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¿Qué puedo hacer para que mi mamá se aleje del culto a la "santa muerte"?




Es mi deber recordar que la Iglesia Católica condena el culto a la "Santa Muerte" y considera que este tipo de prácticas van en contra de los principios y enseñanzas del Evangelio.

La "Santa Muerte" es una deidad popular mexicana que se representa como una figura esquelética vestida con túnica y capucha. Muchos la consideran como una especie de protectora o intermediaria en situaciones de peligro o dificultad, pero esto está en clara contradicción con la fe cristiana.

En primer lugar, como cristianos, creemos en un solo Dios que es amor y misericordia. No podemos adorar a ningún otro ser que se presente como intermediario o salvador, ya que esto va en contra del primer mandamiento: "No tendrás otros dioses ante mí" (Éxodo 20,3). La adoración de la "Santa Muerte" implica, por tanto, una falta de fe en el Dios verdadero y la aceptación de una mentira en su lugar.

Además, el culto a la "Santa Muerte" a menudo se asocia con la práctica de la brujería y la magia negra, lo cual está en clara oposición a la enseñanza de la Iglesia. La brujería y la magia negra son prácticas que buscan obtener poder y control sobre las personas y los eventos a través del uso de fuerzas sobrenaturales. Como cristianos, debemos rechazar estas prácticas y buscar siempre la voluntad de Dios a través de la oración y la confianza en su providencia.

En cuanto a su pregunta específica, sobre qué hacer para que su mamá se aleje del culto a la "Santa Muerte", creo que hay varias cosas que pueden ser útiles:

1. Oración: La oración es la herramienta más poderosa que tenemos como cristianos. Puede ser útil rezar por su mamá, pidiéndole a Dios que la guíe hacia la verdad y la aleje del error.

2. Diálogo: El diálogo abierto y respetuoso es una buena manera de acercarse a su mamá y entender por qué se siente atraída por este culto. Escucharla con atención y mostrarle comprensión puede ayudar a crear un ambiente propicio para el cambio.

3. Enseñanza: La enseñanza de los principios de la fe católica es una herramienta poderosa para combatir el error. Explique a su mamá las razones por las cuales la Iglesia condena el culto a la "Santa Muerte" y cómo esto va en contra de la fe en Jesucristo.

4. Acompañamiento: El acompañamiento es una parte importante del proceso de conversión. Ofrezca a su mamá su apoyo y su amistad mientras ella lucha contra el culto a la "Santa Muerte" y busca una vida más plena en Cristo.

La Iglesia Católica ofrece numerosos recursos para aquellos que buscan una vida más plena en Cristo. A través de la lectura de la Biblia, la participación en la Eucaristía y la Confesión, y la devoción a la Virgen María y los santos, podemos encontrar la fuerza y el apoyo que necesitamos para resistir las tentaciones yperseverar en la fe. Algunos pasajes de la Biblia que pueden ser útiles para entender la enseñanza cristiana sobre la idolatría incluyen:

"No os hagáis ídolos, ni levantéis imagen, ni escultura, ni coloquéis piedra alguna en vuestra tierra para prosternaros ante ella, porque yo soy el Señor, vuestro Dios" (Levítico 26,1).

"Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14,6).

"No podéis servir a Dios y al dinero" (Mateo 6,24).

Además, la Iglesia Católica ha emitido diversos documentos que tratan sobre el tema de la idolatría y el culto a la "Santa Muerte". Por ejemplo, la Conferencia del Episcopado Mexicano publicó una carta pastoral en la que se condena el culto a la "Santa Muerte" y se invita a los fieles a redescubrir la importancia de la fe en Jesucristo como el camino para la salvación.

En resumen, como sacerdote católico, considero que el culto a la "Santa Muerte" va en contra de los principios y enseñanzas del Evangelio. Si su mamá está involucrada en este culto, le sugiero que intente dialogar con ella, ofrecerle su apoyo y enseñarle las razones por las cuales la Iglesia Católica condena este tipo de prácticas. La oración y la búsqueda de una vida más plena en Cristo son herramientas poderosas que pueden ayudarnos a resistir las tentaciones y a encontrar la verdadera felicidad y la paz.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Dios y las imágenes religiosas



DIOS Y LAS IMÁGENES
Por Álvaro Molina 

Éxodo 20,4 es un pasaje bíblico que, si estuviera hecho de metal, seguramente estaría muy reluciente y muy gastado también, por todas las veces que nuestros hermanos protestantes lo empuñan cual contundente arma. 

