la idea de que todas las cosas, sin excepción, fueron creadas por y para Cristo.

Entonces, si contemplamos la posibilidad de múltiples universos, la fe católica nos llevaría a afirmar que Cristo sería el Rey de todos ellos. Su señorío se extiende más allá de nuestro entendimiento actual del cosmos y abraza cualquier realidad que pueda existir.

Es fascinante pensar en cómo el reinado de Cristo podría manifestarse en diferentes formas en estos posibles universos. La riqueza de su reinado incluiría la diversidad infinita de la creación, cada rincón del cosmos reflejando la gloria de Dios de maneras únicas.

Además, la Carta a los Efesios (1, 22) nos dice que Dios "puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia". Aquí, se destaca que el señorío de Cristo no solo se extiende a la creación cósmica, sino que también abarca la Iglesia, la comunidad de creyentes.

Ahora bien, es crucial mantener un equilibrio en nuestra reflexión. La revelación divina nos proporciona estas verdades fundamentales, pero también nos invita a la humildad y a aceptar las limitaciones de nuestra comprensión finita. Las posibles realidades de múltiples universos son, por ahora, parte del ámbito de la especulación científica y filosófica.

El Papa Francisco nos recuerda en su encíclica "Laudato si'" que debemos contemplar la creación con admiración y respeto. Sea cual sea la forma en que Dios haya decidido desplegar su creación, nuestra respuesta debe ser la gratitud y la responsabilidad para con el mundo que nos rodea.

En nuestra amistad con Cristo, quien es Rey de todo, podemos confiar en que su soberanía abarca todos los aspectos de la realidad, incluso aquellos que nuestra mente pueda concebir o imaginar. Nuestra fe nos impulsa a vivir en gratitud por su creación y a ser custodios responsables de ella.

Así que, en conclusión, sí, según nuestra fe católica, Cristo sería el Rey de todos los universos, si existieran. La fe nos invita a adentrarnos en las profundidades de la verdad divina y a maravillarnos ante la grandeza del Señorío de Cristo sobre toda la creación. ¡Sigamos explorando juntos estos misterios apasionantes!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Jesús es Yahvé o Jehová?


Primero, aclaremos esos nombres: Yahvé y Jehová. Ambos se refieren al nombre divino revelado en la Biblia, particularmente en el Antiguo Testamento. La diferencia está en la pronunciación y en cómo se han transmitido a lo largo de la historia.

La palabra "Yahvé" es considerada la pronunciación más cercana al nombre original, y es la forma que los estudiosos y eruditos bíblicos utilizan para referirse a este nombre divino. Por otro lado, "Jehová" es una versión latinizada del tetragrama hebreo YHWH, que es el nombre divino en el Antiguo Testamento.

Ahora, cuando nos preguntamos si Jesús es Yahvé o Jehová, la respuesta radica en la comprensión de la Trinidad en la teología cristiana. Según la doctrina trinitaria, Dios existe en tres personas distintas pero inseparables: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por lo tanto, Jesús, como el Hijo de Dios encarnado, es plenamente Dios y por tanto sí podríamos decir que Jesús es Yahvé (Dios).

La relación entre el Padre y el Hijo se expresa de manera maravillosa en el Evangelio de Juan, donde Jesús dice: "Yo y el Padre somos uno" (San Juan 10, 30). Esta afirmación subraya la unidad esencial entre Jesús y Dios el Padre. Además, en el Evangelio de Juan, Jesús utiliza la expresión "Yo soy" en varias ocasiones para referirse a sí mismo, recordando las palabras divinas reveladas a Moisés en el Antiguo Testamento (Éxodo 3, 14).

Entonces, podríamos decir que, en términos de identidad divina, Jesús comparte la misma esencia divina con el Padre, es decir, comparte la divinidad de Yahvé. En el Catecismo de la Iglesia Católica, se nos enseña que el Hijo es "consustancial" con el Padre, lo que significa que comparten la misma naturaleza divina (CIC 242).

La Trinidad es una realidad profunda y misteriosa que la Iglesia ha reflexionado a lo largo de los siglos, y se basa en la revelación de Dios en la Biblia. Entender la Trinidad implica reconocer que las tres personas divinas comparten la misma sustancia divina, pero son distintas entre sí en términos de relaciones.

