Mujeres en las aulas eclesiásticas


Hace 50 años estudié la licenciatura en filosofía. Lo hice en mi seminario, con todos los protocolos eclesiásticos de la época. Me enteré de uno cuando cierta amiga, deseosa de cursar esos estudios, preguntó si podía asistir a clases: estaba interesada en aprender de Platón, Tomás de Aquino y Heidegger. Lo consulté con los formadores y la negativa fue inmediata y rotunda.

Por esas mismas fechas, y durante las vacaciones, unos compañeros y yo, apenas saliendo de la adolescencia, fuimos a una cantina. Me sorprendió un ostentoso letrero en la entrada del etílico establecimiento: “Se prohíbe la entrada a uniformados, vendedores ambulantes, menores de edad… y mujeres“.

Paradojas de la vida. Estaba vedado el acceso femenino tanto al templo del dios griego Dionisio -de nombre Baco en la cultura romana- como al recinto en el que vivíamos quienes aspirábamos ser discípulos y ministros del Dios de Jesucristo. ¿A qué se debía tal rechazo?

Muchas eran las explicaciones, pero había una que equiparaba a ambos espacios: la presencia de las mujeres podría provocar reacciones indebidas, pues ellas eran peligrosas.

Y es que tanto los parroquianos -así se les dice a quienes frecuentaban la misma taberna- embriagados por el alcohol, o los seminaristas, aturdidos por las teorías hilemórficas de Aristóteles, podían faltarle al respeto a las damas, tentadoras como Eva lo fue con Adán.

Por fortuna los tiempos han cambiado, y con ellos las disposiciones prohibitivas. En México, por ejemplo, desde el 28 de febrero de 1981 las féminas ya pueden ingresar a esos centros de libación, y no solo como meseras, sino también como clientas. Y el seminario menor de Ourense, en España, abrirá las puertas de sus aulas a las chicas a partir del próximo curso. El seminario de Monterrey, México, ya lo hace desde hace años: en este ciclo hay 17 estudiantes del sexo femenino en filosofía, y cuatro en teología.

Bienvenida esta apertura, en la que todos salimos ganando. La presencia de una colega o varias hará que los seminaristas dejen atrás actitudes infantiles, y se vuelvan más respetuosos. Los profesores, por su parte, deberán asumir un lenguaje incluyente y diferenciado para referirse al alumnado: ‘compañeras’, y no solamente ‘compañeros’.

Pero que sí, que tengan cuidado, porque serán peligrosas. Y no por seductoras, sino porque, de acuerdo a mi experiencia docente de casi 50 años, ellas son más aplicadas y obtienen mejores calificaciones que los varones. Que se resignen pues, los futuros curas, porque les arrebatarán los primeros lugares.

Pro-vocación

Y dale con los cardenales. Ahora resulta que monseñor Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinshasa y presidente del Simposio de Conferencias Episcopales de Africa y Madagascar, no solo logró que el Vaticano eximiera a ese continente de las bendiciones a parejas homosexuales, pues es peligrosa por la cultura antigay reinante -cosa que se comprende para no poner en riesgo a nadie-, sino que también declaró, al blog Le Salon Beige, que en África no hay homosexuales, solo casos aislados, y que si se bendice a alguno de ellos es para ayudarle a convertirse, a cambiar de conducta. En fin.

Autor: Presbítero José Francisco Gómez Hinojosa.

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