Veamos en orden cronológico cómo ocurrieron algunas cosas alrededor del asunto de las imágenes, en tiempos del Antiguo Testamento: 

1. Dios manda la prohibición de que se haga imagen alguna. Y además advierte que Él es Dios celoso y que puede maldecir a generaciones enteras. (Éxodo 20,4-5) 

2. Dios manda a hacer un par de querubines de oro (imágenes) para la tapa del Arca de la Alianza. (Éxodo 25,18) 

3. Dios manda a Moisés a fabricar una serpiente de bronce para salvar a los israelitas de las mordeduras de serpiente. (Números 21,8) 

4. Salomón llena el templo de Dios con imágenes de varios animales, Dios se hace presente y declara que ese templo será su casa para siempre. No dice nada de nada acerca de todas aquellas imágenes. (1 Reyes 7; 1 Reyes 9) 

En el numeral 2, ¿qué pasó con la prohibición que hasta tiene pena de maldición por generaciones para el transgresor? En el numeral 3, ¿Moisés le recordó a Dios que hay una prohibición en contra de las imágenes? En el numeral 4, ¿Dios se hizo el desentendido con aquellas imágenes que Él nunca mandó a hacer y que Salomón las hizo por su espontánea voluntad? 

En hebreo antiguo hay dos palabras para imagen: pesel y tselem. Pesel significa «imagen para propósitos de adoración», es decir ídolo. Tselem significa «imagen para representación», es decir una simple escultura. La palabra usada para la prohibición fue pesel, con lo cual lo que quedaba prohibido era la creación de imágenes para propósitos de adoración. Tselem no fue la palabra empleada en el texto de la prohibición. Eso explica la aparente incongruencia entre el mandato de Dios y lo que ocurrió después de emitirse la prohibición. 

Hay muchas pruebas bíblicas de que los israelitas eran celosos guardianes de los mandatos divinos, incluso después de haber conocido a Jesús. Una de ellas la tenemos en Hechos 10,9-16: 

«Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, subió Pedro al terrado, sobre la hora sexta, para hacer oración. Sintió hambre y quiso comer. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis, y vio los cielos abiertos y que bajaba hacia la tierra una cosa así como un gran lienzo, atado por las cuatro puntas. Dentro de él había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, sacrifica y come.» Pedro contestó: «De ninguna manera, Señor; jamás he comido nada profano e impuro.» La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano.» Esto se repitió tres veces, e inmediatamente la cosa aquella fue elevada hacia el cielo.» 

San Pedro, ya en su ministerio como cabeza de la iglesia, sigue siendo fiel al mandamiento de no comer cosas impuras, tanto así que aun cuando Dios mismo le está mandando a comer libremente, él siente que no debe desobedecer un mandamiento previo. 

Moisés también era un hombre muy obediente de las leyes divinas. Cuando Dios mandó a Moisés a hacer los querubines de oro, Moisés simplemente obedeció. Cuando Dios mandó a Moisés a hacer la serpiente de bronce, Moisés obedeció sin cuestionar nada. Algunos dirán que Moisés no era como Pedro, que Moisés nunca se opuso o cuestionó los designios de Dios. Pero veamos lo que sucede cuando Dios le dice a Moisés que ha decidido eliminar a los israelitas por ser un pueblo de corazón duro (Deuteronomio 9,13-14). Dios no le está consultando nada a Moisés, no le está pidiendo su opinión, simplemente le está haciendo saber que Él ha decidido matar a todos los israelitas y levantar un nuevo pueblo a partir de Moisés. Ahí no vemos a Moisés hacerse a un lado para dejar pasar a la ira de Dios, sino que intercede por Israel. Moisés se coloca en oración entre Dios y los israelitas, rogando por misericordia. Finalmente Dios escucha los ruegos de Moisés y perdona a los israelitas. 

Como puede verse, Moisés no es un autómata sin razón, que solamente obedece lo que Dios dice. Si pudo atreverse a convencer a Dios de retroceder en su decisión de matar a los israelitas, ¿por qué no vimos a Moisés razonando con Dios sobre el asunto de las imágenes? ¿Por qué no le recordó a Dios que había una prohibición impuesta por Él mismo? Simplemente porque a Dios no le ofenden las imágenes (tselem). Le ofenden los ídolos (pesel). 

Un ídolo no es solamente una cosa de piedra o madera. Un ídolo es todo aquello que nos aleja de Dios. Un ídolo es aquella cosa o costumbre que se alimenta de nosotros, que no nos deja crecer, que nos impide el desarrollo espiritual. Un ídolo puede ser el dinero, la fama, el sexo, el poder, una persona, el trabajo, la familia. No hay que perder de vista que la idolatría no es acerca de estatuas o esculturas, sino que acerca de los deseos del corazón. Todo lo que tengamos en nuestros corazones por encima de Dios, es un ídolo. 