Cuando nos sumergimos en el Nuevo Testamento, vemos a Jesús realizando acciones que solo Dios puede hacer, como perdonar pecados, afirmar su señorío sobre el sábado y aceptar adoración. Estas acciones revelan no solo la divinidad de Jesús sino también su identidad como el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento.

Ahora, en cuanto al uso específico de los nombres Yahvé o Jehová en relación con Jesús, generalmente, estos términos se aplican más directamente al Dios del Antiguo Testamento. Sin embargo, la identificación de Jesús con Dios, con el "Yo soy", sugiere la continuidad y unidad en la revelación divina a lo largo de la historia de la salvación.

En San Mateo 1, 23, se hace referencia a una profecía del Antiguo Testamento que señala el nombre de Jesús como "Emmanuel, que significa 'Dios con nosotros'". Este versículo destaca la conexión divina de Jesús y su presencia continua entre nosotros.

En resumen, mi amigo, podemos decir que Jesús comparte la misma esencia divina con Yahvé, como el Hijo eterno de Dios, por tanto podríamos decir que Jesús sí es Yahvé. Su identidad como "Yo soy" y "Dios con nosotros" subraya su papel único en la revelación divina y su participación en la obra redentora.

La Trinidad es un misterio que nos invita a maravillarnos ante la grandeza y la profundidad del amor de Dios. A medida que exploramos estos aspectos de nuestra fe, recordemos que, en última instancia, estos nombres y conceptos apuntan a la realidad de una relación íntima y amorosa entre Dios y la humanidad.

Autor: Padre Ignacio Andrade

¿Es necromancia (invocación de los muertos) pedir intercesión a los santos?


Primero que todo, es esencial aclarar que pedir la intercesión de los santos no tiene nada que ver con la necromancia. La necromancia, en términos generales, se refiere a prácticas místicas o mágicas que buscan comunicarse con los muertos con fines adivinatorios, de predecir el futuro o de otra índole. Es importante destacar que la Iglesia Católica condena la necromancia y cualquier forma de práctica que busque manipular fuerzas ocultas fuera de la voluntad divina.

La intercesión de los santos, por otro lado, es una práctica profundamente arraigada en la tradición cristiana que se basa en el amor y la comunión que compartimos con aquellos que han vivido vidas ejemplares en la fe. Pedir la intercesión de los santos no significa tratar de controlar o invocar a los muertos de manera mágica para adivinar el futuro; más bien, es buscar su ayuda y apoyo en oración al único Dios verdadero, sabiendo que están unidos a nosotros en la comunión de los santos, pues somos hermanos en Cristo, aunque ellos ya estén en el cielo y nosotros en la tierra.

La Biblia nos habla de una gran nube de testigos que nos rodea (Hebreos 12, 1), y esto incluye a aquellos que han vivido vidas santas y han alcanzado la presencia de Dios. La intercesión de los santos se basa en el entendimiento de que aquellos que han fallecido en la fe están vivos en Cristo y continúan siendo parte de la familia de Dios. Podemos considerarlos como amigos y modelos a seguir en nuestra propia búsqueda de santidad.

Al mirar el Catecismo de la Iglesia Católica, en el párrafo 956, se nos dice: "La comunión de los santos es la Iglesia. La vida de cada uno de los hijos de Dios en Cristo pasa a través de la comunión de los santos. Todos juntos formamos un solo cuerpo en Cristo, nos unimos unos a otros" (CIC 956). Aquí vemos que la comunión de los santos es una realidad viva y dinámica que abarca tanto a los que están en la tierra como a los que están en el cielo.

Cuando pedimos la intercesión de los santos, no los estamos invocando como si fueran entidades separadas de Dios. En cambio, estamos reconociendo su cercanía a Dios y confiando en que pueden unirse a nuestras oraciones y llevar nuestras intenciones directamente ante Él. Es un acto de comunión y solidaridad en la familia de Dios, donde nos apoyamos mutuamente en nuestra peregrinación de fe.

Vamos a explorar esto a través de un ejemplo cotidiano. Imagina que tienes un amigo muy cercano que es conocido por su profunda conexión con Dios, su compasión y su amor por los demás. Ahora, imagina que estás atravesando un momento difícil y decides pedirle a tu amigo que ore por ti. No estás adorando a tu amigo ni considerándolo un ser divino; simplemente confías en que su conexión con Dios y su amor por ti lo llevan a orar en tu nombre. De manera similar, cuando pedimos la intercesión de los santos, confiamos en su cercanía a Dios y su deseo de ayudarnos, ya que comparten un amor común por nuestro Señor.

