¿Por qué con la Reforma Litúrgica el Altar dejó de estar pegado al retablo?


La Reforma Litúrgica, que ocurrió en el Concilio Vaticano II, trajo consigo varios cambios significativos en la manera en que celebramos la liturgia, incluyendo la disposición del altar en nuestras iglesias.

Antes del Concilio Vaticano II, era común encontrar los altares pegados al retablo, esa estructura decorativa detrás del altar que a menudo contiene imágenes religiosas. Esta disposición reflejaba una comprensión más enfocada en el aspecto del sacrificio de la Misa. La atención estaba centrada en el sacerdote, quien ofrecía la Eucaristía en nombre de la comunidad.

Sin embargo, con la Reforma Litúrgica, hubo un cambio en la disposición del altar. Ahora, en muchas iglesias, el altar se encuentra separado del retablo y colocado en el centro del espacio litúrgico. Esta nueva disposición fue un cambio significativo que reflejaba una comprensión más completa y profunda del misterio de la Eucaristía.

Al separar el altar del retablo y colocarlo en el centro, se buscaba resaltar el aspecto del Banquete en la Celebración Eucarística. La Eucaristía es un Sacrificio, pero también es un Banquete Sagrado en el que nos reunimos como comunidad y asamblea alrededor de la Mesa del Señor para participar del Cuerpo y la Sangre de Cristo

Este cambio en la disposición del altar nos invita a recordar que la Misa, además de ser la renovación incruenta del sacrificio de Cristo en la cruz es también la Cena del Cordero. El Cordero de Dios (Jesús) es inmolado y luego nosotros somos alimentados con él. La Misa es de este modo un momento de Comunión, donde nos unimos como cuerpo de Cristo para ser alimentados sacramentalmente por Él. En la Eucaristía, Jesús se nos da como alimento para el viaje de nuestra vida de fe, fortaleciéndonos y nutriéndonos con Su presencia real en el pan y el vino consagrados.

Este énfasis en el Banquete Eucarístico nos recuerda la importancia de la comunidad y la fraternidad en la celebración de la Misa. Al colocar el altar en el centro, se destaca que todos los miembros de la comunidad son partícipes activos en la celebración, no solo el sacerdote. Nos invita a todos a participar plenamente en el misterio de la Eucaristía y a experimentar la cercanía de Cristo en nuestra vida comunitaria.

Así que, en resumen, la separación del altar del retablo y su colocación en el centro del espacio litúrgico fue parte de la Reforma Litúrgica del Concilio Vaticano II. Este cambio refleja una comprensión más completa del misterio eucarístico, destacando tanto el aspecto del sacrificio como el del banquete. Nos recuerda que la Eucaristía es un momento de comunión y fraternidad en el que nos reunimos como pueblo de Dios para ser alimentados espiritualmente por Cristo. ¡Espero que esta explicación te haya ayudado a entender un poco más sobre este tema! Si tienes más preguntas, ¡aquí estoy para ayudarte!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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