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¿Es lo mismo la santería que la veneración de los santos?


¡Claro que no es lo mismo la santería que la veneración de los santos! Comencemos desentrañando esta cuestión para que quede completamente clara.

Primero, hablemos sobre la veneración de los santos. Como católicos, creemos firmemente en la comunión de los santos, que es la creencia de que todos los bautizados, tanto en la tierra como en el cielo, estamos unidos en Cristo por el Espíritu Santo. Los santos son nuestros hermanos y hermanas que han vivido vidas ejemplares de fe y han sido modelos de santidad para nosotros. Los veneramos, no adoramos, como ejemplos de vida cristiana y como intercesores ante Dios.

Cuando veneramos a un santo, no lo hacemos por su propio poder, sino porque reconocemos que han vivido vidas santas en conformidad con la voluntad de Dios. Buscamos su intercesión, pidiéndoles que oren por nosotros ante Dios, al igual que pedimos a nuestros amigos y familiares que oren por nosotros. Es como si estuviéramos pidiendo ayuda a un amigo espiritual que está más cerca de Dios.

La veneración de los santos se basa en una larga tradición de la Iglesia, que se remonta a los primeros siglos del cristianismo. En la Biblia, en Hebreos 12,1, se nos insta a "correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fijos los ojos en Jesús, autor y consumador de la fe". Los santos son como compañeros de carrera que nos animan y nos guían en nuestro camino hacia Cristo.

Por otro lado, la santería es una práctica religiosa que tiene sus raíces en las tradiciones africanas y se ha mezclado con elementos del catolicismo. En la santería, se veneran supuestas divinidades conocidas como orishas (obviamente se trata de falsos dioses y en muchos casos se trata de demonios), que son supuestos "espíritus de la naturaleza" y dicho culto se mezcla junto con una deformada veneración de santos católicos. Esta práctica es sincretista, ya que combina creencias y prácticas de diferentes tradiciones religiosas y un católico no debe practicar bajo ninguna circunstancia la santería.

A diferencia de la veneración de los santos en el catolicismo, donde buscamos la intercesión de los santos ante Dios, en la santería se realizan rituales y ofrendas a los orishas en busca de favores o protección. Se cree que los orishas pueden influir en los asuntos humanos y se les ofrece sacrificios y regalos en un intento de ganarse su favor.

Esta diferencia fundamental entre la veneración de los santos y la santería radica en la comprensión de la relación entre los seres humanos y lo divino. En el catolicismo, creemos en un solo Dios que es el creador y señor del universo, y veneramos a los santos como modelos de santidad y como intercesores ante Dios. En la santería, hay una multiplicidad de divinidades que se consideran intermediarias entre lo humano y lo divino, y se busca su favor a través de rituales y ofrendas.

Es importante que como católicos comprendamos la diferencia entre la veneración de los santos y prácticas como la santería. Si bien es válido y beneficioso venerar a los santos como modelos de vida cristiana, debemos evitar cualquier forma de sincretismo o prácticas que contradigan nuestra fe en Dios y en la enseñanza de la Iglesia.

En resumen, la veneración de los santos en el catolicismo es una expresión de nuestra fe en la comunión de los santos y en la intercesión de los santos ante Dios, mientras que la santería es una práctica religiosa pagana y sincretista que combina engañosamente elementos del catolicismo con tradiciones africanas y que busca el favor de falsas divinidades intermediarias, las cuales pueden ser demonios. Es fundamental que mantengamos nuestra fe centrada en Cristo y en la enseñanza de la Iglesia, evitando cualquier forma de peligroso sincretismo pagano o prácticas que contradigan nuestra fe.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Si solo Cristo salva, ¿para qué sirven los Santos?


Primero y ante todo, es crucial afirmar con claridad que solo Jesucristo es nuestro Salvador. La Biblia nos enseña claramente que "no hay salvación en ningún otro, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos" (Hechos 4, 12). Cristo es el camino, la verdad y la vida (Juan 14, 6), y su muerte en la cruz y su resurrección nos han abierto las puertas del cielo.

Entonces, ¿para qué sirven los Santos si solo Cristo salva? Esta es una pregunta maravillosa que nos lleva a explorar la comprensión católica de la comunión de los santos. La Iglesia Católica nos enseña que la obra redentora de Cristo se extiende más allá del tiempo y del espacio, y la comunión de los santos es una expresión de esa realidad.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, en el párrafo 946, se nos dice: "La Iglesia es 'el pueblo de Dios reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo'; su cabeza es Jesucristo y todos los bautizados son miembros de su cuerpo" (CIC 946). Aquí, vemos que la Iglesia, en su esencia, es la comunión de los fieles, tanto en la tierra como en el cielo.

Entonces, los Santos, que han vivido vidas ejemplares y han alcanzado la presencia de Dios, no están separados de nosotros, sino que son parte de esa comunión. Su papel no es competir con la obra redentora de Cristo, sino ser testigos y participantes de esa obra en la eternidad. Podemos verlos como compañeros de viaje en nuestra peregrinación terrenal, modelos a seguir y, sí, incluso amigos en el cielo que pueden interceder por nosotros.

La intercesión de los Santos se basa en el amor y la comunión que compartimos como miembros del cuerpo de Cristo. La Biblia nos habla de una "gran nube de testigos" que nos rodea (Hebreos 12, 1). Estos testigos no son observadores pasivos, sino participantes activos en nuestra vida de fe. La intercesión de los Santos es como un reflejo de esa realidad: ellos, que ahora están en la presencia de Dios, pueden presentar nuestras necesidades y oraciones ante el trono divino.

Imagina que tienes un amigo muy cercano que es conocido por su profunda conexión con Dios. Ahora, imagina que estás pasando por un momento difícil y decides pedirle a ese amigo que ore por ti. No estás adorando a tu amigo ni considerándolo un ser divino; simplemente confías en que su conexión con Dios y su amor por ti lo llevarán a orar en tu nombre. De manera similar, al pedir la intercesión de los Santos, confiamos en su cercanía a Dios y su deseo de ayudarnos, ya que comparten un amor común por nuestro Señor.

La Biblia respalda la idea de la intercesión en varios lugares. En el Antiguo Testamento, vemos a Abraham intercediendo por Sodoma y Gomorra (Génesis 18, 22-33), y en el Nuevo Testamento, Pablo anima a los creyentes a orar unos por otros (Efesios 6, 18). Esto nos muestra que la intercesión es parte de la tradición bíblica y puede extenderse más allá de las barreras del tiempo y el espacio.

La intercesión de los Santos no disminuye la centralidad de Cristo como nuestro único Salvador. De hecho, la resalta al mostrar cómo la obra de Cristo en la cruz ha creado una comunión viva entre los miembros de su Cuerpo, la Iglesia. Los Santos, al interceder por nosotros, son testigos vivos de la gracia redentora de Cristo.

La Iglesia Católica también nos enseña que la intercesión de los Santos no es una competencia con la intercesión de Cristo. En el Catecismo, en el párrafo 956, leemos: "Los que están en el cielo pueden interceder por los hombres. La oración de la Iglesia se apoya en la intercesión carismática de los santos y en la de Cristo que intercede por nosotros en el cielo sin cesar" (CIC 956). Aquí, vemos que la intercesión de los Santos y la intercesión de Cristo son complementarias, no opuestas.

La Iglesia también nos enseña que la intercesión de los Santos no es una necesidad absoluta, sino un regalo adicional. La gracia redentora de Cristo es suficiente para nuestra salvación. Sin embargo, la intercesión de los Santos es un testimonio de la relación viva que compartimos como miembros de la familia de Dios. Es un regalo que nos muestra cómo la obra salvífica de Cristo no se limita a nuestra vida terrenal, sino que se extiende a la eternidad.

Para entender esto mejor, podemos mirar el sacramento de la reconciliación (confesión). Aunque Jesucristo es el único que puede perdonar nuestros pecados, la Iglesia nos invita a confesar nuestros pecados ante un sacerdote. Esto no significa que el sacerdote esté perdonando los pecados en lugar de Cristo, sino que actúa como un instrumento a través del cual recibimos la gracia de Dios. De manera similar, la intercesión de los Santos no reemplaza la obra salvífica de Cristo, sino que es un medio a través del cual experimentamos su amor y ayuda.

En conclusión, los Santos no compiten con Cristo como Salvador, sino que son testigos y participantes de la obra redentora de Cristo. Su intercesión no es una necesidad absoluta, pero es un regalo que nos muestra la profundidad de nuestra comunión en Cristo. Al pedir la intercesión de los Santos, no los adoramos ni les atribuimos la capacidad de salvarnos, sino que confiamos en su amor y cercanía a Dios para orar por nosotros.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

San Juan Crisóstomo: Sobre Eva y la Nueva Eva (la Virgen María)

 



San Juan Crisóstomo (347-407)

(Catequesis sobre el cementerio y la cruz, 2: PG 49, 396).


¿Te das cuenta, qué victoria tan admirable? ¿Te das cuenta de cuán esclarecidas son las obras de la cruz? ¿Puedo decirte algo más maravilloso todavía? Entérate cómo ha sido conseguida esta victoria, y te admirarás más aún. Pues Cristo venció al diablo valiéndose de aquello mismo con que el diablo había vencido antes, y lo derrotó con las mismas armas que él había antes utilizado. Escucha de qué modo

Una virgen, un madero y la muerte fueron el signo de nuestra derrota. Eva era virgen, porque aún no había conocido varón; el madero era un árbol; la muerte, el castigo de Adán. Mas he aquí que, de nuevo, una Virgen, un madero y la muerte, antes signo de derrota, se convierten ahora en signo de victoria. En lugar de Eva está María, en lugar del árbol de la ciencia del bien y del mal, el árbol de la cruz; en lugar de la muerte de Adán, la muerte de Cristo.

¿Te das cuenta de cómo el diablo es vencido en aquello mismo en que antes había triunfado? En un árbol el diablo hizo caer a Adán; en un árbol derrotó Cristo al diablo. Aquel árbol hacia descender a la región de los muertos; éste, en cambio, hace volver de este lugar a los que a él habían descendido. Otro árbol ocultó la desnudez del hombre, después de su caída; éste, en cambio, mostró a todos, elevado en alto, al vencedor, también desnudo. Aquella primera muerte condenó a todos los que habían de nacer después de ella; esta segunda muerte resucitó incluso a los nacidos anteriormente a ella. ¿Quién podrá contar las hazañas de Dios? Una muerte se ha convertido en causa de nuestra inmortalidad: éstas son las obras esclarecidas de la cruz.

¿Has entendido el modo y significado de esta victoria? Entérate ahora cómo esta victoria fue lograda sin esfuerzo ni sudor de nuestra parte. Nosotros no tuvimos que ensangrentar nuestras armas, ni resistir en la batalla, y, con todo, obtuvimos la victoria; fue el Señor quien luchó y nosotros quienes hemos sido coronados. Por tanto, ya que la victoria es nuestra, imitando a los soldados, canten hoy, llenos de alegría, las alabanzas de esta victoria, alabemos al Señor, diciendo: La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? Dónde está, muerte, tu aguijón?