La Sagrada Escritura nos brinda ejemplos de intercesión a través de la comunión de los santos. En el Libro del Apocalipsis, vemos a los santos en el cielo presentando las oraciones de los fieles ante el trono de Dios: "El humo del incienso, con las oraciones de los santos, subió de la mano del ángel ante Dios" (Apocalipsis 8, 4). Este pasaje ilustra la idea de que los santos en el cielo están activamente involucrados en presentar nuestras oraciones a Dios.

Un punto importante a destacar es que, al pedir la intercesión de los santos, no estamos relegando a Dios a un segundo plano. Por el contrario, estamos reconociendo su designio divino de la comunión de los santos y confiando en la unidad de la Iglesia en la tierra, en el purgatorio y en el cielo. En la Iglesia, estamos unidos en un solo cuerpo, y la oración de un miembro afecta a todo el cuerpo.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña sobre la intercesión de los santos en el párrafo 2683: "La Iglesia, a la que se le ha dado la 'llave' del Reino, ora por obtener 'el bien de todos los hombres' (1 Timoteo 2, 1-4). Incluso los difuntos 'viven para el Señor' (Romanos 14, 8) y 'pueden ayudarnos' mediante sus oraciones" (CIC 2683). Aquí, se subraya que la oración de la Iglesia, tanto de los que están en la tierra como de los que están en el cielo, tiene un impacto positivo en la búsqueda del bien de todos.

Al pedir la intercesión de los santos, estamos participando en la rica tradición de la Iglesia que reconoce la vida eterna en Cristo y la unidad de la comunión de los santos. 

Autor: Padre Ignacio Andrade.

"Me cuesta mucho rezar o ir a Misa". 10 consejos para vencer la pereza espiritual.


La pereza espiritual es algo que todos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas, así que permíteme ofrecerte algunos consejos que quizás te ayuden a superar este obstáculo y a fortalecer tu relación con Dios.

1. Primero y ante todo, no te sientas culpable. La pereza espiritual es una lucha común y no eres el único que la enfrenta. Incluso los santos más grandes han experimentado momentos de sequedad espiritual. La gracia de Dios es más grande que cualquier debilidad que podamos tener.

2. Establece un horario regular para la oración. Al igual que programamos reuniones y citas importantes en nuestra vida diaria, es vital hacer lo mismo con nuestra relación con Dios. Establecer un tiempo específico para la oración, ya sea por la mañana, al mediodía o por la noche, puede ayudarte a crear un hábito y a superar la pereza.

3. Comienza con pequeños pasos. A veces, la pereza espiritual puede ser abrumadora si tratamos de hacer demasiado demasiado pronto. Comienza con breves momentos de oración y aumenta gradualmente el tiempo a medida que te sientas más cómodo. La consistencia es clave. Puedes comenzar haciendo diariamente un Padre Nuestro, tres Avemarías y un Gloria y dirigirle a Dios unas breves palabras, puede ser un simple "Te amo, Señor, gracias por todo lo que me das".

4. Utiliza la Palabra de Dios. La Biblia es una fuente inagotable de inspiración y consuelo. Escoge un pasaje que te hable personalmente y reflexiona sobre él. La lectura diaria de la Escritura puede ayudarte a conectar con Dios de una manera nueva y significativa.

5. Recurre a la comunidad. No estás solo en tu viaje espiritual. La comunidad parroquial puede ofrecerte apoyo y aliento. Participa en grupos de oración, retiros o actividades de servicio. La interacción con otros creyentes puede revitalizar tu fe y ayudarte a superar la pereza espiritual.

6. Explora diferentes formas de oración. La oración no se limita a las palabras habladas. Experimenta con formas de oración como la meditación, el rosario, la adoración eucarística o la oración contemplativa. Encuentra la que resuene contigo y te ayude a conectarte más profundamente con Dios.

7. Encuentra un director espiritual. Un director espiritual experimentado puede ser una guía valiosa en tu camino espiritual. Pueden proporcionarte orientación y sugerencias personalizadas para superar la pereza espiritual basándose en tu situación única.

8. Agradece y alaba a Dios. A veces, enfocarnos en nuestras bendiciones y agradecer a Dios por lo que tenemos puede abrir nuestros corazones a Su gracia. La gratitud nos ayuda a apreciar la presencia constante de Dios en nuestras vidas.

