Consagración del pan y el vino ¿Por qué creemos en la Transustanciación y no en la transformación?

Bien, hablemos de la transustanciación y por qué creemos en ella. La transustanciación es un concepto central en nuestra fe católica, especialmente cuando celebramos la Santa Misa y consagramos el pan y el vino. Para entenderlo mejor, es como hacer un pequeño viaje a las Escrituras y al Catecismo de la Iglesia Católica.

Primero, recordemos lo que Jesús mismo dijo en la Última Cena. En el Evangelio según San Mateo 26,26, leemos: "Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y dio a sus discípulos, diciendo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo". De manera similar, en el Evangelio según San Lucas 22,19, Jesús tomó el cáliz con vino, dio gracias y dijo: "Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros". Estas palabras de Jesús son fundamentales para entender la transustanciación.

Cuando decimos que creemos en la transustanciación, nos referimos a un cambio profundo y misterioso que ocurre en la sustancia del pan y el vino durante la celebración de la Misa. No es simplemente un cambio simbólico y tampoco una transformación externa, sino que la esencia misma de lo que son estos elementos cambia. La sustancia del pan y del vino se convierte verdaderamente en la sustancia del Cuerpo y la Sangre de Cristo, mientras que las apariencias externas (el aspecto, el sabor, la textura, etc.) siguen siendo las del pan y el vino.

La transustanciación no es una simple "transformación" en el sentido en que entendemos cambios comunes en la vida cotidiana, como convertir agua en hielo. Es un misterio profundo y sobrenatural, y la razón por la que creemos en ella se basa en la autoridad de Jesucristo mismo y en la enseñanza de la Iglesia.

Cuando Jesús tomó pan y dijo "tomen y coman todos de él porque esto ES MI CUERPO", dejó claro que había cambiado la sustancia del pan por la sustancia de su Cuerpo, usó la materia del pan para alimentar sustancialmente a los apóstoles con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.

Y esto no significa que el pan se transformó en un pedazo de carne, es decir, la forma del pan siguió siendo la misma, lo que cambió fue la SUSTANCIA del pan. Esto nos es difícil entenderlo actualmente, pero en tiempos de Jesús y aún mucho antes, se pensaba que cada cosa tenía una sustancia o esencia que la hacía ser lo que era. Dos seres humanos podían ser distintos de edad, color de piel, estatura, pero tenían una sustancia humana que por lo tanto los hacía humanos. Lo mismo pasaba con las demás cosas, se pensaba que el pan, el vino, una manzana o cualquier otra cosa tenía su propia sustancia y que lo demás era accidental. Un pan podía ser redondo o cuadrado, eso era accidental, pero la sustancia era la misma, era pan. 

Lo que creemos que hicieron las palabras de Jesús (y ahora la de los sacerdotes) fue cambiar la sustancia del pan por la sustancia de su propio cuerpo. Los accidentes eran los del pan, pero la sustancia era y es la de su Cuerpo.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, en los números 1373 y 1374, se explica que la transustanciación se basa en la palabra de Cristo y en la tradición apostólica. La Iglesia cristiana universal, desde los tiempos más antiguos, ha profesado esta verdad fundamental de la fe. 

El Concilio de Trento, en el siglo XVI, reafirmó la doctrina de la transustanciación frente a ciertas interpretaciones que la cuestionaban. El Concilio señaló que las palabras de Jesús en la Última Cena deben entenderse en su sentido literal y que la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo es un misterio que va más allá de nuestra comprensión humana.

Ahora bien, ¿por qué no hablamos simplemente de una "transformación" en lugar de una "transustanciación"? La palabra "transustanciación", como decíamos antes, enfatiza que el cambio es en la sustancia misma, no en las apariencias externas. Es una palabra que nos ayuda a expresar la profundidad y la singularidad de este misterio.

La elección de esta palabra también tiene sus raíces en la historia de la Iglesia. Durante los primeros siglos, los Padres de la Iglesia y los teólogos usaron varios términos para describir este misterio, pero la palabra "transustanciación" se consolidó en la Edad Media como una forma precisa y clara de expresar la realidad que creemos. Así que, en cierto modo, podríamos decir que es un término específico que ha sido moldeado por siglos de reflexión y enseñanza.

Al utilizar la palabra "transustanciación", evitamos malentendidos y afirmamos la realidad sobrenatural de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Esto no significa que rechacemos la importancia de la transformación simbólica en otros aspectos de nuestra fe. Por ejemplo, cuando hablamos de la transformación espiritual en nuestras vidas, del cambio de corazón que experimentamos mediante la gracia de Dios, etc.

En última instancia, la transustanciación es un regalo de amor de Dios. Nos permite tener una comunión íntima con Cristo, quien se hace presente de una manera única en la Eucaristía. En cada Misa, participamos en el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, y recibimos su Cuerpo y Sangre como alimento para nuestro camino de fe.

Entonces, en resumen, creemos en la transustanciación porque Jesús mismo nos lo enseñó en la Última Cena, porque la Iglesia ha mantenido y transmitido esta verdad a lo largo de los siglos, y porque esta enseñanza nos permite vivir de manera más plena la realidad de la presencia de Cristo en la Eucaristía.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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