Éstos son los admirables beneficios de la cruz a favor nuestro: la cruz es el trofeo erigido contra los demonios, la espada contra el pecado, la espada con la que Cristo atravesó a la serpiente; la cruz es la voluntad del Padre, la gloria de su Hijo único, el júbilo del Espíritu Santo, el ornato de los ángeles, la seguridad de la Iglesia, el motivo de gloriarse de Pablo, la protección de los santos, la luz de todo el orbe. 

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¿Cómo pueden los santos escucharnos si dice la Biblia que duermen?


Por: Christian

Cuando los protestantes niegan la intercesión de los santos, su razón fundamental es que los santos del cielo están durmiendo en espera del Juicio Final

Cuando los protestantes niegan la intercesión de los santos, su razón fundamental es que los santos del cielo no pueden interceder ni hacer nada porque están durmiendo en espera del Juicio Final, que llegará al final de los tiempos.

Un lector nuestro, llamado Stuard, nos acaba de escribir un mensaje en ese mismo sentido, intentando demostrar con citas bíblicas que los muertos duermen. Esta es su carta, escrita en respuesta a nuestro artículo ¿Pueden los santos interceder por nosotros? Copiaremos aquí su carta y después de ella pondremos nuestra respuesta, y de paso agradecemos la participación de Stuard en nuestros enriquecedores debates y pedimos disculpas por abreviar algunas citas, dejando sólo la referencia, pero quien quiera puede leerlas clicando en ella.

CARTA DE STUARD

Bastante persuasivo, como las palabras que escuchó Eva, pero todo el argumento se derrumba por una verdad claramente bíblica; todos quienes han fallecido han dejado de existir, están en un estado “dormido”, no pueden tener contacto con ningún ser humano y por ende no pueden interceder por ningún ser humano.
Job 3:11-13 / Job 7:9-10,21 / Job 10:18-22 

Job 14:10-15,20-21: Pero el hombre muere, y queda postrado. Y al morir, ¿a dónde va? Como el agua de un lago se evapora, y el río se agota y se seca; así el hombre yace y no se vuelve a levantar, hasta que no pase el cielo, no despertará de su sueño. ¡Ojalá me escondas en el sepulcro, me encubras hasta que pase tu ira, y me fijes un plazo, para acordarte luego de mí! Cuando el hombre muere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi milicia esperaré, hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé. Pues tú amas la obra de tus manos. Siempre serás más fuerte que él, y él se va. Desfiguras su rostro, y lo despides. Si sus hijos son honrados, él no lo sabrá, O serán humillados, y no entenderá de ello.

Salmo 6:5: Porque en la muerte no hay memoria de ti. ¿Quién te loará en el sepulcro?

Salmo 13:3 / Salmo 30:9 / Salmo 76:5 / Salmo 78:39

Salmo 88:10-12: ¿Mostrarás tus maravillas a los muertos? ¿Se levantarán los muertos para alabarte? ¿Se hablará de tu amor en la tumba? O, ¿de tu fidelidad en el lugar de la destrucción? ¿Serán conocidas en las tinieblas tus maravillas tu justicia en la tierra del olvido?

Salmo 115:17: Los muertos no alabarán al Señor, ni cuantos descienden al silencio.

Salmo 146:4: Sale su aliento, vuelven a la tierra. En ese mismo día perecen sus pensamientos.
Isaías 26:14: Están muertos, no vivirán; son sombras que no se levantarán; porque los castigaste y destruiste, y borraste todo recuerdo de ellos. 

Isaías 38:18: Porque el sepulcro no te exaltará, ni te alabará la muerte. Ni los que descienden al hoyo esperarán en tu fidelidad.

Jeremías 51:39,57: Cuando tengan calor les serviré su bebida, y los embriagaré, para que se alegren, y duerman el sueño eterno, y no despierten jamás —dice el Señor— Embriagaré a sus príncipes y a sus sabios, a sus capitanes, a sus nobles y a sus fuertes. Y dormirán el sueño eterno y no despertarán” —dice el Rey, cuyo nombre es el Eterno Todopoderoso. 

Hechos 2:34: Porque David no subió al cielo, pero él dice: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra. 

1 Corintios 11:30: Por eso hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y algunos duermen. 

1 Corintios 15:6,51: Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales la mayoría vive aún, y otros duermen. Os voy a decir un misterio. No todos dormiremos, pero todos seremos transformados. 

En resumen: Los vivos saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; hasta su memoria es puesta en olvido También su amor, su odio y su envidia perecieron ya, y nunca más participan en nada de lo que se hace bajo el sol. (Eclesiastés 9:5-6)

Así pues, tantas palabras para que queden vacías ya que tanto María, Teresa y nuestros familiares que ya duermen el descanso de la muerte no paran nada de lo que sucede en nuestras vidas hoy ¡Cuánta no será la sorpresa de todos ellos cuando despierten en la resurrección de Cristo para enterarse que nunca oyeron los pedidos que se hicieron a sus nombres!

Si bien la Biblia menciona que Moisés y Elías están en el Cielo, ellos están en carne y hueso. Elías fue trasformado y llevado vivo mientras que Moisés fue resucitado, glorificado y llevado así al Cielo, ambos como modelos de lo que ocurrirá con los santos vivos y muertos al momento que Jesús regrese.

NUESTRA RESPUESTA

Estimado Stuard

Para empezar, gracias por tu comentario y por haberte tomado la molestia de explicar a fondo tu visión del tema. Reconociendo que tienes parte de razón y que tus ideas no son en absoluto absurdas ni antibíblicas, intentaremos aquí demostrar que, no obstante, están en esencia equivocadas, pues aunque tus citas son correctas, tus conclusiones no lo son, y ello se debe a que te centras en unas partes de la Biblia que apoyan tu teoría pero ignoras o malinterpretas otras muchas.

Señalar también un error de expresión (a todos nos pasa), por si alguien queda confundido. Creo que lo que dices no es exactamente lo que pretendías decir, así que me atrevo a aclararlo. Dices “todos quienes han fallecido han dejado de existir, están en un estado ‘dormido’”. Es evidente que lo que no existe no puede estar en ningún estado, así que dejémoslo en que quienes han fallecido están en un estado dormido, mas no han dejado de existir. O si han dejado de existir entonces no están ya dormidos ni de ningún otro modo.

Aclaremos también, en favor de algunos lectores, dos puntos básicos: 

1- Resucitar significa que el alma recupera su cuerpo (glorificado), no simplemente que el alma inmortal sigue existiendo tras la muerte.

2- La revelación es progresiva. Los antiguos hebreos iban paso a paso descubriendo la verdad según Dios, calculando muy bien los tiempos, se la iba revelando. Ellos, por ejemplo, no sabían que Dios era trino ni muchas otras cosas que fueron descubriendo poco a poco o que no supieron hasta que Jesús las mostró. Por tanto en el Antiguo Testamento podemos encontrar algunas creencias que no muestran la verdad, sino el camino hacia la verdad.

La mayoría de esas citas que das, tomadas del Antiguo Testamento, reflejan la antigua creencia de que todos los muertos iban al hades y, al igual que creían muchos griegos, quedaban allí en un estado inconsciente, o simplemente desaparecían. Incluso en la época de Jesús buena parte de los judíos aún no creían en la resurrección, aunque ya sí estaba generalizada la creencia de que el alma (sin cuerpo) iba al cielo o al infierno.

Lo que cree el cristianismo es que tras la muerte habrá un Juicio Final y entonces resucitaremos todos a salvación o condenación. Esa idea de que desde que morimos hasta que resucitamos hay que esperar un tiempo es lógica, pues el Juicio Final se hará con todo el mundo, y por tanto no podría realizarse hasta el fin de los tiempos, o sea, sería tras el fin de la humanidad. Por lo tanto, si alguien muere hoy, hasta el fin del mundo no resucitaría.

Y sin embargo la Iglesia primitiva, como puedes comprobar por las citas de nuestro artículo sobre el cual comentas, creía que al morir, aunque aún esperando la resurrección del cuerpo, ya ibas al cielo o al infierno, lo que no deja de ser paradójico porque aún no ha ocurrido el Juicio, que ocurrirá en el futuro lejano (o no tan lejano). Y esa idea era la que justificaba el que los santos del cielo (que ya estaban en el cielo) pudieran interceder por nosotros. Si piensas que la Iglesia primitiva se equivocaba lo entiendo perfectamente, tiene sentido, pero te explicaré por qué no.

Hace un siglo podría haberte dicho que si los protestantes rechazasteis las creencias de la Iglesia primitiva, al menos en ese punto parecía tener sentido, si nos limitamos a la lógica humana. Pero hoy, descubierta ya la teoría de la Relatividad, podemos comprender por qué las creencias de la Iglesia primitiva no eran ninguna contradicción, pues si en el plano espiritual no existe tiempo ni espacio (pues ambas cosas son atributos de la materia, sin existencia por sí mismas), entonces lo absurdo es pensar que los muertos, que pasan al plano espiritual, tienen que estar en algún lugar esperando cierto tiempo. Ni lugar ni espera. Si Pedro muere hoy, ¿a dónde está durmiendo? ¿cuánto tiempo va a esperar a la resurrección? Antiguamente era comprensible que uno se empeñase en pensar con esquemas espaciotemporales incluso pensando en el Más Allá, pero con lo que hoy sabemos, tenemos que dar la razón a la Iglesia primitiva, resuelta al fin su paradoja. Y dicha paradoja se ha resuelto ni más ni menos que dándole la razón a San Agustín, que fue el primero, al menos conocido, que formuló claramente que el tiempo y el espacio no forman parte sino del universo físico, aunque no formulase ninguna teoría científica.

Si leyeras escritos católicos o simplemente de gente católica, verás que también nosotros, como San Pablo etc, hablamos a menudo de “dormir” para referirnos al “eterno descanso”, pero nunca lo usamos en el sentido literal de que realmente el muerto está dormido, simplemente es una forma dulce de referirnos a que está muerto, y así mismo parece usarse en la Biblia. Si en un epitafio católico lees “María, 9 años, se durmió el 5 de abril, descanse en paz” no pienses que quien tal escribió está de acuerdo contigo, sólo es una forma bonita de decir que se ha muerto, al igual que es frecuente la expresión “durmió el sueño de los justos”, con el significado de que se murió. Te copio aquí de nuevo una de las citas que muestra el artículo:

Entonces [durante la oración eucarística] conmemoramos a aquellos que ya han dormido: primero a los patriarcas, a los profetas, apóstoles y mártires, para que a través de sus oraciones y suplicas, Dios reciba nuestras peticiones. (San Cirilo de Jerusalén. Lecturas catecumenales 23:9, año 350)

Habla de santos “que ya han dormido” y añade que les rezan “para que a través de sus oraciones… Dios reciba nuestras peticiones”. Descansar, reposar, dormir, son formas de expresar la idea de la muerte, pero dicho por un católico (o en la Biblia) no significa que el alma del difunto esté realmente durmiendo o sentada en una silla por toda la eternidad. De hecho se da el caso que la misma Biblia afirma que ese “dormir” es una forma literaria de expresar el morir, no significa que realmente la muerte sea un sueño:

Dijo esto, y después de esto añadió: Nuestro amigo Lázaro se ha dormido; pero voy a despertarlo. Los discípulos entonces le dijeron: Señor, si se ha dormido, se recuperará. Pero Jesús había hablado de la muerte de Lázaro, mas ellos creyeron que hablaba literalmente del sueño. (Juan 11:11-14)

Probablemente tú dirás que cuando los protestantes afirman que los muertos “duermen” no quieren decir que duerman literalmente, sino que están en un estado similar al sueño (por eso tú, con buen criterio, pusiste “dormir” entre comillas). En tal caso estáis interpretando, igual que nosotros, el sentido de “dormir” de forma alegórica, pues dormir sería “entrar en un estado temporal de inconsciencia”, como en un sueño. ¿Y quién os asegura que vuestra alegoría es la correcta? Nosotros lo interpretamos de la misma manera en que lo hacían los primeros cristianos (“dormir” es una alegoría de “morir”), los cuales recibieron las explicaciones doctrinales de los apóstoles o sus discípulos, pero vosotros ¿en qué os apoyáis para pensar que vuestra interpretación es la correcta? Porque además esa interpretación vuestra hace que muchos pasajes de la Biblia resulten o bien oscuros o bien incorrectos.