9. Mantén un diario espiritual. Escribir sobre tus pensamientos, sentimientos y experiencias en tu relación con Dios puede ser terapéutico y revelador. Además, puede ayudarte a identificar patrones y desafíos en tu vida espiritual.

10. Perdónate a ti mismo. A veces, la pereza espiritual puede llevarnos a sentirnos culpables y distantes de Dios. Recuerda que Dios es amoroso y misericordioso. Acepta que todos tenemos altibajos en nuestra vida espiritual y permítete recibir la gracia de Dios para comenzar de nuevo.

Recuerda, mi amigo, que Dios te ama incondicionalmente y está siempre dispuesto a caminar contigo en tu viaje espiritual. La pereza espiritual puede ser desafiante, pero con la gracia de Dios y el apoyo de la comunidad, puedes superarla. Estoy aquí para ti en este viaje y estaré orando por ti. Que la paz y la alegría del Señor llenen tu corazón y te den fuerza para superar cualquier obstáculo en tu camino espiritual. ¡Dios te bendiga!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Papi, de qué tamaño es Dios?


«¿Papi, de qué tamaño es Dios?», Le pregunto un día un hijo a su padre.

El padre, desconcertado por aquella pregunta, miró al cielo en busca de ayuda divina para encontrar una respuesta, y al ver un avión que pasaba, le respondió a su hijo con otra pregunta: «Hijo, ¿de qué tamaño ves aquel avión?».

El chico dijo: «Es muy pequeño, casi ni se alcanza a ver. Sólo se ve su estela…».

Entonces el padre lo llevó al aeropuerto, y al estar cerca de un avión le preguntó de nuevo: «Y ahora, de qué tamaño dices que es un avión?».

El chico le respondió con asombro: «¡Papá, es enorme!».

El papá le dijo entonces: «Pues así es Dios, el tamaño que tenga va a depender de la distancia que tú estés de Él. Cuanto más cerca estés de Él, más grande será su presencia en tu vida»

El nombre de Dios es misericordia


Es propio de Dios usar misericordia; y en esto, especialmente, se manifiesta su omnipotencia, reflexiona Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologica. En tal sentido, nos queda claro que Dios, además de ser trascendente, santo, eterno y omnipotente, se revela también como misericordioso.

Una misericordia que no es un mero concepto abstracto y vacío, por el contrario, es una realidad concreta a través de la cual nos desnuda su amor que es eterno, tal y como nos queda expuesto en el Salmo 136.

San Juan Pablo II nos recordaba en su Encíclica Dives in misericordia que la misericordia de Dios está definida por el amor al hombre, a todo aquello que es humano y que, según la intuición de gran parte de los contemporáneos, se encuentra peligrosamente amenazado, debido a que, la mentalidad contemporánea parece oponerse radicalmente a la idea de un Dios rico en misericordia.

El Papa Francisco no sólo admite lo antes expuesto. Va más allá. Nos dice que el nombre de Dios es misericordia y así lo expone en una entrevista llevada a libro publicado por el vaticanista Andrea Tornielli. El libro lleva por título El nombre de Dios es misericordia y recoge las impresiones que llevaron al Papa Francisco a convocar el Año Jubilar de la Misericordia, así como las recomendaciones para vivirlo con la plenitud que, en el fondo, los hombres necesitamos.

Reconocer nuestras responsabilidades

En la misma línea expuesta por el Concilio Vaticano II, Tornielli parte de un hecho concreto: “Vivimos en una sociedad que nos acostumbra cada vez menos a reconocer nuestras responsabilidades y a hacernos cargo de ellas: los que se equivocan, de hecho, son siempre los demás. Los inmorales son siempre los demás, las culpas son siempre de otro, nunca nuestras”. Esto nos ubica en una actitud abierta a la permanente condena y a eso nos concretamos: condenar y, en modo alguno, acoger.

Ante esta realidad que nos ha cosificado y congelado el corazón, el Papa Francisco nos recuerda que Dios perdona no con un decreto, sino con una caricia. Una caricia misericordiosa por medio de la cual las heridas de nuestros pecados son sanadas.

Por ello, la misericordia se transforma en la centralidad del mensaje de Cristo. Pensamiento que comparte con su predecesor, Benedicto XVI, cuando afirmaba que la misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico cristalizando en una verdad suprema: es el nombre propio de Dios, el rostro con el que Él se reveló en la antigua alianza y plenamente en Jesucristo, “encarnación del amor creador y redentor”. Amor que ilumina también el propio rostro de la Iglesia manifestándose a través de los sacramentos, concretamente en la reconciliación, como en las obras de caridad, individuales y comunitarias.

