¿Por qué desde las élites hay una guerra contra la familia tradicional?



Querido amigo, es un placer poder conversar contigo sobre un tema tan importante y relevante para nuestra fe y nuestra sociedad. La familia, como institución sagrada, ha sido atacada y cuestionada en nuestros tiempos de una manera que requiere una reflexión profunda y una respuesta fundamentada en nuestra fe y tradición.

En primer lugar, es crucial entender que la familia tradicional, basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, es el fundamento de nuestra sociedad según el plan divino. Desde el principio de la creación, Dios estableció el matrimonio como una unión sagrada entre un hombre y una mujer, y la familia como el lugar donde se transmiten los valores fundamentales de amor, respeto, solidaridad y fe.

La Biblia nos enseña en Génesis 2,24: "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne". Esta unión sagrada es la base sobre la cual se construye la familia, y es un reflejo del amor de Dios por su pueblo.

Ahora bien, ¿por qué se ataca esta institución tan sagrada? La respuesta radica en una serie de factores, pero uno de los principales es la influencia de un sistema cultural y económico que promueve valores contrarios a los cristianos. En el corazón de este sistema está el capitalismo salvaje ultra hedonista e individualista, que busca maximizar el beneficio económico a cualquier costo, incluso a expensas de los valores humanos y espirituales más profundos.

El capitalismo desenfrenado promueve un estilo de vida centrado en el consumo, el placer instantáneo y la búsqueda del éxito material, relegando los valores espirituales y familiares a un segundo plano. En este contexto, la familia tradicional, basada en el amor, la solidaridad y el sacrificio, se convierte en un obstáculo para el logro de los objetivos egoístas del sistema.

Además, los valores cristianos como el respeto por la dignidad humana, la justicia social y la solidaridad chocan directamente con la lógica del capitalismo desenfrenado, que tiende a perpetuar la desigualdad, la injusticia y la explotación de los más vulnerables. Por lo tanto, desde las élites económicas y culturales, se promueven ideologías y agendas que buscan socavar y desestabilizar la familia tradicional, presentándola como obsoleta o incluso perjudicial para el progreso de la sociedad.

Sin embargo, como católicos, debemos recordar que nuestra fe nos llama a resistir a las presiones del mundo y a defender los valores fundamentales que Dios nos ha dado. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el párrafo 2207: "La familia es la célula original de la vida social. Es la sociedad natural en la que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en la donación de la vida". Esta enseñanza nos recuerda la importancia vital de la familia en el plan divino y nos anima a protegerla y promoverla en todas las circunstancias.

Como cristianos, debemos ser valientes y estar dispuestos a defender la verdad y la belleza del plan de Dios para la familia, incluso cuando enfrentamos la oposición y la hostilidad de aquellos que buscan socavarla. Esto significa vivir nuestros valores en nuestras vidas diarias, fortaleciendo nuestros matrimonios, criando a nuestros hijos en la fe y siendo testigos del amor de Cristo en el mundo.

Además, debemos estar comprometidos con la construcción de una sociedad más justa y solidaria, donde todos los miembros, especialmente los más vulnerables, sean respetados y cuidados. Esto implica trabajar por políticas y estructuras sociales que apoyen a las familias, proporcionando acceso a la educación, la salud y el empleo digno para todos.

En última instancia, aunque enfrentemos desafíos y oposición, debemos recordar las palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo 16,18: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del abismo no prevalecerá contra ella". Confiando en la promesa de Cristo, podemos estar seguros de que, a pesar de los ataques y las dificultades, la familia, como institución divina, prevalecerá y seguirá siendo un faro de esperanza y amor en un mundo necesitado.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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