¿Es cierto que todos los Cálices y los Copones que se usan en la Misa son de oro?


Verás, en la Iglesia Católica, la belleza y la sencillez se entrelazan para servir a la liturgia. Si bien es cierto que algunos cálices y copones pueden ser de oro, no todos lo son; de hecho la inmensa mayoría no lo son, aunque la gente así lo crea. La elección del material para estos utensilios litúrgicos puede variar según la tradición local, la disponibilidad de recursos y, sobre todo, la intención de resaltar la dignidad del Sacramento.

La Iglesia valora la nobleza de los materiales usados en la liturgia como una forma de honrar la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Desde tiempos antiguos, el oro ha sido considerado un símbolo de pureza y divinidad. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, el oro se utilizaba en la construcción del Templo de Jerusalén como un signo de la gloria de Dios (1 Reyes 6,20-22).

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que "la Iglesia exige que los objetos que sirven para el culto de Dios, especialmente los sacramentos, estén reservados al culto divino con el mayor respeto y la mayor adoración posible" (CIC 1181). Es por eso que, aunque no todos los cálices y copones sean de oro, se espera que sean confeccionados con materiales dignos y de calidad, como el metal precioso, la plata o incluso materiales preciosos baratos pero de calidad adecuada.

Sin embargo, es importante recordar que la verdadera riqueza de la Eucaristía no reside en los materiales terrenales, sino en la presencia real de Jesucristo. Como dijo Jesús mismo en el Evangelio de Mateo: "Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18,20). Esta es la esencia misma de la Eucaristía: la presencia viva de Cristo en medio de su pueblo, independientemente de los objetos que se utilicen en la celebración.

La Iglesia, en su sabiduría, entiende que la simplicidad también puede ser un medio poderoso para transmitir la grandeza de la fe. Por lo tanto, no es raro encontrar cálices y copones simples, hechos de materiales más modestos, que sirven igualmente para la celebración de la Misa con toda la dignidad y el respeto que merece el Sacramento.

En última instancia, lo más importante no es el material del que están hechos los cálices y copones, sino la disposición de corazón con la que nos acercamos a la Eucaristía. La reverencia, el amor y la fe con la que recibimos a Jesucristo en la Comunión son mucho más significativos que cualquier objeto material. Como católicos, estamos llamados a vivir esta fe con humildad y gratitud, reconociendo la inmensidad del regalo que se nos ofrece en cada celebración de la Santa Misa.

Por lo tanto, independientemente del material del que estén hechos los cálices y copones en una determinada iglesia, lo importante es que sean utilizados con el debido respeto y reverencia en el servicio litúrgico. Cada vez que nos acercamos al altar para recibir a Cristo en la Eucaristía, recordamos su sacrificio por nosotros y renovamos nuestra comunión con él y con toda la Iglesia.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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