La misericordia y la confesión

El nombre de Dios es misericordia, ya que, a pesar de que podemos renegar de Dios, incluso, pecar contra Él, Dios no puede renegar de sí mismo, por eso permanece fiel a su Palabra y a su amor por cada hombre, amor que arde de manera personal y exclusiva. Por ello resalta en la entrevista la sustancial importancia que tiene para la vida del cristiano la confesión, la cual es estimada como un regalo. Dejando muy claro que la confesión debe realizarse ante un sacerdote y no lo dice por capricho, lo manifiesta siguiendo el amor dispuesto en el Evangelio: “Aquellos a quienes perdonéis los pecados, serán perdonados; aquellos a quienes no perdonéis, no serán perdonados” (Jn 20, 19-23).

Cristo se estaba dirigiendo a sus apóstoles, fuente de donde brota la línea sacerdotal que nos ha acompañado y nos acompañará a lo largo de la historia humana. La confesión tiene un profundo significado, afirma el Papa Francisco, “pues somos seres sociales. Si tú no eres capaz de hablar de tus errores con tu hermano, ten por seguro que no serás capaz de hablar tampoco con Dios y que acabarás confesándote con el espejo, frente a ti mismo”.

Ante la escucha del confesor, en este caso, el sacerdote que cristaliza en sí mismo el apostolado de la oreja, se abre la grieta que parte de la vergüenza del pecador y culmina en el regocijo frondoso de la misericordia de Dios. Paz y Bien

Por Valmore Muñoz Arteaga. 

¿Mi mascota irá al cielo? No imagino la vida eterna sin mi perrito.


Según la enseñanza de la Iglesia Católica, solo los seres humanos tienen un alma inmortal y están destinados a la vida eterna con Dios.

La Biblia no habla específicamente sobre si las mascotas van al cielo. Sin embargo, podemos encontrar en las Escrituras principios que nos ayudan a reflexionar sobre este tema. En el libro del Génesis, vemos que Dios creó a los animales y los puso bajo el cuidado del hombre (Génesis 1,26-30). Esto nos muestra que los animales son parte de la creación de Dios y tienen un propósito en el mundo.

Además, en el libro de Isaías, se menciona que en el reino mesiánico habrá armonía y paz entre los animales (Isaías 11,6-9). Esto nos da esperanza de que en la vida futura, donde habrá una nueva creación, los animales también puedan estar presentes de alguna manera.

Sin embargo, es importante recordar que la vida eterna es un don de Dios reservado para los seres humanos que han sido redimidos por Jesucristo. La vida eterna se basa en nuestra relación con Dios y nuestra respuesta a su gracia. Nuestras mascotas no tienen la capacidad de tener una relación personal con Dios ni de responder a su gracia.

Dicho esto, no podemos afirmar con certeza si nuestras mascotas estarán presentes en el cielo. La enseñanza de la Iglesia se centra en la salvación de las almas humanas y no aborda específicamente este tema. Es comprensible que sintamos un profundo amor y apego hacia nuestras mascotas, ya que nos brindan compañía, amor y alegría en nuestras vidas. Sin embargo, debemos confiar en la sabiduría y el amor de Dios en relación con este tema.

En lugar de preocuparnos por el destino eterno de nuestras mascotas, debemos enfocarnos en vivir nuestras vidas de acuerdo con los mandamientos de Dios y cultivar una relación personal con Él. Debemos amar y cuidar de nuestras mascotas en esta vida, pero también recordar que nuestra verdadera esperanza está en la vida eterna con Dios.

La Biblia nos enseña que Dios es amor (1 Juan 4,8) y que todas las cosas buenas provienen de Él (Santiago 1,17). Si nuestros animales de compañía nos brindan amor y alegría en esta vida, podemos ver esto como un reflejo del amor y la bondad de Dios. A través de nuestras mascotas, podemos experimentar un destello del amor divino.

En conclusión, como sacerdote, no puedo afirmar con certeza si las mascotas irán al cielo. La enseñanza de la Iglesia se centra en la salvación de las almas humanas y no aborda específicamente este tema. Sin embargo, podemos confiar en el amor y la sabiduría de Dios en relación con nuestras mascotas. Debemos amar y cuidar de ellas en esta vida, pero también recordar que nuestra verdadera esperanza está en la vida eterna con Dios. Encomendemos a nuestras mascotas al cuidado amoroso de Dios y confiemos en su providencia divina.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Rusia aprueba que Dios sea mencionado en la Constitución, así como definir el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer.


