Que los críticos del Sínodo lo recuerden: La Iglesia de 'Hechos de los Apóstoles' era Sinodal


En el libro de los Hechos de los Apóstoles, encontramos una rica narrativa sobre los primeros días de la Iglesia Cristiana, después de la ascensión de Jesucristo al cielo. Este libro bíblico, atribuido a San Lucas, nos proporciona valiosas lecciones sobre la naturaleza sinodal de la Iglesia primitiva y, por ende, establece un precedente importante para la estructura sinodal en la Iglesia Católica actual. A lo largo de este texto, se presentan diversas instancias en las que los apóstoles y otros líderes de la Iglesia se reunieron para tomar decisiones importantes y discernir juntos la voluntad de Dios. Estos episodios ilustran el poder y la eficacia del modelo sinodal en la toma de decisiones eclesiales.

El concepto de sinodalidad se deriva del griego "synodos", que significa "caminar juntos". En el contexto de la Iglesia, la sinodalidad implica que los obispos, considerados sucesores de los apóstoles, se reúnen para discutir temas importantes, tomar decisiones y discernir la voluntad de Dios para la Iglesia, pero escuchando también las voces y expresiones de los laicos en sus comunidades particulares, expresando que al final de cuentas todos los bautizados somos sacerdotes. Este enfoque refleja el espíritu de colegialidad y comunión que caracteriza a la Iglesia desde sus primeros días.

Uno de los pasajes más significativos que demuestran la naturaleza sinodal de la Iglesia de los Hechos de los Apóstoles se encuentra en el capítulo 15, conocido como el Concilio de Jerusalén. En este evento, los apóstoles y los ancianos se reunieron para abordar la cuestión de si los gentiles convertidos al cristianismo debían seguir prácticas judías, como la circuncisión y el cumplimiento de la ley mosaica. Después de una discusión en la que se expresaron diferentes opiniones, y en la que muchos creyentes tomaron la palabra, los líderes de la Iglesia llegaron a un acuerdo conjunto, que fue comunicado a través de una carta a las comunidades cristianas (Hechos 15, 22-29). Este concilio ejemplifica el proceso sinodal de discernimiento y toma de decisiones, donde los líderes de la Iglesia y demás nuevos creyentes en Jesús se reunieron, discutieron, oraron y llegaron a una conclusión juntos.

Este modelo sinodal también está en consonancia con el magisterio de la Iglesia, que se refiere a la enseñanza autorizada de la Iglesia sobre la fe y la moral. La sinodalidad se basa en la convicción de que el Espíritu Santo guía a la Iglesia a través del discernimiento comunitario y la sabiduría colectiva de los líderes eclesiales. En este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica subraya la importancia de la comunión entre los fieles y los pastores, reconociendo que todos los bautizados participan en la misión de la Iglesia y tienen un papel importante en la transmisión de la fe (Catecismo de la Iglesia Católica, párrafo 899).

Además, el Papa Francisco ha hecho hincapié en la importancia de la sinodalidad en la Iglesia contemporánea. En su exhortación apostólica "Evangelii Gaudium", el Papa llama a una Iglesia sinodal que escucha, discierne y está en diálogo con el mundo. También ha convocado al Sínodo de los Obispos que se desarrolla en estos momentos sobre temas cruciales para la Iglesia y la sociedad contemporáneas, como la familia y la juventud. Estos esfuerzos demuestran el compromiso de la Iglesia Católica con el modelo sinodal y su relevancia continua en el mundo actual.

A pesar de los beneficios evidentes de la sinodalidad, algunos críticos dentro de la Iglesia han planteado objeciones y dudas sobre este enfoque. Algunos podrían argumentar que la sinodalidad conduce a la indecisión y la falta de autoridad, ya que implica un proceso de toma de decisiones más prolongado y consultivo en comparación con un liderazgo centralizado y jerárquico. Sin embargo, estas preocupaciones no tienen en cuenta el testimonio bíblico y la rica tradición de la Iglesia que respaldan el modelo sinodal.

En primer lugar, es esencial comprender que la sinodalidad no implica falta de autoridad, sino más bien una autoridad ejercida en comunión y diálogo. La Iglesia Católica, a través del Papa y los obispos en comunión con él, sigue siendo fiel a la enseñanza de Cristo y la Tradición apostólica. La sinodalidad no socava esta autoridad, sino que la enriquece al fomentar la participación activa y la corresponsabilidad de todos los miembros de la Iglesia en su misión.

En segundo lugar, la sinodalidad refleja el modelo de Iglesia como Pueblo de Dios, un concepto profundamente arraigado en el Concilio Vaticano II. Como pueblo santo y sacerdotal, todos los fieles tienen un papel vital en la vida y la misión de la Iglesia. La sinodalidad reconoce y valora la diversidad de dones y carismas presentes en la comunidad eclesial, promoviendo un ambiente donde la riqueza de las voces y perspectivas puede ser escuchada y apreciada.

En tercer lugar, la sinodalidad se basa en la confianza en la guía del Espíritu Santo. Jesús prometió a sus discípulos que el Espíritu Santo los guiaría hacia toda verdad (Juan 16:13). Esta promesa sigue siendo válida para la Iglesia hoy en día. El discernimiento sinodal implica un proceso de oración y escucha atenta al Espíritu Santo, confiando en que Él iluminará las mentes y los corazones de los líderes eclesiales para tomar decisiones que estén en consonancia con la voluntad divina.

En último lugar, la sinodalidad es un testimonio poderoso de amor y unidad en un mundo dividido y fracturado. Al adoptar un enfoque sinodal, la Iglesia muestra al mundo que es posible vivir en armonía y respeto mutuo, incluso en medio de las diferencias. Este testimonio es fundamental en un mundo donde el diálogo y la comprensión a menudo parecen estar ausentes.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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