Pero sigamos con tu escrito y veamos algunas de las citas que tan amablemente nos ofreces. Job, por ejemplo, ni siquiera creía en la resurrección, por eso se empeña en buscar el premio o castigo en esta vida y no en la otra, y por tanto citar a Job no tiene ningún sentido en ese punto concreto, sus creencias sobre el tema no son cristianas, él no cree en la vida después de la muerte. Y por ejemplo Isaías, al menos interpretado literalmente como tú pareces hacer, tampoco ha alcanzado aún la revelación del cristianismo cuando dice, según tu cita:

Están muertos, no vivirán; son sombras que no se levantarán; porque los castigaste y destruiste, y borraste todo recuerdo de ellos (Isaías 26:14)

Según el cristianismo, si Dios castiga a gente malvada que muere, esos condenados van al infierno, o según tú, dormirán por cierto tiempo y luego irán al infierno. Mas no es eso lo que Isaías cree, él dice que han sido destruidos, sin vida, sombras que ya no resucitarán (o según tu traducción, que no se levantarán) y su recuerdo desaparecerá, que es lo único que según los antiguos hebreos podía dar cierta inmortalidad a quien había muerto. Por tanto esa cita tampoco sirve para demostrar ninguna doctrina cristiana sino sólo para documentar una antigua creencia judía. Pero peor aún para este caso es tu cita de Jeremías:

Porque el sepulcro no te exaltará, ni te alabará la muerte. Ni los que descienden al hoyo esperarán en tu fidelidad. (Isaías 38:18)

Además de que, como veremos más adelante, esto contradice otra cita bíblica, de nuevo vemos aquí la idea no de que los muertos duermen, sino que dejan de existir, y por tanto, buenos o malos, una vez muertos ninguno “esperará en tu fidelidad”. Incluso tú mismo has de ver que cuando alguien muere, al menos si es bueno, esperará en la fidelidad del Señor el día de la resurrección, aunque sea dormido.

Igual podría ofrecerte yo, como tú has hecho, un montón de citas del Antiguo Testamento para defender la muy poco cristiana creencia de que los muertos, que van todos al reino de las sombras, llamado allí hades o sheol o infierno (en el sentido judío), tienen ese destino independientemente de que sean o no justos, y sólo en algunos casos, por deseo del Altísimo, esos muertos que allí son sólo sombras vuelven a la vida, que no al cielo:

Yahvé da muerte y vida, hace bajar al sheol y retornar (1 Samuel 2:6)

Evidentemente esa cita no puede usarse para discutir ninguna doctrina cristiana, pues Jesús nos reveló algo muy distinto, aunque cierto es que el concepto de sheol y de qué nos espera tras la muerte es muy ambiguo en el Antiguo Testamento y se podrían hacer interpretaciones para todos los gustos, lo que también se ven en las traducciones a veces muy diferentes que existen. Y si crees que los salmos muestran con claridad la misma doctrina que el cristianismo, puedes ver montones de citas que dicen lo contrario, como esta:

Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan, y hasta mi carne en seguro descansa; pues no has de abandonar mi alma al sheol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa (Salmo 16[15]:9-10).

¿Está diciendo el salmista que Dios no permitirá que muera? Hasta el mismo Jesús “vio la fosa”. Incluso para un judío de entonces tal afirmación es metafórica, y así la entendería, pero al parecer la interpretación que tú haces en tus citas es siempre literal (creo yo), mas si hiciéramos lo mismo con este salmo, quedaríamos perplejos y pensaríamos que tal vez todas nuestras creencias son falsas o algo por el estilo, pues en estos salmos no vemos que tras la muerte tengamos un cielo o un infierno esperando.

Esta otra cita tampoco parece de doctrina muy cristiana:

“Embriagaré a sus príncipes y a sus sabios, a sus capitanes, a sus nobles y a sus fuertes. Y dormirán el sueño eterno y no despertarán” —dice el Rey, cuyo nombre es el Eterno Todopoderoso. (Jeremías 51:57)

Tú la usas para intentar demostrar que los muertos duermen, pero aquí ese sueño del que hablas parece ser eterno y sin fin, “no despertarán”. Si lo interpretamos literalmente tendríamos que admitir que los muertos duermen, y también que no hay ni cielo ni infierno, al menos para algunos. Esta otra cita, sin embargo, parece más clara a tu favor:

Porque David no subió al cielo, pero él dice: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra…” (Hechos 2:34)

Pero sólo lo parece, porque San Pablo podría estar refiriéndose simplemente a que cuando David dijo esa frase, no estaba en el cielo, sino aún vivo. Pero bien podría ser que sí quiso San Pablo decir que al momento de escribir su carta el rey David aún no estaba en el cielo. En ese caso tendríamos que contextualizarla para entenderla. Si Jesús nos trajo la salvación, antes de Jesús nadie podía acceder al cielo, sea al momento o esperando al Juicio. San Pablo, como todo el mundo antes, pensaba que el espacio y el tiempo eran cosas que tenían existencia propia (la Biblia no es un libro de ciencias), por tanto en el Más Allá también existía el tiempo y el “antes” y “después”. Por eso el mismo Nuevo testamento sugiere que Jesús bajó a los “infiernos” a sacar de allí las almas de los justos que estaban “esperando”. La propia Iglesia primitiva desarrolló esta creencia y fruto de ello es el Evangelio apócrifo de Nicodemo, en el capítulo XVII, donde se explica tal suceso con todo lujo de fantasiosos detalles (puede descargárselo aquí). Es de suponer que los primeros cristianos recibieran por predicación oral más detalles sobre el tema, pero lo que la Biblia nos dice al respecto, más que explicar la bajada de Jesús a los infiernos, da el asunto por ya sabido y sólo encontramos algunas referencias a dicho suceso. Hablando de Jesús dice:

“Este que bajó es el mismo que subió” 
(Efesios 4:9-10)

Bajó a “los infiernos”, o sea, al hades, la morada de los muertos y luego subió de los infiernos al resucitar. Si queda duda, más claro es Pedro aquí:

…por eso hasta a los muertos se ha anunciado la Buena Nueva, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en espíritu según Dios (1 Pedro 4:6)

Vemos que alguien ha predicado la Buena Nueva de Jesús entre los muertos (en el hades), y sabemos que quien lo hizo fue el mismo Jesús porque ya nos lo había dicho un poco antes:

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. (1 de Pedro 3:18-20)

Según esta cita, los “espíritus encarcelados” son las almas de los pecadores que ofendieron a Dios en tiempos de Moisés, y que en el capítulo siguiente son nombradas como “los muertos”, así que se trataría del hades o del infierno. Y Jesús tras ser “muerto en la carne”, antes de resucitar, aún sólo espíritu, “fue y predicó a los espíritus encarcelados”. Jesús al morir no estuvo dormido esperando la resurrección, y al igual que su resurrección fue señal de la nuestra, sus actividades entre muerte y resurrección podrían ser interpretadas igualmente como señal de la nuestra. Pero si decidimos que tal no es el caso porque siendo Dios es lógico pensar que él no podía estar esos tres días dormidos (aunque digo yo que por qué no, si siendo Dios dormía por las noches mientras estuvo con nosotros), decíamos que si negamos que Jesús sea en este caso ejemplo para nosotros, aun así quedaría la clara idea de que bajó a predicar a los muertos.

Si la Biblia en repetidas ocasiones afirma que Jesús predicó a los muertos… ¿cómo es que pudo predicarles si estaban dormidos? Si los muertos duermen y están inconscientes, la predicación de Jesús sería inútil y entonces Jesús habría empleado esos tres días claves en perder el tiempo. Por lo tanto, esta cita de Pedro sólo tiene sentido si admitimos que los muertos pudieron escuchar a Jesús, y por tanto no estaban dormidos. Pero ya de paso no dejaremos la oportunidad de señalar algo más: si esa gente pecadora, que sufrió el castigo divino por su maldad, estaba en el infierno, según el mismo Jesús nos dijo vana era ya su esperanza y por tanto, nuevamente, inútil su predicación, pues del infierno no se puede salir. Por tanto habría que suponer que no estaban en el infierno, pero tampoco en el cielo por la sencilla razón, diría un protestante, de que aún no ha llegado el Día del Juicio Final.

Esta idea de que “aún no ha llegado” y por tanto tienen que esperar, nos obligaría a suponer que San Agustín y Einstein y la ciencia entera se equivocan al pensar que el tiempo y el espacio son atributos de la materia y sólo en ella existen. Pero incluso si admitimos tal cosa, volvemos a caer en el catolicismo, pues siendo que tal lugar no es cielo ni infierno… entonces ¿qué es? Tendríamos que decir que es limbo o purgatorio, y ninguna de las dos cosas podrían ser admitidas por un protestante, así que se mire por donde se mire, las creencias del apóstol Pedro chocan con las de los protestantes y las contradicen. Sin embargo para un católico no existe en esta cita ninguna dificultad.

Frente a esto, he oído a protestantes decir que esos “espíritus encarcelados” no se refieren a hombres muertos, sino que la Biblia usa “espíritus” para referirse a los ángeles, por tanto serían demonios. No sé si tiene sentido predicar a los demonios pues ellos, “estando” en el infierno, tampoco de él pueden ya salir, con lo cual volvemos al absurdo de que Jesús empleó tres días claves en perder el tiempo predicando a quien no lo puede aprovechar. Además la palabra “espíritus” puede referirse a los ángeles pero igualmente a los muertos, y de hecho en esa misma cita se está usando para referirse al mismo Jesús descarnado, o sea, muerto y aún sin resucitar. Por tanto esa típica explicación, además de improbable no resuelve el problema al que se enfrenta un protestante. Y fíjate también en esta otra:

al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos (Filipenses 2:10)

Si los muertos están dormidos, malamente podrán doblar su rodilla ni hacer nada. Y si suponemos que esas rodillas del cielo y los abismos son las de ángeles y demonios, nos encontramos con que los demonios han de arrodillarse ante Jesús. Sería como pedir que los ángeles blasfemen contra Dios, tal cosa no tiene sentido. Los demonios podrían temer a Dios, pero nunca lo adorarían. Por tanto San Pablo se está refiriendo a los vivos y a los muertos. Veamos otra de tus citas:

Yo embriagaré a sus príncipes y a sus sabios, a sus gobernadores, a sus prefectos y sus guerreros: ellos dormirán el sueño eterno y no se despertarán –así dice el Rey cuyo nombre es Señor de los ejércitos–. (Jeremías 51:57)

Si interpretamos esta cita de forma literal, el mismo Dios dice que “dormirán el sueño eterno y no despertarán”. O sea, nada de esperar la resurrección para ir al infierno y sufrir su justo castigo, no; duermen, pero para siempre. Si según tú ese dormir es más o menos literal (= inconsciencia), entonces tendrá también que ser literal el “sueño eterno” y el “no despertarán”, lo cual nos llevaría a la conclusión de que tras la muerte no habrá ni cielo ni infierno, sino sólo una humanidad eternamente dormida, sin provecho ni sentido alguno ni para nosotros ni para el mismo Dios. Y si total nos espera una eterna inconsciencia ¿qué más da entonces la fe o las obras en esta vida si todos acabaremos del mismo y absurdo modo?