Aparte de allanar el camino para la posible permanencia de Vladimir Putin en el poder más allá de 2024, la nueva redacción de la Constitución rusa incluye una serie de enmiendas -206 en total- sobre cambios en la vida política y social del país.

Entre las modificaciones en la Carta Magna destacan la indexación anual de las pensiones de los rusos, la inclusión de Dios en la Constitución, algo que estaba expresamente prohibido desde la era soviética en una país de mayoría cristiana donde gran parte de su población forma parte de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Moscú y de todas las Rusias. 


También se establecerá en la Constitución que el matrimonio es la unión exclusiva entre un hombre y una mujer.

El principal opositor del Kremlin Alexéi Navalni calificó esta votación de “enorme mentira”, y llamó a sus partidarios a movilizarse para las próximas elecciones regionales en septiembre.


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La reforma constitucional rusa, que permite al presidente Vladimir Putin optar por otros dos mandatos, obtuvo un apoyo del 77,92 % en el plebiscito del 1 de julio, según informó este jueves la Comisión Electoral.

Tras el escrutinio del 100 % de las papeletas, la Comisión Electoral Central de este país entregó los resultados definitivos: un 77,92 por ciento a favor y un 21,27 % en contra de los cambios en la Constitución.

En el plebiscito contó con un índice de participaron del 64,99 % de los 109 millones de ciudadanos con derecho a voto, precisó la CEC.

En un caso sin precedentes, más de la mitad de los electores ejercieron su derecho al voto por adelantado, aprovechando que las autoridades abrieron los colegios con una semana de antelación, el 25 de junio, para evitar aglomeraciones y un posible rebrote de COVID-19.

Según la CEC, más de 50 millones de rusos acudieron a las urnas en los primeros seis días y sólo unos cuantos millones en la jornada grande de ayer, mecanismo que, a juicio de la oposición, era propicio para el fraude.

El Ministerio del Interior informó tras la votación de un total de 839 denuncias de irregularidades, aunque agregó que ninguna tuvo entidad suficiente como para influir en los resultados electorales.

La Biblia Ecuménica "Dios Habla Hoy" ¿Un caballo de Troya?

 

 

BIBLIA ECUMÉNICA, «DIOS HABLA HOY» ¿UN CABALLO DE TROYA?
Por: Martín Zavala 

¿Qué es la Biblia ecuménica?

En primer lugar, hay que decir que se le llama «Biblia ecuménica» o «versión ecuménica» porque es una Biblia hecha con la colaboración de protestantes que practicaban el ecumenismo o búsqueda de la unidad entre los cristianos. Además, ellos iban a incluir los libros deuterocanónicos que normalmente ellos no usan y sería un trabajo supervisado por especialistas bíblicos católicos. Esto inició aproximadamente en 1976.

Todo eso en teoría se oye bastante bien, pero la realidad es que en la práctica, hoy en día, esa «versión ecuménica» es un auténtico «caballo de Troya», que provoca más confusión entre los católicos y favorece el crecimiento de las sectas. 

Te comento ahora algunas cosas de las que he platicado con líderes, sacerdotes y obispos para hacer notar que hay muchos aspectos que hacen que esa Biblia no sea nada recomendable entre los católicos. Sus nombres más comunes son: Dios habla hoy; Dios llega al hombre; Versión Popular; Santa Biblia...

1.- ¿Ecuménica para promoverla entre todos o solamente entre los católicos? 

Originalmente se pensó que el hecho de que fuera una versión ecuménica serviría como un acercamiento entre todos los cristianos, católicos y no católicos. El resultado, veinte años después, es que los protestantes (Sociedades bíblicas unidas) las hacen, venden y distribuyen a «los católicos». Qué increíble. 

En muchos de nuestros países hay católicos usando esas versiones mientras que los protestante ni la usan, ni la promueven, ni nada. Ellos siguen con su versión protestante de «Reina Valera». 

¿Qué listos verdad?... haciendo dinero a costa de la Iglesia católica. ¿Dónde quedó lo ecuménico y el objetivo de favorecer la unidad? Nada. Simplemente para ellos es un buen pretexto para vender Biblias «ecuménicas» en parroquias católicas y sacar más dinero para ellos. Así como el «caballo de Troya» fue introducido, pensando que era un regalo, lo que pasó fue que metieron a su enemigo en casa y pagaron las consecuencias. 