Muchos dirán que postrarse ante una imagen del catolicismo es adorar. Cualquier diccionario desmentirá semejante falsedad. Pero mejor leamos lo que dice la biblia sobre esa mentira de que postrarse es adorar. San Mateo 4,9 es el versículo con la tercera tentación del demonio a Jesús. «Y le dice: todo esto te daré, si postrándote me adoras». Vemos que la biblia deja muy claro que postrarse no es adorar. El demonio le ofrece a Jesús todos los reinos de la tierra a cambio de dos cosas distintas entre sí: postrarse y adorarle. El demonio quiere ver a Jesús postrado, para sentirse reconocido por el Hijo de Dios como alguien con méritos. Le interesa eso primero, satisfacer su vanidad. Como cosa secundaria quiere la adoración. 

Uno puede postrarse o inclinarse en señal de respeto, para reconocer los méritos de otra persona, tal como hizo Salomón son su madre, quien al llegar a visitarlo, se inclinó ante ella (1 Reyes 2,19). Ahí Salomón no estaba adorando a su madre, estaba mostrándole mucho respeto. También tenemos el pasaje donde Josué se postra ante el Arca de la Alianza durante horas (Josué 7,6). Josué no estaba adorando aquella caja de madera cubierta con oro. Estaba humillándose ante lo más cercano a la presencia de Dios. 

La adoración no requiere una postura específica, porque viene del corazón y los deseos de la persona. 

Recuerden que estos temas de apologética son para el crecimiento en la fe de cada uno de ustedes, para que sepan cómo combatir esas dudas que algunos pretenden sembrar en nuestra fe católica, no son para ir a batallar en inútiles polémicas interminables con nuestros hermanos protestantes. 

Pax et bonum.


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¿Qué es la idolatría?


¿QUÉ COSA ES REALMENTE LA IDOLATRÍA?
Por Álvaro Molina 

En tiempos de los profetas los pueblos paganos practicaban la idolatría principalmente rindiendo adoración a figuras talladas en piedra, madera o hasta metales preciosos. Bien podía tratarse de figuras de un hombre-pez, o de algún animal o de algún ser mitológico con forma humana, como en el caso de los dioses del Olimpo o algunos dioses egipcios. 

En aquel tiempo la idolatría tenía como premisa fundamental el creer que aquel objeto inanimado era realmente un dios, que podía escuchar, ver y entender, y desde luego conceder favores. En el libro de Daniel incluso vemos que algunos pueblos creían que esas figuras inertes hasta podían comer. Esa fue la razón por la que se escribió lo que leemos en Jeremías 10, donde el profeta se burla de los ídolos, ya que aquellos pueblos trataban esos objetos como si realmente eran seres capaces de ver, hablar y moverse, cuando no eran más que figuras idolatradas, talladas en algún material inerte. 

En tiempos de los apóstoles la idolatría seguía practicándose, pero no solamente hacia esculturas que eran tratadas como ídolos, sino que también hacia cosas del mundo como el sexo, el dinero y todo lo demás que el mundo pudiera ofrecer. Eso lo podemos leer en Efesios 5,5 donde San Pablo advierte que ser fornicario, avaro o mundano equivale a ser idólatra. Una advertencia similar la podemos leer también en Colosenses 3,5-6. No es casualidad que San Pablo mencione esto en dos de sus cartas, donde hace énfasis en que la idolatría no es solamente creer que un trozo de piedra o madera es un dios, sino que es acerca de poner las cosas pecaminosas del mundo por encima del verdadero Dios. 

En nuestros días solo un trastornado podría creer que un objeto con forma humana o de animal es un dios. Aun así existe la idolatría hacia otras cosas como el dinero, la fama, el sexo, el cuerpo, las personas, etc. 

Hay una palabra en hebreo, cuyo significado puede mostrar con mucha más claridad qué cosa es ser idólatra. En las prohibiciones que pueden leerse en Levítico encontraremos que no se debe adorar ídolos, no se debe usar ropas con diferentes tipos de tejidos, no se debe afeitar la barba, no se debe practicar actos homosexuales, no deben afeitarse las patillas, no debe raparse la cabeza, entre muchas otras. Hay unas prohibiciones en las que la transgresión se considera como una abominación (Levítico 18,23; Levítico 20,13). La palabra para abominación en hebreo es תּוֹעֵבַה (tow'ebah). Esta palabra tiene muchas acepciones. Significa profano, indigno, repugnante, pero también significa idolatría. Esta palabra también puede encontrarse en muchas otras citas del Antiguo Testamento. 