Cuando verdaderamente vemos claro en la Biblia la creencia en la resurrección y en que nuestro destino tras la muerte será de premio en el cielo o de castigo en el infierno es en el segundo libro de Macabeos. Pero hay un gran problema con este libro, que allí mismo también se muestra la creencia en el purgatorio y que se puede rezar por los muertos. Cuando Lutero rompió con la Iglesia, una de las principales fuentes de conflicto (de hecho la causa principal y primera) fue el bochornoso tratamiento de las indulgencias, y eso estaba íntimamente relacionado con la creencia en el purgatorio y las oraciones por los difuntos. Eso fue por sí mismo motivo más que suficiente para que Lutero declarase que Macabeos y algunos otros libros “demasiado católicos”, no eran Palabra de Dios y por tanto no formaban parte estricta de la Biblia. De ese modo era mucho más fácil para un protestante decir que ciertas ideas católicas no se encontraban en la Biblia. También quiso suprimir libros excesivamente católicos del Nuevo Testamento, como la epístola de San Juan o el mismo Apocalipsis. De haberlo conseguido tendrían los protestantes aún más argumentos para decir que estas o aquellas creencias católicas no están en la Biblia. Si alguien eliminase de la Biblia todos los libros del Nuevo Testamento, podría afirmar con certeza que Jesús es antibíblico (según su Biblia, claro).

Si de verdad Jesús, en sus años de predicación, pensase que los muertos están dormidos esperando la resurrección, ¿cómo se le ocurrió contarnos algo tan contrario como esto?:

Cuando el pobre murió, los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Tiempo después murió también el rico, y fue enterrado. Y sucedió que, estando el rico en el abismo, levantó los ojos en medio de los tormentos y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su compañía. Entonces exclamó:… (Lucas 16:22-24) etc. (leer historia completa)

Se supone que ambos, Lázaro y el rico, deberían están durmiendo, y por tanto ni hablando ni sufriendo ni disfrutando de nada, y tampoco en el cielo ni en el infierno, pues habrían de esperar al Juicio Final. Sería absurdo pensar que Jesús nos cuenta una historia sobre el cielo (si no me equivoco la única que habla del cielo y del infierno sin recurrir a simbolismos) y nos lo presenta de forma totalmente incorrecta. Menudo maestro sería en tal caso si utiliza una historia para crearnos tal confusión, pues aquí vemos que nada más morir, tanto el uno como el otro van directamente al cielo o al infierno, y allí presentes, hablan y se preocupan de lo que en la tierra acontece.

Un detalle a tener en cuenta es que la historia de Lázaro y el hombre rico suele suponerse parábola, pero tiene en realidad todos los signos de ser verdaderamente un suceso real, pues no encaja con los parámetros de las parábolas. Las parábolas son relatos de sucesos terrenales que se usan como analogías para explicar cosas espirituales. Sus personajes y acciones son simbólicos y arquetípicos, nunca se habla de gente concreta con nombres propios. En cambio aquí Jesús nos está hablando de personas concretas con circunstancias concretas y nos cuenta lo que les sucedió en la tierra y luego en el cielo sin usar simbologías terrenas. Todo eso hace pensar que no nos encontramos aquí con una parábola sino con un suceso histórico. Mas si pensamos que es parábola, lo muy peculiar de su estilo la convertiría en una parábola que no puede ser interpretada como alegoría, sino como descripción real, que si no ocurrió realmente así, al menos se trata de algo que perfectamente podría haber ocurrido exactamente así. Por todo ello sería un error interpretar alegóricamente una historia que no está escrita en modo de alegoría sino a modo de crónica. Más citas:

Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir” Y Saúl respondió… (1 Samuel 28:15)

En esta escena Samuel está muerto y Saúl lo ha convocado. La Biblia condena esto de convocar a los difuntos, pero el hecho de que Saúl convoque al espíritu de Samuel y éste acuda, aunque sea para reprochárselo, contradice la idea de que los muertos no se enteran de nada ni pueden escucharnos. Otra cita:

Y se les apareció Elías junto con Moisés, y estaban hablando con Jesús. (Marcos 9:4)

En la Transfiguración Jesús aparece hablando con Moisés y Elías. Puesto que Elías fue arrebatado al cielo en un carro de fuego, los protestantes dicen que el espíritu de Elías está vivo y consciente porque subió al cielo sin morir, y por eso no está dormido, y por tanto suponen que a Moisés le ocurrió lo mismo. Pero si suponemos que Moisés corrió la misma suerte que Elías, o que fue resucitado por favor especial, entonces resulta pasmoso que tal enorme dignidad haya sido en la Biblia silenciada acerca de nada menos que Moisés, teniendo en cuenta que hoy en día, según los protestantes, en el cielo sólo habitan Dios, Elías, Enoc y Moisés (y los ángeles). Siendo Enoc alguien de quien apenas se cuenta nada, sí nos dice la Biblia que subió al cielo sin conocer la muerte, ¿y de Moisés se callaría? Del destino de Moisés lo que la Biblia únicamente cuenta es esto:

Y murió allí Moisés, siervo del señor, en la tierra de Moab, conforme al dicho del Señor. (Deuteronomio 34:5)

Pues fíjense que sí se nos habla de su muerte, y ciertamente dice la Biblia “murió allí”, no que fuese ascendido vivo al cielo, que sí se nos dice de Enoc, de Elías y de Jesús. Y si eso no basta tenemos otra cita, esta vez del Nuevo Testamento:

Y, sin embargo, la muerte ejerció su imperio desde Adán hasta Moisés, incluso sobre quienes no pecaron con una transgresión como la de Adán, que es figura del que había de venir. (Romanos 5:14)

La Biblia no dice que Jesús murió y ascendió al cielo, o que Elías murió y fue arrebatado en un carro de fuego, no, ellos estaban vivos cuando ascendieron o fueron ascendidos, el uno por no haber muerto y el otro (Jesús) por haber resucitado, pero de Moisés la Biblia es muy clara, dice que murió, y según las creencias protestantes, tras morir tuvo que haber entrado en un estado de inconsciencia hasta el fin de los tiempos. Pero luego lo vemos hablando con Jesús en la tierra. Y en la epístola de Judas no se nos habla de que Moisés subiera al cielo en cuerpo y alma, sino todo lo contrario, que el ángel y el diablo se peleaban por llevárselo, lo cual también contradice la idea de que al morir duermes y hasta el Juicio no serás despertado y juzgado, según Judas Moisés murió y fue juzgado (juicio representado por esa simbólica lucha del ángel y el diablo por su alma):

Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo disputando con él por el cuerpo de Moisés… (Judas 1:9)

Que en esa “pelea” ganó el ángel y se lo llevó al cielo, lo sabemos por lógica y porque como ya vimos aparecerá luego Moisés junto con Elías hablando con Jesús en la Transfiguración.

Sin embargo tú das una versión de los hechos más sensata al afirmar que Moisés, tras morir, “fue resucitado, glorificado y llevado así al cielo”, y de ese modo aceptas, como dice la Biblia, que Moisés murió. Sólo hay un problema con tu explicación (que otros protestantes también usan), que la Biblia tampoco dice absolutamente nada que nos lleve a pensar semejante cosa. Y puesto que tú eres protestante y lo que no está escrito en la Biblia no puede ser cierto, al igual que imagino que tú negarás que la Virgen María fuese “resucitada, glorificada y llevada así al cielo” en cuerpo y alma, yo te aplico a ti la misma regla y declaro que no puedes creer de ningún modo que Moisés disfrutara de eso mismo, pues al no decir la Biblia nada de ello tal creencia sería, según vuestros parámetros, antibíblica. Para afirmar lo que afirmas tendrías antes que hacerte católico, pero a continuación tendrías que negar tu afirmación porque tal idea tampoco se encuentra en la Tradición oral de la Iglesia primitiva. A mayores, creer que Moisés fue muerto y glorificado y resucitado entraría en contradicción con la cita bíblica en donde se nos dice que la resurrección de Jesús fue la primicia y anuncio de la de los hombres, con lo que la primicia no pudo haberla tenido ya Moisés:

Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. (Corintios 15:20-23)

Y algunos pueden pensar que en cualquier caso Jesús no fue el primero en resucitar, pues ya en el Antiguo y Nuevo Testamento encontramos personas muertas que han sido resucitadas. Todas esas personas murieron, y al poco un profeta o Jesús las devolvió a la vida y siguieron viviendo hasta que de nuevo murieron y resucitaron en cuerpo glorioso para ir al Más Allá. Cuando Jesús resucitó al hijo de la viuda de Naím, por ejemplo, no fue que el hijo resucitó en cuerpo glorioso y fue al cielo, fue simplemente que el cadáver fue reanimado. Eso no es “la resurrección de la carne”, sino la reanimación de un cadáver. Por tanto sí es exacto decir, como nos dice la Biblia, que Jesús fue el primero en resucitar, “las primicias de la resurrección” (quienes afirman que en esta cita “las primicias” se refiere a toda la gente que vivirá “el Rapto” es que no sabe lo que significa la expresión “las primicias”). Si Moisés hubiera muerto, resucitado con cuerpo glorioso y ascendido al cielo, entonces las primicias serían Moisés, no Jesús. Menudo chasco para el cristianismo.

Por tanto, sigo sosteniendo que la escena de la Transfiguración es uno de los elementos bíblicos que con más fuerza imposibilitan esa idea moderna de que los muertos duermen. Otra cita importante en el mismo sentido:

Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino». Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso». (Lucas 23:42-43)

Jesús le promete al buen ladrón que estará con él en el Paraíso “hoy”, no dentro de milenios. He leído artículos en donde intentaban explicar que cuando Jesús dijo ahí “Paraíso” no se refería al cielo, sino a un estado de paz, y por tanto Jesús no quería decir que el buen ladrón estaría en el cielo ese mismo día, sino que antes de morir tendría paz. ¿En serio? En tal caso el pobre ladrón se llevó una buena desilusión, y con razón, pues lo que él pidió nada tenía que ver con eso. Otra.

Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo. (Filipenses 1:23)

En la segunda cita San Pablo dice que preferiría irse (morir) y así estar con Jesús, pero no dentro de milenios, sino ya mismo, por eso dice “me siento urgido”, urgencia, ya mismo. Si pensara que tiene que esperar muchos años o siglos o milenios o quién sabe, ¿dónde estaría la urgencia? Igual podría vivir cien años sirviendo aquí a los cristianos y morir luego. Si él siente urgencia por estar con Jesús es porque piensa que en cuanto muera podrá estar con él.

Y de paso fijémonos en un pequeño detalle, dice San Pablo “es preferible que permanezca en este cuerpo”. Si nos lo tomamos al pie de la letra podríamos usar esta cita para afirmar que San Pablo no creía en la resurrección de la carne, pues en esta cita parece que ir al cielo con Jesús supone abandonar el cuerpo, y seguir vivo en la tierra supone “permanecer en este cuerpo”. Pero los cristianos creemos que después de morir (al instante o tiempo después, según católicos o protestantes) resucitaremos en nuestro cuerpo glorioso y después tendremos el Juicio y después iremos al cielo o al infierno. Lo que San Pablo afirma, como se puede ver, no encaja para nada con este esquema, él parece creer que si muere va derecho al cielo y sin cuerpo alguno. A no ser que pensemos que el cuerpo glorioso no es “este cuerpo” glorificado sino un cuerpo nuevo y diferente, lo cual tampoco es creencia cristiana. Pero el mismo San Pablo es quien más detalles nos da sobre la resurrección de la carne y nuestro cuerpo glorioso, así que tal conclusión sería errónea. Este detalle sirve para ver claramente que cuando una persona intenta interpretar citas bíblicas fuera del Magisterio y la Tradición de la Iglesia, es muy fácil “rayarse” y acabar viendo lo que no es. Y el método protestante de interpretación bíblica (cada uno puede interpretar la Biblia por su cuenta) se presta totalmente a ello. Pero volvamos al tema de nuestra carta. Otra cita.

Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían, y clamaban a gran voz diciendo… (Apocalipsis 6:9-10)

Esta escena ocurre hacia el principio del Apocalipsis, el Juicio Final ocurre hacia el final del mismo libro. O sea, mucho antes del Juicio nos encontramos a los mártires muertos hablando con Dios en el cielo y pidiendo vengar sus crímenes. Según los protestantes deberían estar durmiendo. Vale que estén ya en el cielo sin juicio alguno por ser mártires, pero dormidos.

Pero los protestantes entonces señalan a la continuación de esta cita, en donde “se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos“; pero ese “descansad un poco más” no implica que se vuelvan a dormir, simplemente que no se afanen aún en buscar venganza de sus asesinos (que siguen vivos) porque la retribución no llegará hasta el fin de los tiempos (en el Juicio). En cualquier caso, el hecho de que Dios y los muertos estén en tal conversación implica que los muertos no están en estado inconsciente hasta la Resurrección, en el futuro, sino que son seres con consciencia y voluntad, y que son capaces de hablar con Dios y pedirle cosas, que es lo que nosotros afirmamos.

Pero los cristianos católicos no negamos las otras citas en donde la Biblia nos habla de que la gente irá al cielo o al infierno después del Juicio Final, el cual ocurrirá al final de los tiempos. Los protestantes creen que esa fase de dormición y espera es la única que la Biblia defiende, nosotros creemos que lo que dicen unas citas es correcto y lo que dicen las otras también es correcto, sin necesidad de retorcer los significados hasta hacerlos poco o nada creíbles. Dicho de otro modo, el catolicismo siempre ha aceptado la paradoja de que estas dos verdades, aparentemente contradictorias, son ciertas al mismo tiempo.

NI DORMIR, NI CIELO NI INFIERNO: EXTINCIÓN Y TODO LO CONTRARIO
Para que se vea bien que una o un puñado de citas no hacen doctrina, excepto cuando consideramos globalmente la Biblia entera, vamos a dar varias citas que parecen contradecir en parte o en todo la doctrina cristiana de católicos o protestantes. Por ejemplo estas afirman que cuando morimos simplemente desaparecemos sin más nada, o al menos algunos sí desaparecerán, o al menos dormirán eternamente sin sufrir premio ni castigo alguno.

Entonces, ¿por qué no perdonas mi transgresión y quitas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo; y tú me buscarás, pero ya no existiré. (Job 7:21)

Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad (Eclesiastés 3:19)

Está diciendo aquí que los hombres, igual que los animales, al morir se acabó, no hay diferencia. En realidad, buscando citas bíblicas podemos encontrar toda una gama de creencias, como que al morir no desaparecemos pero dormiremos eternamente (ya vimos la cita) o que algunos serán despertados para recibir premio o castigo y otros seguirán durmiendo, o que los justos despertarán al cielo y los otros seguirán durmiendo, etc, etc, etc. Por ejemplo compare estas dos afirmaciones:

“Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados” (Daniel 12:2)

“Porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz..”. (Juan 5:28)

En la primera cita se dice que “muchos” muertos serán despertados, se supone que el resto seguirá durmiendo eternamente. En la segunda cita se dice que “todos” los muertos serán despertados y resucitarán para premio o castigo. Pero ya vimos a Isaías decir que los malvados nunca despertarán:

Están muertos, no vivirán; son sombras que no se levantarán; porque los castigaste y destruiste, y borraste todo recuerdo de ellos. (Isaías 26:14)

Y el salmo 88 dice que incluso Dios se olvida de los muertos.

Yo tengo mi lecho entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, como aquellos en los que tú ya ni piensas, porque fueron arrancados de tu mano. (Salmo 88)

Pero el salmo 139 dice lo contrario, que incluso en el Sheol está Dios:

Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si hiciere mi estrado en el Sheol, hete allí. (Salmos 139:8)

Claro que ya vimos que según la Biblia Jesús, tras morir, bajó al hades a predicar a los muertos y que los muertos del sheol se arrodillan ante él en adoración, y sin embargo en el Antiguo Testamento se nos dice que los muertos ni pueden adorar a Dios ni pueden escuchar su predicación:

Porque el Seol no te confesará, ni te alabará la muerte; ni los que descienden en el hoyo esperarán tu verdad. (Isaías 38:18)

Sólo para dejar claro que en la Biblia encontramos citas para todos los gustos si queremos valorarlas aisladamente y si nos olvidamos de que la revelación es progresiva. Tal como comentamos anteriormente, es muy peligroso ponerse a interpretar citas bíblicas por cuenta propia, y ofrecer citas bíblicas no es garantía de verdad en sí mismo. Cualquier persona que conozca bien la Biblia sería fácilmente capaz de confundir a un creyente haciéndole creer que la Biblia dice tal o cual verdad aunque sea totalmente lo contrario.

Y por último, dejemos la Biblia para dar otro dato interesante: las experiencias de la vida después de la muerte (NDE). Toda la gente que afirma haber muerto durante cierto tiempo y luego ha vuelto a la vida (reanimados, que no resucitados), lo mismo católicos que protestantes y aún de otras creencias, afirman que al morir iban hacia una luz o un ángel o persona venía a por ellos y cuentas todo lo que vieron, oyeron y hablaron en esas visiones, generalmente beatíficas, hasta que vuelven a su cuerpo. Si al morir cayésemos en la inconsciencia absoluta, nadie tendría ninguna experiencia de estos hechos ocurridos al abandonar su cuerpo, y lo curioso es que muchos protestantes cuentan sus experiencias sin caer en la cuenta de que su propia experiencia está yendo en contra de su protestantismo. Del mismo modo muchos afirman haber entrado en el cielo o haber ido camino de él (del infierno ya no podrían regresar), lo cual contradice igualmente su idea de que tras la muerte el alma no va ni al cielo ni al infierno hasta que llegue el Juicio, que sería al final de los tiempos. Un enorme bestseller en Estados Unidos hace tres años (Heaven is for Real) está escrito por un pastor evangélico fundamentalista que nos describe con todo detalle las experiencias postmortem de su hijo, que fue declarado muerto por los médicos y que tiempo después volvió a la vida dando también detalles claros de cosas que habían sucedido dentro y fuera de su habitación durante la operación. El padre considera todo ello como cierto, y sin embargo en ningún momento se hace la pregunta de ¿entonces estamos equivocados al pensar que los muertos pierden su consciencia al morir? Pues si crees que es de día pero niegas que exista la luz ¿cómo puedes creer que es de día?

CONCLUSIÓN

Pensemos lo que pensemos, vimos ya que en la Biblia encontraremos citas para todos los gustos, principalmente tres categorías:

1- Al morir desaparecemos o entramos en un estado eterno de inconsciencia en el limbo o algo similar.

2- Al morir quedamos en estado suspendido (dormido, inconsciente) en el limbo o algún sitio similar hasta que el Día del Juicio, al final de los tiempos, Dios nos resucite y juzgue y envíe al cielo o al infierno.

3- Al morir, en ese momento Dios nos juzga y vamos al cielo o al infierno (o al purgatorio).

La primera idea sólo corresponde con las antiguas creencias judías, que así se reflejan en el Antiguo Testamento, pero Jesús, en la plenitud de la revelación, dejó atrás.

La segunda y tercera ideas son cristianas, y el Nuevo Testamento afirma claramente ambas cosas así que de un modo u otro, ambas deberían ser ciertas, a pesar de que son incompatibles en cuanto al tiempo (¿cuándo es el Juicio y la resurrección, al morir o al final de los tiempos?). Ante esta aparente contradicción la Iglesia siempre reaccionó aceptando ambas cosas como ciertas aun sin comprender bien de qué modo podían ambas ser posibles. Cuando apareció el protestantismo, éste resolvió la paradoja negando las antiguas creencias y diciendo que sólo la idea 2 era cierta y la 3 no lo era, lo cual resolvía la paradoja al tremendo precio de alejarse de la Iglesia primitiva y de tener que ignorar o darle vueltas a todas las citas que expresaban la idea tercera para presentarlas como si en realidad también quisiesen expresar la 2.

La Iglesia fue sabia al aceptar como verdaderas la 2 y la 3 aunque no comprendiera bien de qué modo ambas podían ser ciertas, pues estaba claro para los primeros cristianos que ambas cosas eran ciertas, pues así se lo enseñaron y como tal las mantuvieron. El pionero de San Agustín ya resolvió la paradoja no negando nada, sino estableciendo que el tiempo y el espacio eran atributos del mundo físico. Esa misma idea, que durante milenio y medio era una teoría teológica, se convirtió en realidad científica cuando Einstein la propugnó en su Teoría de la Relatividad y la ciencia moderna pudo luego demostrar que era cierto. De este modo sabemos hoy que en el mundo espiritual no existe ni espacio ni tiempo, y por tanto no es necesario ni posible preguntar dónde ocurre algo ni cuándo ocurre. La misma idea de “esperar” implica tiempo, y decir que los muertos esperan hasta el Juicio Final es cierto desde la perspectiva de los que habitamos la tierra, pero deja de tener sentido en cuanto nos trasladamos al cielo. Por tanto quienes pasan al plano espiritual no están en ninguna parte esperando a nada, ya están disfrutando del cielo o penando en el infierno. El mismo purgatorio sería una purificación por la que atravesaría el cristiano impuro para entrar en el cielo, pero tampoco tiene ya ningún sentido discutir de dónde se encuentra el purgatorio o cuánto dura. Lo mismo sirve para el concepto de limbo, que la Iglesia sabiamente utilizó, porque en un esquema espaciotemporal es imprescindible contar con ello, pero nunca llegó a aceptar oficialmente como doctrina porque no tenía ninguna base bíblica ni se hallaba en la Tradición de la Iglesia primitiva.

