El Papa pide rezar por los gobernantes en lugar de insultarlos

 


En la primera Misa concelebrada con los cardenales después del confinamiento, el Papa ha invitado a sustituir los insultos y las quejas contra los políticos por «una profecía verdadera», hecha de «testimonios de que el Evangelio es posible».

El Papa Francisco ha exhortado este lunes a los cristianos a rezar por los gobernantes, incluso si no nos gustan o no piensan igual que nosotros, durante la homilía en la Misa por la festividad de san Pedro y san Pablo. Ha sido la primera Eucaristía concelebrada con los cardenales desde el período de cierre debido a la pandemia del coronavirus.


«¿Rezamos unos por otros?”. ¿Qué pasaría si rezáramos más y murmuráramos menos, con la lengua un poco más contenida?», se cuestionó el Papa en su homilia.

«San Pablo exhortó a los cristianos a orar por todos y, en primer lugar, por los que gobiernan. Es una tarea que el Señor nos confía. ¿Lo estamos haciendo? ¿O hablamos, insultamos y se acabó? Dios espera que cuando oremos también recordemos a aquellos que no piensan como nosotros, a los que nos han dado con la puerta en las narices, a los que nos cuesta perdonar», expresó Francisco en la basílica de San Pedro.


«...los epítetos son muchos; no los mencionaré, porque este no es el momento ni el lugar para para indicar los calificativos que se oyen contra los gobernantes. Que los juzgue Dios, nosotros recemos por los gobernantes: necesitan oraciones», mencionó con cierta tristeza el Papa al hablar de todo lo que escucha decir a los cristianos sobre los gobernantes.


Con aire de decepción, ha lamentado que «estamos tan acostumbrados a insultar a los responsables...». Una actitud que contrasta con los primeros cristianos, que «en situaciones dramáticas» como las persecuciones «no se quejaban». En vez de culpar a los demás, «oraban. ¿Qué pasaría si rezáramos más y murmuráramos menos?», se ha preguntado.

Quejas no, «necesitamos la profecía»

«Es inútil e incluso molesto que los cristianos pierdan el tiempo quejándose del mundo, de la sociedad, de lo que está mal. Las quejas no cambian nada», ha recordado el Santo Padre.

En cambio, hoy sí «necesitamos la profecía, una profecía verdadera: no de discursos vacíos que prometen lo imposible, sino de testimonios de que el Evangelio es posible». No necesariamente mediante «manifestaciones milagrosas», sino con vidas que «manifiesten el milagro del amor de Dios; no el poder, sino la coherencia... No necesitamos ser ricos, sino amar a los pobres». En este sentido, ha recordado la entrega de los apóstoles Pedro y Pablo.

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