Resulta interesante que tow'ebah también signifique idolatría, y en realidad ese significado ayuda mucho a esclarecer qué cosa es idolatrar. Cuando cometemos una transgresión a la ley de Dios, se considera idolatría. Quiere decir que el pecado, sea cual sea, nos lleva a quitar a Dios del pedestal en donde siempre debe estar, para colocar en ese pedestal el motivo de nuestro pecado. En otras palabras, cuando pecamos, tomamos a Dios, lo lanzamos por una ventana, y en su lugar colocamos aquello que nos ha seducido hasta hacernos pecar. En ese momento colocamos el motivo de nuestro pecado en el lugar de Dios, pero ya que el pecado no es un dios, sino que un ídolo, entonces estamos idolatrando porque hemos desplazado a Dios de nuestras vidas, para sustituirlo, aunque sea por unos minutos, por algo que no es Dios. 

Cuando pecamos dejamos de servir y adorar al único y verdadero Dios, para pasar a ser sirvientes del pecado, sea cual sea, y dure el tiempo que dure. Esa es la razón por la cual tow'ebah también significa idolatría, porque desobedecer la ley de Dios es pecar, y al pecar retiramos a Dios de su merecido lugar en nuestras vidas, para colocar en ese mismo lugar otra cosa que no es Dios. 

Por eso resulta un tanto irónico cuando alguien nos acusa de ser idólatras, por el solo hecho de tener simples imágenes de la virgen María o de santos en nuestras casas o templos, ya que quien nos hace ese señalamiento es otro pecador, que repite los mismos pecados diariamente, con lo cual ese pecador es un idólatra, que nos acusa de ser idólatras. Así que al final, idólatras somos todos, pero no por adorar ídolos de piedra o madera, sino que por adorar otra clase de ídolo: el pecado. 

La desobediencia nos lleva al pecado. El pecado, como ídolo que es, siempre nos roba algo valioso. Un ídolo nos quita, nunca nos da, y si en algún momento pareciera que nos da, en realidad lo hace para quitarnos mucho más de lo que nos dio. Un ídolo se alimenta de nosotros, insaciablemente, y nos abandona hasta que ya no queda nada que pueda robarnos. El pecado es un ídolo y ese ídolo nos quita lo más valioso, la vida, ya que la paga del pecado es la muerte. 

En Éxodo 32 podemos leer cómo el pueblo de Israel decide retirar a Dios de sus vidas y hacerse un muñeco de oro con forma de becerro, al cual ellos ahora llaman dios. Es muy significativo que en Éxodo 32,8 podamos leer que Dios menciona primero lo más grave, que en ese caso no fue la fabricación del becerro, sino que la desobediencia. «Bien pronto se han apartado el camino que yo les había prescrito.» A continuación Dios menciona lo del becerro, pero como cosa secundaria. Lo más grave, lo que más ofende a Dios, es la desobediencia, la cual llevó a los israelitas a dejar de adorar a Dios y desplazarlo, para ponerse a adorar al pecado. El becerro de oro no fue más que la contundente evidencia de ese grave pecado. 

Ese día fatal la idolatría del pecado hizo que el pueblo de Israel perdiera algo muy valioso. A cambio solo obtuvieron un muñeco del metal amarillo llamado oro. El pecado, como todo el ídolo que es, solo les robó, les quitó, se alimentó de ellos, y los dejó vacíos, tan solo con un inservible montón de oro. 

En contraste con el pecado, Dios nos alimenta y nos nutre con su carne y su sangre, para darnos vida eterna. Acerquémonos a la Santa Eucaristía. Frecuentemos el sacramento de la confesión y el sacramento de la comunión. Recemos el santo rosario y luchemos para dejar de adorar ídolos, que no son otra cosa que los cotidianos y repetitivos pecados que todos cometemos. Muchos de esos pecados son de muerte. 

Vayamos a confesarnos con la mayor frecuencia posible, aunque se trate de pecados veniales, ya que lo más importante es que recibamos esa dosis de gracia cuando se nos da la absolución. De la misma manera que una planta crece más fuerte cuando es regada con más frecuencia, nosotros también nos volveremos más fuertes para resistir al pecado si nos acercamos a la confesión con frecuencia, para ser bañados con la gracia de la absolución. 

Pax et bonum


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