Por lo tanto, no podemos hoy sostener la idea de que los muertos están dormidos esperando el fin de los tiempos. Ni la Biblia ni la ciencia nos permiten suponer que la idea 2 sea falsa mientras sólo la 3 es verdadera. Sorprendentemente, hoy podemos afirmar que el Juicio Final ocurrirá al final de los tiempos, con toda la humanidad cumplida, y al mismo tiempo afirmar que cuando alguien muere inmediatamente pasa por ese juicio. Todo depende de si estamos mirando el fenómeno desde aquí o desde allí. Es por eso que la idea de que nuestros difuntos están allá en el cielo (esperemos) y nos pueden escuchar, santos oficiales incluidos, no sólo no contradice sino que encaja perfectamente con lo que la Biblia, además de la Tradición, nos cuenta.

En la Biblia Jesús habla muchas veces del cielo, pero usando símbolos y analogías. Las dos únicas veces en las que el Nuevo Testamento nos habla con claridad y detalle del cielo son en la historia del mendigo Lázaro y en el Apocalipsis, y en ambos casos se nos muestra claramente a los muertos bien despiertos y actuando e interactuando, y preocupados de lo que en la tierra sucede.

Y otra aclaración. No creemos en un lugar llamado sheol (morada de los muertos), eso es creencia de los antiguos hebreos, que aún no conocían bien la revelación, pero incluso si el sheol existiera, no tiene sentido utilizar citas sobre el sheol, como muchos hacen, para con ellas negar que los santos estén despiertos y puedan comunicarse con nosotros. Nuestros santos están en el cielo, no en el sheol, así que lo que ocurra en el sheol no tiene ninguna relevancia para este asunto.

Baste para terminar señalar que los cristianos católicos, también en este asunto, estamos de acuerdo con lo que la Iglesia primitiva defendía. Los protestantes no. Complicado defender la idea de que el Dios Todopoderoso se hizo hombre, predicó la Verdad, y a los tres días sus seguidores ya eran todos una panda de herejes desorientados y confusos. ¿Tan mal predicó Jesús? ¿Tan mal lo hicieron sus apóstoles? ¿de tan poco sirvió la protección del Espíritu Santo que envió Jesús a su Iglesia al marcharse? Yo, desde luego, no lo creo así, la Verdad que trajo Jesús fue por su gracia fielmente preservada en su Iglesia. Fuera de ella es lógico y normal que el tiempo vaya haciendo mudar las ideas.

Jesús les respondió… Que los muertos van resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él. (Lucas 20:34..7-38)

Si desea leer sobre el papel del culto a los santos en la Iglesia primitiva haga clic aquí. Para el tema de si los santos pueden o no interceder por nosotros haga clic aquí.

APÉNDICE

Nos han recordado un argumento que algunos protestantes y paraprotestantes dan para afirmar que al morir no vamos al cielo o infierno, sino que esperamos nuestro premio o castigo durmiendo. De entrada el argumento nos pareció poco sólido pero hemos creído conveniente añadir un apéndice sobre ello tras comprobar que en muchos sitios de internet se utilizan estas dos citas para “demostrar” su doctrina de la dormición. Se trata ni más ni menos que de dos citas del mismo Jesús. Empecemos por la escena del Jesús resucitado a María Magdalena.

NOLI ME TANGERE

Entonces Jesús la llamó por su nombre:

— ¡María!

Ella se volvió y exclamó en arameo:

— ¡Rabboní! (que quiere decir “Maestro”).

Jesús le dijo:

— No me retengas más, porque todavía no he ido a mi Padre. Anda, ve y diles a mis hermanos que voy a mi Padre, que es también vuestro Padre; a mi Dios, que es también vuestro Dios.

(Juan 20:16-17)

El argumento de ellos, no sin lógica, es que si tras resucitar Jesús dice que “aún no he subido al Padre”, eso demuestra que cuando Jesús murió no subió al cielo, sino que permaneció dormido en su tumba, pues tal es como acontece a quienes mueren. Para no alargar este apéndice, en lugar de entrar en explicaciones más profundas, contextualizando más las cosas y entrando en sutiles debates científicos y teológicos, vamos a dejar a un lado la noción de que en el Más Allá no hay espacio ni tiempo y vamos a dar una explicación más simple y más apegada a la Biblia, pues eso hará que sea también más efectiva.

El principal error de este argumento es suponer que si al morir Jesús no estuvo con el Padre, entonces necesariamente tuvo que estar “durmiendo”. Pero es la propia Biblia la que nos da otra alternativa: Jesús estuvo… en los infiernos! Bueno, en realidad esos “infiernos” no se refieren al infierno eterno, sino al Más Allá, al Hades o como queramos llamarlo. Sea donde sea que estuvo el caso es que allí no estuvo dormido, sino muy activo:

Fue entonces también cuando proclamó su mensaje a los espíritus que se hallaban en prisión (1 Pedro 3:19)

Y nada más diremos sobre esta cita porque ya ha sido comentada en este artículo. Hay otra cita que incide en la misma idea:

Si “subió”, como dice, ¿no supone que previamente había bajado a lo profundo de la tierra? (Efesios 4:9)

Esto debería bastar para ver que, según la Biblia, Jesús no estuvo dormido en estado inconsciente durante esos tres días (o más exactamente un día y dos trozos). Pero entonces, ¿qué quiere decir Jesús cuando dice “aún no he subido al Padre”?

La respuesta más sencilla sería decir que al morir Jesús bajó a los infiernos a predicar a los espíritus encarcelados (respuesta literal de la Biblia), luego resucitó, y por eso cuando vio a la Magdalena aún no había subido al Padre, cosa que no hizo hasta el día de su Ascensión. Pero también hay otra respuesta posible, otra respuesta que tiene más en cuenta esa ausencia de espacio-tiempo en el Más Allá.

Recordemos las palabras de Jesús: “No me retengas más, porque todavía no he ido al Padre”. La antigua traducción de “no me toques” no es exacta, pues el griego muestra que la acción de “no tocar” se refiere a algo que está ya en marcha, por lo tanto María le estaba “tocando” cuando Jesús pronuncia sus palabras. Después de la inmensa alegría de hallar vivo a quien ella creía muerto, María Magdalena se abalanzó a Jesús y lo abrazaría o se aferraría a sus pies (como se hacía con los maestros) y al cabo de segundos o de minutos o del tiempo que fuera, Jesús decidió que ya era suficiente, pues si por María fuese seguiría abrazada a él por los siglos de los siglos, pero él tenía otras cosas que hacer. Pero tampoco podemos decir que es una traducción errónea, pues al igual que pasa en español, si yo estoy tumbado en el sofá y le digo a mi hijo pequeño “no te subas encima de mí que me haces daño”, eso puede interpretarse como que le veo intención de subirse encima de mí y le prohíbo que lo haga, o como que ya lo tengo encima y le pido que se baje porque me hace daño.

Cuando Jesús habla de “todavía no he subido al Padre” nos está hablando del futuro, no del pasado. Dicho de otro modo, Jesús no está diciendo: nunca he estado antes en el cielo (de lo que esos protestantes concluyen que tras morir Jesús había estado dormido). De hecho, si yo, simple mortal, digo “todavía no he subido al cielo” se entiende que nunca lo he hecho, pero si es Jesús quien lo dice, tal cosa no se puede entender, pues él sí que ha estado antes en el cielo (de hecho siempre estuvo en el cielo hasta el día de su encarnación en María). Más claro aún que Jesús estaba pensando en el futuro, y no en el pasado, al decir esa frase lo vemos por la frase siguiente que dice: “Anda, ve y diles a mis hermanos que voy a mi Padre”. Puede que esa subida al Padre se refiera a la que hará en la Ascensión o puede que no, que Jesús va a subir al Padre al cabo de un rato (en tal caso en los días que estuvo aquí resucitado estaría constantemente “subiendo y bajando” del Padre a los hombres hasta que finalmente en la Ascensión regresó al cielo “definitivamente”). De ser así, Jesús tras resucitar tenía el plan de regresar al Padre de nuevo y la aparición a la Magdalena sólo debía durar lo suficiente como para dar testimonio, por eso Jesús no quiso alargarla y le dijo que le dejara marchar porque todavía no había subido al Padre tal como tenía pensado hacer. Sinceramente, preferiríamos no tener que meternos en tantas especulaciones, pero puesto que otros se meten, no hay más remedio que acompañarles y especular igualmente, aunque sólo sea para demostrar que otras opciones también son posibles.

Ahondando más podríamos preguntarnos que si Jesús le dijo a María que le soltara “porque aún no había subido al Padre”, ¿quiere eso decir que podría volver a abrazarlo después de que subiera al Padre? Pues ciertamente sí. Si ese subir al Padre se refiere a la Ascensión, entonces tal como prometió Jesús a todos enviaría luego el Espíritu Santo y a través de él Jesús estaría con nosotros (y con María Magdalena) de nuevo. María volvería a tenerlo no en sus brazos (hasta que ella misma muriera), pero sí dentro de su corazón, no como un recuerdo sino de forma real, cuando quedara ella también llena del Espíritu Santo.

Así que da igual si suponemos que al morir Jesús fue al cielo o que, tal como dice la Biblia, estuvo también en los “infiernos” (el hades, el reino de los muertos), el caso es que Jesús no estuvo inconsciente y que las palabras que le dijo a la Magdalena no demuestran nada sobre este asunto que nos ocupa, pues si significaran lo que algunos quieren que signifique estaríamos contradiciendo a la Tradición e incluso a la misma Biblia.

EL BUEN LADRÓN

El otro argumento que esos mismos utilizan es la cita del buen ladrón: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.” (Lucas 23:43). Ellos dicen que la cita literal sería esta: “Yo te aseguro hoy, que estarás conmigo (algún día) en el Paraíso”. De este modo no está hablando de que ese mismo día ambos estarían en el Paraíso, sino de que “hoy te aseguro” que algún día estarás conmigo en el Paraíso (cuando tú despiertes el día del Juicio).

Desde el punto de vista lingüístico esa otra forma de traducir el pasaje griego es posible, pues el “hoy” podría referirse a la promesa o al paraíso. Pero siendo ambos sentidos posible, la Iglesia siempre tuvo claro que el sentido era el de “hoy estarás”, no del de “hoy te prometo”, y los protestantes también lo han entendido así siempre, hasta que algunos en tiempos recientes han querido verlo de la otra forma (porque de ese modo eliminaban una de las dificultades que contradecían a su idea de la dormición post-muerte). E incluso si esa hubiera sido la intención del evangelista (que como hemos visto, no lo fue), “hoy te prometo” tampoco impide que sea “hoy” cuando estarás conmigo en el paraíso.

