El papa llama a formar un Movimiento global para construir la Civilización del Amor.




Superar la avaricia del mundo a través de la civilización del amor. Esta es la propuesta del papa Francisco, para quien "estamos llamados a realizar un movimiento global contra la indiferencia que cree o recree instituciones sociales inspiradas en las bienaventuranzas y nos impulsen a buscar la civilización del amor. Un movimiento que ponga límite a todas aquellas actividades e instituciones que por su propia inclinación tienden sólo al lucro".

Especialmente, ha señalado, aquellas a las que Juan Pablo II denominó “estructuras de pecado”. Así es el mundo que imagina el papa Francisco, tal como lo ha manifestado en su mensaje a los participantes del encuentro de la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales, que se reúne en el Vaticano los días 3 y 4 de octubre bajo el lema ‘Caridad, amistad social y fin de la pobreza’.

“Según san Agustín”, ha señalado el Papa, “toda la perfección de nuestra vida está contenida en el ‘sermón de la montaña’; y lo demuestra por el hecho de que Jesucristo incluye en ellas el fin al que nos conduce, es decir, la promesa de la felicidad”. Y es que, tal como ha subrayado Francisco, “ser feliz es aquello que más anhela el ser humano. De ahí que el Señor promete la felicidad a los que quieran vivir según su estilo y ser reconocidos como bienaventurados”.

Colonialismo ideológico

“Toda la felicidad está incluida en estas bienaventuradas palabras de Cristo”, ha aseverado. Sin embargo, Francisco reconoce que “si bien todos los humanos desean la felicidad, difieren en sus juicios concretos sobre ella: algunos desean esto, otros aquello”. De hecho, ha advertido que “hoy nos topamos con un paradigma imperante, muy difundido por el ‘pensamiento único’, que confunde la utilidad con la felicidad, pasarla bien con vivir bien y pretende volverse el único criterio válido de discernimiento”. Y esto no es más que “una forma sutil de colonialismo ideológico”, a través del cual se trata de “imponer la ideología según la cual la felicidad sólo consistiría en lo útil, en las cosas y en los bienes, en la abundancia de cosas, de fama y de dinero”.

Del mismo modo, “se aprovecha el miedo de las personas, miedo a quedarse sin lo necesario, porque saben que aterra sufrir carencias en el futuro”. Y es precisamente de ahí de donde, para Francisco, “surge el deseo inmoderado de poseer riquezas, que no es otra cosa que lo que san Pablo llama avaricia”. Al mismo tiempo, “esta situación es causa de enormes sufrimientos y ataca al mismo tiempo la dignidad de las personas y la del planeta, nuestra Casa Común”.

“Hoy vemos que el mundo nunca ha sido tan rico, sin embargo, a pesar de tal abundancia, la pobreza y la desigualdad persisten y, lo que es peor aún, crecen”, ha continuado Francisco, quien ha denunciado, además, como “en estos tiempos de opulencia, en los que debería ser posible poner fin a la pobreza, los poderes del pensamiento único no dicen nada de los pobres, ni de los ancianos, ni de los inmigrantes, ni de las personas por nacer, ni de los gravemente enfermos”.

Son personas “invisibles para la mayoría, son tratados como descartables. Y cuando se los hace visibles, se los suele presentar como una carga indigna para el erario público. Es un crimen de lesa humanidad que, a consecuencia de este paradigma avaro y egoísta predominante, nuestros jóvenes sean explotados por la nueva creciente esclavitud del tráfico de personas, especialmente en el trabajo forzado, la prostitución y la venta de órganos”.

Vivir conforme a las bienaventuranzas

Del mismo modo, Francisco ha subrayado que “Jesús no dice que sea una bendición la pobreza material, entendida como privación de lo necesario para vivir dignamente”, ya que “esta pobreza es causada la mayoría de las veces por la injusticia y la avaricia, y no tanto por las fuerzas de la naturaleza“. Por ello, Jesús a lo que hace “es un llamado a la libertad que prioriza la necesidad de socorrer al enfermo y al pobre con alimento, salud, refugio, vestimenta y otras necesidades básicas”.

Y es que, tal como ha señalado el Papa, “los pobres de espíritu son ricos de este instinto del Espíritu Santo, son ricos de fraternidad y deseosos de la amistad social”. Por eso, la “buena noticia” es que “creado a imagen de Dios, el ser humano está llamado a colaborar libremente con el Creador y a desarrollar sosteniblemente la tierra y, a su vez, a plasmar la sociedad con el carácter espiritual fraterno que él mismo recibió en el programa de las bienaventuranzas”.

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