¿El vino consagrado (la Sangre de Cristo) contiene el ADN de Jesús?


Primero que todo, es importante recordar que la fe católica nos invita a adentrarnos en los misterios divinos con reverencia y humildad. La Eucaristía, como sabemos, es uno de los sacramentos más profundos y sagrados de nuestra fe. En la consagración, el pan y el vino se transustancian (cambio de sustancia) misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, una verdad que va más allá de nuestra comprensión humana.

Cuando hablamos de ADN, nos referimos al material genético que contiene la información hereditaria de un organismo. En el caso del vino consagrado, la fe católica no sostiene que el ADN de Jesús esté presente físicamente en el sentido biológico que entendemos hoy en día. La enseñanza de la Iglesia se basa en la realidad de la transustanciación, donde la sustancia del pan y del vino cambia en la realidad misma de la sustancia del Cuerpo y la Sangre de Cristo, mientras que las características externas (llamadas "accidentes") permanecen iguales (es decir, permanecen las moléculas del pan y del vino).

Así que desde el punto de vista científico, la respuesta sería que no; el vino consagrado no contiene el ADN de Jesús.

La Iglesia nos enseña que la presencia de Cristo en la Eucaristía es real, pero no se manifiesta de manera física, biológica o molecular como lo haría un objeto ordinario. En cambio, es una presencia sacramental que va más allá de las categorías científicas comunes. La realidad de la presencia eucarística es un misterio que no podemos comprender completamente, pero que celebramos y recibimos con fe y reverencia.

Para profundizar en esto, podemos referirnos al Catecismo de la Iglesia Católica (CCC), que nos dice en el párrafo 1374: "En la celebración eucarística, cuando el pan y el vino son consagrados, se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús Cristo". Aquí, se destaca la transformación real de las sustancias, pero no se menciona la transformación física de los elementos, por eso seguimos viendo pan y no pedazos de carne y por eso seguimos viendo vino, y no sangre. El Cuerpo y la Sangre están allí pero en sustancia, o diríamos en términos más modernos, en esencia. 

Además, en la primera carta a los Corintios (11, 23-26), San Pablo nos ofrece una de las primeras descripciones de la institución de la Eucaristía por parte de Jesús durante la Última Cena. En estas palabras, no se hace referencia a la presencia física del ADN, sino a la realidad sacramental de participar en el Cuerpo y la Sangre de Cristo de una manera misteriosa y espiritual.

Es importante tener en cuenta que la fe no siempre se alinea con las categorías científicas o empíricas. La Eucaristía es un regalo divino que trasciende nuestras limitaciones humanas y se nos ofrece como un medio de encuentro personal con Jesucristo.

Cuando recibimos la Sagrada Comunión, estamos participando en un acto sagrado que va más allá de lo que nuestros sentidos pueden percibir. Estamos recibiendo a Cristo mismo en el centro de nuestro ser, en cuerpo, sangre, alma y divinidad, independientemente de cómo lo percibamos desde una perspectiva puramente científica.

Resumidamente podemos decir que la fe católica nos enseña que la Eucaristía es un misterio profundo y hermoso. En ella, recibimos a Jesucristo de una manera que va más allá de nuestra comprensión humana, y no se refiere a la presencia física del ADN de Jesús en el sentido biológico.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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