Pero para comprobar mejor el otro punto de vista, comprobamos un montón de comentarios de teólogos protestantes a cerca de esa cita de Lucas. Hemos encontrado que muchos de ellos, más de la mitad, no sólo no ignoraban el hecho de que el “hoy” podía referirse a “te digo” o a “estarás conmigo”, sino que se metían de lleno en el asunto, y todos ellos, sin excepción, defendían la idea de que se refería a “hoy estarás conmigo”. De hecho no deja de sorprender que creyendo ellos que al morir quedas dormido, no aprovechen la “fácil” oportunidad de elegir la otra traducción, que les sería mucho más conveniente. Así que incluso ellos deben de ver muy claro que la traducción tradicional es la correcta dadas las circunstancias. Uno de los comentarios, por el famoso ministro metodista y exegeta bíblico Joseph Benson, daba esta explicación:

Jesús usa frecuentemente expresiones enfáticas habituales del arameo como “yo te/os digo” o “verdaderamente te/os digo”, pero nunca utiliza en ninguna parte la expresión “hoy te digo”, que sería, como las otras, una forma enfática de “te digo” (pues el verbo presente indica que se dice “hoy”). Además, en este pasaje Jesús dice “En verdad te digo…”, con lo cual ya está utilizando la forma enfática, así que sería inútil añadir otra forma enfática, que no encontramos en ningún otro lugar, en una supuesta construcción “En verdad hoy te digo”, a menos que el énfasis (y esto ya lo añadimos nosotros) vaya dirigido al “hoy” (realmente es hoy cuando te lo digo, y no ayer ni mañana), lo que nos daría un sentido absurdo a la frase, pues el énfasis no puede dirigirse a otra cosa que al “te digo”, y ese ya está enfatizado por “verdaderamente te digo” (no hay ningún motivo para enfatizar que es hoy cuando te lo digo, pues su promesa sería igual de válida aunque se lo hubiera dicho ayer).

En el evangelio apócrifo de Nicodemo, del 350 aproximadamente, se narra la escena del buen ladrón (a quien llaman allí Dimas) y luego nos cuentan su llegada al cielo ese mismo día, lo que demuestra que la tradición de esa interpretación es muy antigua. En copias siríacas y coptas del evangelio de siglos anteriores aún, también aparece la traducción de “te digo que hoy”, lo que muestra que también ellos interpretaban la cita griega de la misma forma que nosotros.

Hay otro argumento. Los judíos, cuando alguien moría, solían decir “hoy se sentará en el seno de Abraham”. Era una expresión muy corriente, algo así como hoy, cuando muere alguien, que decimos “que Dios le tenga en su gloria” o algo semejante. Pues bien, en esa situación de estar al borde de la muerte, la idea expresada por esas palabras (hoy te sentarás en el seno de Abraham) estarían a flor de piel en la mente del ladrón, y del judío Jesús, así que es en ese contexto donde mejor interpretaremos las palabras de “hoy estarás conmigo en el paraíso”, que es un equivalente casi exacto de esa idea pero expresada de forma personal, y más aún si tenemos en cuenta que la palabra “paraíso” se utiliza a veces como equivalente moderno del hebreo “seno de Abraham”, tal como por ejemplo ocurre en la traducción de los Setenta del hebreo al griego hecha muchos años antes de Cristo. Jesús le estaría confirmando casi literalmente el deseo típico para el difunto. Algo así como si en nuestra época Jesús hubiera dicho “yo te tendré en mi gloria”, parafraseando a nuestro “que Dios te tenga en su gloria”, y todos hoy captaríamos claramente ese paralelismo.

Por lo tanto, sin darle ya más vueltas al asunto y ciñéndonos a lo que la Biblia dice, la respuesta a ¿dónde estuvo Jesús entre su muerte y su resurrección? sería: en el cielo y en el hades, pues ambas cosas afirma la Biblia. Y no estuvo dormido.

Colapsa techo de iglesia pero los santos resultaron intactos

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El techo se hundió, produciendo un derrumbe de materiales que cayeron sobre el altar y los bancos. Los santos, extrañamente, no resultaron dañados.

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Un episodio conmovió a los fieles de una parroquia en Perú. Debido a las intensas precipitaciones, el techo del tempo se derrumbó, pero las estatuas de los santos quedaron intactas.

Durante los últimos días, la ciudad de Huancayo padeció un ciclo de fuertes lluvias que afectó la estructura de la iglesia del anexo de Cochas Grande, en el distrito de El Tambo.

Como consecuencia de 16 horas ininterrumpidas de precipitaciones, el techo de la parroquia colapsó y se hundió, produciendo un derrumbe de materiales que cayeron sobre el altar y los bancos.

Según informan medios locales, no hubo ningún herido, debido a que el incidente se produjo cuando el templo estaba cerrado.

Sin embargo, en medio de la tristeza por ver su templo destruido, los fieles se sorprendieron de que ninguno de las imágenes resultó dañada.

Las estatuas de Jesús crucificado, San Martín de Porres o Santa Rosa de Lima permanecieron intactas y la imagen de la Virgen de Fátima solo recibió daños menores.

La iglesia, "ya presentaba daños por las fuertes lluvias que ha habido y alrededor de las 23:00 horas se derrumbó cuando las precipitaciones pluviales se intensificaron. Gracias a Dios que nuestros santos, como San Martín y Santa Rosa, se salvaron; solo la manito de la Virgen de Fátima se quebró, también el Cristo Crucificado se salvó”, le dijo un poblador a la agencia de noticias Andina.

El alcalde de El Tambo se presento en el lugar después del derrumbe y se comprometió a brindar ayuda para reconstruir el templo que tiene más de 20 años de antigüedad y fue edificado por la propia comunidad.

“Son momentos críticos porque los muros ya estaban cuarteados, había un empuje lateral de una edificación muy antigua. Hemos previsto intervenir para que no siga deteriorándose, pues con la lluvia ha tomado mayor presión”, comentó.

En medio de la destrucción, los fieles encontraron esperanza en las imágenes de los santos que permanecieron intactas.

Autor: Andrés Jaromezuk

Fuente: https://es.churchpop.com/

10 Frases de los Santos sobre el Sacramento del Bautismo


Hoy, la Iglesia celebra la Fiesta del Bautismo del Señor, que ocurre el lunes después de la Epifanía. Con esta fiesta se completa el ciclo navideño.

El bautismo es el primero de los siete sacramentos y el único indispensable para nuestra salvación eterna. Así lo afirma Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, según el cual “todos están obligados al Bautismo y, sin él, no puede haber salvación para los hombres”, porque “si no se renace en el agua y en el Espíritu Santo, no se puede entrar en el reino de los cielos” (Jn 3,5).

Con el fin de animar a nuestros lectores y ayudar en la catequesis de los primeros sacramentos, hemos recopilado una serie de frases de los Santos sobre el Bautismo y su importancia y esencialidad para la salvación eterna.

Compruébelo a continuación:

01 – “Todo lo que le sucedió a Cristo nos muestra que, después de la inmersión en el agua, el Espíritu Santo vuela sobre nosotros desde las alturas del Cielo y que, adoptados por la Voz del Padre, nos convertimos en hijos de Dios”. (San Hilario)

02 – “No debemos alejar a los niños del bautismo y de la gracia”. (San Cipriano, obispo de Cartago)

03 – “Sepultémonos con Cristo por el bautismo, para que resucitemos con Él; bajemos con Él, para ser levantados con Él; subamos de nuevo con Él, para que seamos glorificados en Él.” (San Gregorio Nacianceno)

04 – “Oh amados, para siempre fuimos lavados por el agua del bautismo, para siempre somos libres, para siempre fuimos acogidos en su Reino inmortal”. (San Paciano de Barcelona)

05 – “El bautismo es el más hermoso y maravilloso de los dones de Dios… Lo llamamos… don, porque es dado a los que nada tienen; gracia, porque también se da a los culpables”. (San Gregorio Nacianceno)

06 – “Sí, fuimos liberados de cadenas, nosotros que fuimos reunidos a la llamada del Señor, por el sacramento del Bautismo”. (San Paciano de Barcelona)

07 – “El bautismo nos concede la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo, ya que quien tiene el Espíritu de Dios es guiado al Verbo, es decir, al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les da incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu Santo, no es posible ver al Hijo de Dios, y sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se hace por el Espíritu Santo”. (San Ireneo)

08 – “Y de él salió sangre y agua”. No dejes pasar este misterio con indiferencia. Ya os he dicho que esta agua y esta sangre son símbolo del Bautismo y de los misterios eucarísticos”. (San Juan Crisóstomo)

09 – “Bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; Unción, porque es sagrado y real (así son los ungidos); Iluminación, porque es luz brillante; Vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; Lavatorio, porque nos lava; Sello, porque nos preserva y es signo del poder de Dios”. (San Gregorio Nacianceno)

10 – “Este Sacramento, instituido por Cristo resucitado (Mt 28, 18-19), es el primero de la iniciación cristiana y constituye la puerta de entrada a la vida del Espíritu. En ella, el bautizado es consagrado por el Padre en el Espíritu Santo, a imagen de Cristo, Hombre nuevo, y hecho miembro de la Iglesia, su Cuerpo místico”. (San Juan Pablo II). (EPC)

El Papa Francisco recuerda que todos podemos aspirar a la santidad: "Eran de carne y hueso como nosotros"



Este miércoles comienza en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma un simposio internacional titulado, “Modelos de santidad y canonizaciones a 40 años de la Constitución Apostólica 'Divinus Perfectionis Magister'" (1983-2023).

Promovido por el Pontificio Comité de Ciencias Históricas, en colaboración con el Dicasterio para las Causas de los Santos, en la primera de las tres jornadas se analizarán los estudios históricos y la práctica canónica de la beatificación y canonización, con la participación del cardenal Marcello Semeraro que hablará sobre la llamada universal a la santidad.

El Papa Francisco ha aprovechado este 40 aniversario de la Constitución Apostólica para recordar, en un breve tweet, que todos podemos buscar la santidad, porque los santos “muestran de forma narrativa y comprensible el estilo de Dios en la vida de personas parecidas a nosotros”.

“Leamos las vidas de los santos, porque muestran de forma narrativa y comprensible el estilo de Dios en la vida de personas parecidas a nosotros, ya que los santos eran de carne y hueso como nosotros. Sus acciones hablan a las nuestras y nos ayudan a comprender su significado”, escribió este lunes el Papa en su cuenta personal de Twitter.

Juan Pablo II, en su Constitución Apostólica del 1983, escribe que "teniendo tan numerosos testigos, mediante los cuales Dios se hace presente y nos habla, nos sentimos atraídos a alcanzar su reino en el cielo por el ejercicio de la virtud".

Las nuevas normas determinadas por el Papa polaco - junto con la reforma del Código de Derecho Canónico - agilizaron los procesos de canonización, como el propio Juan Pablo II escribió en el documento: “Después de las más recientes experiencias, nos ha parecido oportuno revisar la forma y procedimiento de instrucción de las causas y estructurar la misma Congregación para las Causas de los Santos, de tal manera que queden satisfechas las exigencias de los peritos y los deseos de nuestros hermanos en el Episcopado, quienes varias veces solicitaron la simplificación de las normas, salvaguardando naturalmente la solidez de las investigaciones en un asunto de tanta importancia. Juzgamos también, a la luz de la doctrina de la colegialidad propuesta por el Concilio Vaticano II, que es muy conveniente que los mismos obispos estén más asociados a la Sede Apostólica en el estudio de las causas de los santos”.