Igual sucede en la Iglesia Católica. Los siguientes puntos nos confirmarán esto.

2.- Biblias protestantes, pero con el mismo nombre de la versión ecuménica 

Esto si que es el colmo. En varios lugares y países las mismas sociedades bíblicas protestantes (SBU y ABS) que hacen y venden la versión «ecuménica» han sacado y distribuido una Biblia que es exactamente igual a esa, pero sin los libros deuterocanónicos (Tobías, Judith, Baruc, Sabiduría, Eclesiástico y 1 y 2 de Macabeos). 

El resultado es una gran confusión entre los católicos, pues ellos creen que están comprando una Biblia católica porque se llama igual que la ecuménica y resulta que en realidad están comprando una Biblia protestante 100% en todos sus aspectos: Sin Deuterocanónicos, el nombre Jehová y sin ningún comentario explicativo al puro estilo protestante. 

Hemos encontrado catequistas, predicadores y servidores católicos que usan esa versión y cuando les pedimos que lean algún pasaje bíblico de esos libros se dan cuenta que su Biblia no los tiene. Peor aún, tienen tiempo con ella y ni cuenta se habían dado. 

Me dicen que como la compraron en su parroquia nunca se iban a imaginar que en la Iglesia Católica les iban a vender una Biblia protestante. Hace poco una persona sorprendida me dijo que un sacerdote se la había regalado, por eso ni la revisó. 

¡Qué tremendo! Ni el encargado de catequesis, ni la religiosa, ni el mismo sacerdote se había dado cuenta que ellos habían comprado Biblias protestantes para venderlas a los católicos pensando que eran versiones ecuménicas. En otro lugar pasó lo mismo, y era el mismo sacerdote el que pensando que como se llamaba igual: «Dios habla Hoy» había pedido una gran cantidad. 

Ni modo. La falta de astucia y visión tiene su precio. 

3.- «Versiones ecuménicas»: ¿Sin comentarios o con comentarios protestantes? 

Otro aspecto que nos confirma la manipulación de esas «versiones» es el siguiente: 

«No vivieron como esposos hasta que ella dio a luz a su Hijo». Mt 1,25 

La traducción de ese pasaje está bien, pero le ponen un asterisco o número para decir que al pie de la página hay una nota explicativa que dice: * «Su Hijo: algunos manuscritos dicen su primer hijo». 

Ese comentario lo ponen como diciendo si hubo un «primer hijo», entonces hubo más... consecuencia: María no es Virgen. 

¿Acaso eso es lo que creemos los católicos? 

¿En qué manuscrito dice «su primer hijo»? 

¿Es este un comentario aprobado por el CELAM y por biblistas católicos? 

¿Por qué ese comentario que ponen a pie de página, ni siquiera su misma Biblia protestante lo trae? 

Sin duda que se trata de filtrar de una forma muy sutil sus creencias. Por eso, es un «caballo de Troya» que les ha dado buenos resultados. 

De por sí, esas versiones, al estilo de los protestantes, no tienen casi ningún comentario y cuando los ponen son para decir doctrinas en contra de nuestra fe. 

Y pensar que eso se está vendiendo en parroquias y librerías católicas de todo el continente. 

Me decía en una ocasión un sacerdote: «es que como ellos nos las dejaban muy baratas...» Como dice el dicho: «lo barato, sale caro». 

4.- Los anexos y apéndices: ¿Doctrina Católica o protestante? 

Casi todas les Biblias «ecuménicas» que se venden hoy en día, tienen al final de la misma una serie de anexos o apéndices que supuestamente facilitarán la lectura y comprensión de la Biblia. 

Pues bien, en ellos, una vez más, dejan mostrar claramente sus creencias protestantes de una forma muy sutil pero claramente definidas. Veamos algunos ejemplos: 

a) Ejemplos en el Glosario: Si usted revisa qué es lo que significa el «Bautismo» dirá que sin la fe personal no se puede bautizar. En «seres alados» no ponen las citas bíblicas cuando Dios mandó hacer imágenes de querubines y en «Maná» ponen que Jesús dijo que eso era una representación. 

¿Acaso los católicos creemos eso que ellos ponen o más bien es una interpretación que ellos dan como fiel reflejo de su doctrina protestante? 

