Un sacerdote jesuita pide que existan curas casados y afirma: "En la Última Cena, Jesús dijo: Haced esto en memoria mía'. Él no dijo: 'Sed célibes'"



El coro de voces que en los últimos tiempos se han alzado a favor de la ordenación de hombres casados en la Iglesia Católica ha ganado un nuevo miembro destacado: el influyente jesuita Thomas Reese, reconocido exeditor de la revista America. En un artículo de opinión para el Religion News Service, Reese resalta un punto crucial: "En la Última Cena, Jesús dijo: 'Haced esto en memoria mía'. Él no dijo: 'Sed célibes'".

El artículo de Reese se suma a otras declaraciones notables de líderes religiosos como el cardenal Sako y el arzobispo Scicluna, quienes también han abogado por la ordenación de hombres casados. Desde las coordenadas geográficas de los Estados Unidos, Reese añade su voz a un debate que ha cobrado fuerza en diversos rincones del mundo católico.

"Sin la Eucaristía, parece obvio, no hay Iglesia católica", comienza Reese su reflexión. "Pero según la teología católica, no podemos tener la Eucaristía sin sacerdotes", añade, señalando un problema persistente en muchas partes del mundo: la escasez de sacerdotes para celebrar la Eucaristía. Esta carencia, como lamenta Reese, no ha hecho más que empeorar con el tiempo, sin que se aborden soluciones efectivas.

Mirando hacia atrás, Reese reconoce que la jerarquía católica "simplemente ha ignorado durante décadas la solución obvia a este problema". Bajo los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, "se prohibió la discusión sobre sacerdotes casados", y ni siquiera el papa Francisco, a pesar de expresar su respeto por el clero casado en las iglesias católicas orientales, respondió positivamente cuando los obispos reunidos en el Sínodo para la Región Pan-Amazónica votaron a favor de permitir que los diáconos casados se convirtieran en sacerdotes.

Recordando que en la primera fase del Sínodo sobre la sinodalidad este tema "apenas se mencionó", el jesuita insta a escuchar a los sociólogos, quienes advierten sobre las causas del dramático descenso de las vocaciones sacerdotales y la alarmante edad media de los sacerdotes restantes.

"Quienes señalan el continuo aumento de vocaciones en África y Asia necesitan escuchar a los sociólogos", afirma Reese con contundencia. "Ya hay menos vocaciones en las zonas urbanas de la India, donde las familias tienen menos hijos y hay más oportunidades de educación disponibles. África y Asia no son el futuro de la Iglesia. Simplemente tardan más en ponerse al día con la modernidad", añade, refutando la idea del granero de vocaciones en esos continentes para el cristianismo del futuro.

Con todo, reconoce Reese que todavía hay muchos católicos que están dispuestos a asumir esta vocación, "pero la jerarquía dice que no porque quienes se sienten llamados son casados, homosexuales o mujeres". Y aquí introduce otras elemento: "Una encuesta realizada en 2006 por Dean Hoge encontró que casi la mitad de los jóvenes involucrados en la pastoral universitaria católica habían 'considerado seriamente' el ministerio como sacerdotes, pero la mayoría también quiere casarse y formar una familia".

Ante este panorama, Reese aboga por abrir el debate sobre la ordenación sacerdotal de hombres casados. Reconoce que esto no resolverá todos los problemas de la Iglesia, como se puede observar en las Iglesias protestantes, y que permitir que los sacerdotes se casen no garantiza automáticamente su felicidad. Sin embargo, para Reese, la cuestión fundamental para la Iglesia católica es si va a poder celebrar la Eucaristía o no. En palabras de Jesús en la Última Cena: "Haced esto en memoria mía".

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