La rueda de prensa del simposio internacional

Este martes se ha presentado durante una rueda de prensa el simposio internacional que tendrá lugar a partir de este miércoles, 9 de noviembre, hasta el viernes 11. El encuentro está promovido por el Dicasterio para las Causas de los Santos y por el Comité Pontificio para las Ciencias Históricas.

Padre Bernard Ardura, presidente del Comité Pontificio, ha recordado cuáles son las preguntas que va a abordar el simposio: “¿Cuáles son las figuras de santidad que la Iglesia pretende proponer hoy como modelos de vida santa? ¿Cuáles son las figuras de santidad que el pueblo cristiano presenta a la Iglesia?”. El presidente además ha subrayado como “las beatificaciones y las canonizaciones no surgen por sí solas, sino que son el fruto de la presencia de santidad en las personas. Muchas veces estamos acostumbrados a que los beatos sean presentados por una congregación religiosa, pero cada vez es más frecuente que el pueblo cristiano manifieste su devoción a un siervo o sierva de Dios”.

En estos tres días se hará un balance de los últimos 40 años: “Como siempre tenemos mártires, santos religiosos, pero ahora también tenemos santos laicos, hombres y mujeres, médicos, niños, adolescentes […] vamos a intentar identificar los ambientes de santidad”.

Con la simplificación del procedimiento a través de la Constitución Apostólica de 1983 'Divinus perfectionis Magister' se produjo un notable aumento de las beatificaciones y las canonizaciones. Durante su pontificado, San Juan Pablo II proclamó más de 450 santos y casi 1.300 beatos, una cifra sin precedentes en la historia del cristianismo y que representa más de la mitad de todos los santos y beatos proclamados desde finales del siglo XVI.

Cuáles son las señales de que se acerca tu muerte [y cómo prepararte]



Cómo nos podemos preparar para tener una buena muerte.

Nadie se salva de la muerte, todos moriremos, aunque a la mayoría no le guste siquiera pensar en esto, y huyan de esta posibilidad haciendo como si fueran inmortales.

Pero pensar de antemano que algún día morirás y que debes prepararte para tener una buena muerte, es la mejor manera de llevar una vida inteligente, para no lamentarlo cuando ya no puedes hacer nada.

De esta forma te prepararás para tener una muerte con menos dolores y para llegar lo antes posible al Cielo, para vivir la vida eterna junto a Dios.

Hay muchas pequeñas cosas que deberías hacer para prepararte para una buena muerte.

Pero también deberías conocer cuales son las señales de que tu momento se acerca, aunque aparentemente todo parezca normal.

Aquí hablaremos sobre cuáles son las cosas que deberías hacer para tener una buena muerte y las señales que podrían indicar que tu hora se acerca.

Hoy hay una conspiración cultural gigantesca para sacarnos de la mente que vamos a morir.

El plan consiste en enfocarse en sobrevivir mediante la adopción de las vitaminas adecuadas, cuidar que no comamos alimentos cancerígenos, ver los mejores médicos y hacerse chequeos permanentes.

Y sin embargo, a pesar de todo ese esfuerzo, toda la gente muere.

Estamos en un curso de colisión con la muerte, cuando en realidad debiera tomarse como algo natural, para lo cual hay que prepararse.

No nos podemos escapar de la muerte porque es la pena del pecado original.

Es el castigo por el que pasa la humanidad por su desobediencia, porque la muerte no estaba en el plan primigenio de Dios para los seres humanos.

Con la muerte se disuelve la unidad entre alma y cuerpo.

El alma se separa de la materia cuando el cuerpo ya no da más, y vive su vida en la eternidad.

Mientras que el cuerpo se convierte en polvo.

Y la unidad de cuerpo y alma que tuvimos en la Tierra desaparece para la memoria de todos los vivientes.

Aunque el cuerpo y alma volverán a unirse en el final de la historia, antes del juicio final y cuando la resurrección de los muertos. 

Por lo tanto el momento de la muerte es especialmente importante.

Santa Catalina de Siena decía que «los dos momentos más importantes de nuestra vida son: ahora y la hora de nuestra muerte».

Por lo que deberíamos hacer todo a nuestro alcance para lograr la gracia de una muerte santa y feliz.

La que determinará nuestro destino por toda la eternidad.

En Eclesiastés 7: 4 dice que alguien que está pensando siempre en la felicidad es un tonto, porque una persona sabia piensa en la muerte. 

Y Thomas Kempis decía, «Feliz es el hombre que siempre tiene presente la hora de la muerte y se prepara diariamente para ello».

Por lo tanto hay dos gracias que deberíamos pedir sabiamente.

Primero, tener una muerte sin mayores sufrimientos, o sea la gracia para soportar con alegría los inconvenientes y dolores del final de la vida.

Y segundo, morir en paz, sabiendo que no estamos en pecado mortal y por lo tanto que no perdimos la oportunidad de vivir la eternidad en el Cielo.

La muerte es una parte importante de la fe del cristiano porque es la puerta por la que debemos pasar para vivir la felicidad eterna junto a Dios.

¿Y entonces cómo deberían tomar la muerte los cristianos?

San Felipe Neri dijo que «la mejor manera de prepararse para la muerte es pasar cada día de la vida como si fueran tus últimos».

Deberíamos reconciliarnos con Dios y vivir en estado de gracia.

Y reconciliarnos con los prójimos que estamos alejados

Pero la forma más eficiente de prepararse para tener una muerte genuinamente feliz, es no pensar en la muerte sino en la vida que vendrá.

Y ser precavidos y luchar contra 3 cosas que nos impiden tener una relación inteligente con la muerte, el apego al mundo, el remordimiento por los pecados y la incertidumbre de la salvación.

Hay muchas pequeñas cosas que podemos hacer, que nos pueden llevar a una buena muerte.

Vive tu vida como si Dios te fuera a llamar hoy, porque la vida en la tierra es incierta y precaria.

Y comprende claramente que el enemigo realmente mortal es el pecado mortal, que nos puede conducir a vivir la eternidad lejos de Dios.

Si cometes un pecado mortal, arrepiéntete y corre al confesionario para recomponer la amistad con Dios.

Cuidate de los ídolos modernos y la distracción, hoy hay innumerables ídolos: drogas, sexo, porno, dinero, poder, vanidad, placer, el dios de sí mismo, y muchos más.

Es muy fácil desviarse, engañarse, esclavizarse por el mundo y todas sus promesas vacías.

Vive permanentemente en la presencia de Dios, Santa Teresa de Ávila decía que pecamos cuando nos olvidamos de la presencia de Dios.

Y piensa a menudo en el Cielo, que no transcurra un día en el que no hayas podido pensar en su gloria, su grandeza y alegría eterna.

Reflexiona sobre la eternidad, San Agustín decía que «nuestra vida es un simple parpadeo de ojos, en comparación con la eternidad».

Vive una vida de amor y de dar, porque estamos llamados a no centrarnos en nosotros mismos, sino en Dios y servir a Dios en nuestros hermanos.

Ora permanentemente, San Alfonso María de Ligorio decía, «el que reza mucho, será salvo, el que no reza, será condenado y el que ora poco pone en peligro su salvación».

Frecuenta la eucaristía porque Jesús dijo, «el que come mi Cuerpo y bebe mi Sangre tendrá vida eterna y yo lo resucitaré en el último día».

Desea morir en los brazos de Nuestra Señora, se consciente que cuando rezamos avemarías decimos, «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».

En realidad nadie sabe exactamente cuándo morirá, porque la muerte vendrá como un ladrón en la noche, pero las personas racionales se irán preparando para este evento.

Sin embargo parece que Dios actúa de forma más o menos oculta dándonos las gracias para que nos perdamos. 

Hay quienes, al parecer, prevén el momento de su propia muerte.

Y de acuerdo a estudios y testimonios es probable que haya muchos.

La literatura católica parece manejar que a los santos que se le comunica el momento de su muerte reciben una gracia.

Es conocido que la Virgen de Fátima dijo que los dos hermanos Marto morirían pronto y que Lucía se quedaría para una misión en la Tierra.

Y esto ocurrió cuando los hermanitos Jacinta y Francisco murieron 2 años después.

A Santa Margarita María, la vidente del Sagrado Corazón, también se le dijo la fecha exacta de su muerte.

Don Bosco podía profetizar la fecha de la muerte de los niños del Oratorio, pero no lo decía porque no convenía.

Pero hizo excepciones y llegó a dejar por escrito, en un sobre cerrado, a petición de sus allegados, la fecha de la muerte del próximo estudiante, lo cual se verificó.

Hay muchos casos de místicos que murieron el día que ellos habían pronosticado de antemano, por lo tanto ese conocimiento viene de Dios.

También están las premoniciones del momento de la muerte, que son mociones que no se sabe cómo llegaron a la cabeza del que después va a morir, y que suceden a personas que no tenían una relación de fuerte amistad con Dios.

Y además 3 médicos estadounidenses William Green, Stefan Goldstein y Alex Moss, estudiaron el fenómeno de la muerte, investigando miles de historias detrás de los pacientes que murieron repentinamente.

Sus resultados muestran que la mayoría de la gente había anticipado su propia muerte. 

Según el estudio, poco antes de la muerte muchas de estas personas experimentaron un estado de depresión que podía durar de una semana a medio año. 

Y los médicos asumieron que esta extraña melancolía es causada por cambios hormonales en el organismo.

La característica psicológica de este desaliento aparentemente infundado, sería preparar el sistema nervioso central para la separación inevitable de la vida.

Este criterio es compartido por muchos investigadores, que sostienen que la muerte es simplemente la transición de un mundo a otro.

Y obviamente está en línea con el pensamiento católico.

Sin embargo, ¿por qué el organismo necesita esta preparación psicológica?

Quizás no sea se limite sólo una preparación psicológica, sino que también es la oportunidad que da Dios para que la persona salga de los pecados mortales.  

Es posible que Dios comunique a todos que se acerca el momento de la muerte, pero que sólo algunos pocos tomen conciencia de esa comunicación.

Tal vez ahí esté la gracia que debemos pedir, darnos cuenta cuando se acerca el momento de nuestra muerte.

También están los casos de gente que flota entre la vida y la muerte desde hace tiempo.

Y en este caso hay señales clínicas claras que indican cuando la persona se está preparando para la muerte, aunque sea inconscientemente.

Y por otro lado la Iglesia Católica tiene el Sacramento de la Unción de los Enfermos, que antes se llamaba la Extrema Unción.

Que hoy se ha generalizado para todos los enfermos y para las personas mayores de 60 años.

Requiere que quién la administre sea una persona ordenada en las sagradas órdenes, o sea un sacerdote o un diácono.

Y es una forma de ir preparándose para una Buena Muerte.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo prepararse para una buena muerte, que gracias hay que pedir a Dios y cómo debemos estar atentos sobre las cosas que suceden en nosotros, que nos podrían indicar la cercanía del momento de nuestra muerte. 

Y me gustaría preguntarte si tú has conocido personas que han profetizado el momento de su muerte y cómo se prepararon.

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