Además, en el Glosario no ponen las palabras: María, fracción del pan, reconciliación, domingo, obras, etc. ya se imaginará usted por qué no las ponen. 

b) Pasajes famosos de la Biblia 

Este es otro apéndice muy común en las versiones ecuménicas. 

En pasajes famosos de la Biblia no encontrará: 

* El anuncio del Ángel a María Lc 1,26-38 

* La Alabanza de Isabel a María Lc 1,40-45 

* A Jesús dándole el poder a los Apóstoles de perdonar los pecados Jn 20,22-23 

* A Jesús dejando a Pedro como Pastor Jn 21,15-17 

No ponen lo anterior que es algo esencial en nuestra identidad como católicos y sí ponen el canto de Débora o el bautismo de Lidia, que es algo de poca importancia comparado con lo anterior. Qué increíble que estas versiones «ecuménicas» se vendan en librerías católicas y se promuevan en parroquias. 

c) Apéndice: ¿Qué dice la Biblia sobre el perdón de Dios? 

Por supuesto que tal como lo está pensando usted, en ese apéndice NUNCA ponen las citas bíblicas que nos hablan que el camino ordinario para recibirlo es a través del sacramento de la confesión por medio del sacerdote. 

No pusieron: Jn 20,22-23; ni Hech 19,18; ni 2 Cor 5,18-20

Sin duda que los apéndices son una forma más de querer promover sus creencias protestantes, muy al estilo del «caballo de Troya», es decir, sutilmente, con trucos y engaños. 

5.- Ecuménica y aprobada por el CELAM: ¿Cuándo y qué versión fue aprobada? 

Una de las causas principales del por qué se ha extendido por muchos países esa Biblia con los errores ya mencionados, es debido a que líderes y sacerdotes ven la aprobación del CELAM (Conferencia del episcopado latinoamericano) y piensan: 

- No hay problema pues es una versión aprobada. 

- De esta manera se han abierto las puertas de parroquias, librerías, movimientos y ministerios católicos etc., para promover esas versiones. 

- Claro. Los protestantes sin eso no hubieran podido entrar al «mundo católico». Si usted toma una Biblia Dios Habla hoy; Dios Llega al Hombre o Versión Popular, tendrá la aprobación del CELAM, pero revise tres, cuatro o más pasajes y se dará cuenta de que la Aprobación que normalmente tienen es del año 1978 o 1979. 

- Ellos han seguido haciendo más versiones y simplemente le copian y pegan la aprobación que consiguieron hace más de VEINTE AÑOS. 

¿Quién está revisando actualmente las otras versiones y ediciones que han hecho? 

¿Por qué la mayoría de esas versiones, supuestamente ecuménicas, no tienen una aprobación actual de parte de la Iglesia Católica? 

¿Dónde quedó la participación de biblistas católicos en sus nuevas versiones? 

Personalmente me he puesto a investigar eso y el colmo es que ellos ponen la aprobación del CELAM para una determinada versión y descaradamente ellos venden otra versión diferente a la aprobada. 

Es muy común encontrar Biblias completas «Versión popular» y la aprobación dice que es solamente para el Nuevo Testamento. 

Muy listos, ¿eh?... tomaron la aprobación del Nuevo Testamento y le pegan esa página a una Biblia completa de otra versión que ellos hicieron. 

También se puede encontrar la «Dios llega al hombre» y en la aprobación dice que es para la versión aprobada de «Dios habla hoy». 

Y como nadie dice nada, ni se revisa... ellos siguen felices de la vida, manejando versiones y aprobaciones a su antojo y vendiéndolas a incautos católicos. 

Sin duda que una urgencia de nuestro tiempo es el darse cuenta de una vez por todas que no todo lo que tiene etiqueta de «ecuménico» es realmente así. 

La influencia de las sectas evangélicas fundamentalistas en el protestantismo, con todo y sus trampas y malas interpretaciones, va más allá de lo que muchos han alcanzado a percibir. 

SI USTED TIENE UNA BIBLIA ECUMÉNICA, COMO LA «DIOS HABLA HOY», QUE NO ES CATÓLICA, NO LA DESECHE. PERO CÓMPRESE UNA BIBLIA CATÓLICA PARA QUE PUEDA LEER UN TEXTO TRADUCIDO Y APROBADO SEGÚN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA CATÓLICA 

Este tema está tomado, con el permiso del autor, de los libros y casetes de www.defiendetufe.com

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