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¿Los exorcismos son como en las películas? Un exorcista responde



¿Alguna vez te has preguntado si las películas de exorcismos se apegan a la realidad?

Las novelas escritas, el teatro, las películas y las actuales series de las plataformas digitales son grandes vías por las que transita nuestra imaginación y nuestra fantasía. Son, sin duda alguna, instrumentos buenos en sí mismos para recrear historias fantásticas que nos hacen soñar y que nos atrapan con sus tramas y sus secuencias narrativas. 

Durante los siglos en que sólo había los libros, las ilustraciones hechas por grandes maestros, lograba poner forma y color a lo descrito por las letras; ahora con las nuevas tecnologías, sobre todo a partir de la invención del cine y los “efectos especiales”, esto ha crecido con gran éxito.  No hay nada que quitar al gran mérito que tiene la industria del entretenimiento en este sentido, al contrario, su evolución en el tiempo nos maravilla.

Sin embargo, como estos medios tienen un lenguaje propio capaz de atraer y mantener la atención de sus espectadores, muchas veces necesita usar de la imaginación para armar una narración que sea entretenida. 

Películas ¿basadas en hechos reales?

Por ejemplo, los guionistas de una película que recrea un acontecimiento histórico, no tienen todos los diálogos coloquiales y cotidianos que pudieron verificarse en la realidad, por lo que, partiendo de los hechos con que se cuenta, deben “inventar” dichos diálogos y algunos otro elementos que ayuden a lograr una secuencia narrativa coherente que permita un libreto dinámico y lógico.  

Otro elemento que no podemos ignorar es el del dinero.  La producción de una película, telenovela o teleserie, aunque sea de bajo presupuesto, no deja de ser costosa, y más si se piensa que todo esto es una industria que debe ser sustentable y fuente de legítimas ganancias; por lo tanto, si una película o teleserie, “no está buena”, simplemente no vende y se convierte en pérdidas difíciles de recuperación.  

En esto hay un abanico de matices, desde quien sólo mira esto como un negocio (quienes muchas veces logran grandes producciones con todos los efectos especiales) hasta quien lo hace con un fin meramente educativo pero que debe alcanzar un estándar de calidad para hacer apetitosa su obra.

Todo lo dicho hasta ahora debe de ser nuestro punto de partida al leer una novela o ver una película o serie: debemos partir de que son obras de la imaginación y que, incluso las que se presentan como históricas, biográficas o basadas en hechos reales, no están exentas de las libertades que se toman los escritores, los guionistas o los adaptadores: si no tenemos esto en cuenta, corremos el riesgo de quedarnos con una idea distorsionada de la historia, o terminamos creyendo fantasías fruto de la genialidad de la imaginación, pero lejanas de la realidad.

Las películas de exorcismos no muestran la realidad

Las películas de exorcismos no están exentas de esto, y más cuando la fenomenología del rito litúrgico del exorcismo está llena de elementos que no fácilmente podemos comprender. 

Las nuevas tecnologías de la industria del entretenimiento logran recrear buena parte de lo que se dice de los exorcistas y los exorcismos, cierto que algo sí sucede como se describe, pero no todo corresponde con la realidad.

Para empezar hay que decir que los exorcismos son siempre una buena noticia, es decir, es el remedio dado por Cristo a su Iglesia para sanar a los que están influenciados por la acción extraordinaria del maligno. 

En las películas, series y demás, los exorcismos pertenecen al género de “terror”, muy lejos del fin de los exorcismos que es la liberación del poseso, estas recreaciones infunden terror y miedo.

Las películas de exorcismos tienden a fomentar el morbo.  Las personas que tienen una posesión demoniaca sufren mucho, y estas películas, en su mayoría, no respetan esta faceta del dolor humano. Es cierto que retratan una realidad, pero no lo hacen con el respeto debido.  

¿Cómo es un exorcista? 

La figura de los posesos es, tristemente, caricaturizada y hasta denigrada. La figura del sacerdote exorcista también. Salvo honrosas excepciones, en la mayoría de presentaciones de este tipo, el personaje del exorcista se presenta como una persona rara, apartada de la realidad, extremadamente seria, casi fuera de la realidad, rígida. 

Un sacerdote exorcista es portador de la buena noticia, es cierto que se enfrenta a algo difícil de comprender para muchos, pero lleva salvación, vida, libertad.  Es un hombre caritativo, que acoge a quien vive confundido, temeroso, inseguro.  

La personalidad del exorcista es bien definida: es preparado, no cree en fantasías ni supersticiones, menos promueve ideas mágicas o pseudo milagrosas; al contrario, promueve una auténtica fe y propone con humildad el camino liberador de Jesucristo, es un hombre de profunda vida de oración y con mucha prudencia en su proceder, y, sobre todo, es alegre y optimista.

El rito litúrgico del exorcismo no se presenta como tal en las películas

También hacen parecer que la eficacia del exorcismo depende de condicionamientos humanos, sin mostrar que, en realidad, depende de la bondad y de la misericordia de Dios.

El rito litúrgico del exorcismo no es presentado como tal en ninguna película, se centran sólo en la parte más fantástica y morbosa, sin siquiera dejar asomar un mínimo de lo que la Iglesia hace para liberar a un poseído por el maligno.  

Las posesiones demoníacas deben ser determinadas por un sacerdote exorcista.

Presentan el rito como si fuera un acto mágico que depende de hacer esto o aquello con “cierta fe” que más bien en las películas es superstición, casi parangonando el sagrado rito con un acto similar a la brujería o dando a los objetos sagrados poderes que no tienen.

Mi profesor de Derecho Canónico en el Seminario nos decía que “la realidad supera a la imaginación”. Con esto quiero terminar diciendo que, aquellas cosas que podemos llamar “horrorosas” en un verdadero exorcismo, no son recreadas por las películas, gracias a Dios.  

El Señor da la gracia al exorcista y a su equipo de auxiliares, de ser testigos de cosas que es mejor no describir y son sostenidos por su poder y su gracia, para que puedan enfrentarlas y vencer en nombre de Cristo a Satanás y a sus ángeles caídos.  

El sagrado ministerio del exorcista descansa sobre los hombros de sacerdotes prudentes, sabios y de gran vida interior, que no transmiten a cineasta alguno, guionista o realizador, lo que pasa en la realidad de los exorcismos. 

Más bien, con Jesús, se canta desde lo más profundo del corazón: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla, gracias, Padre, porque así te ha parecido bien”. Amén.

*El padre Alberto Medel es asesor del Colegio de Exorcistas de la Arquidiócesis Primada de México. 

La ‘boda nazi’ de Tlaxcala, ¿Qué podemos aprender los católicos?



Desde hace algunos días, diversos medios de comunicación nacionales e internacionales han dado cuenta del caso de una pareja que contrajo Matrimonio en una Iglesia de Tlaxcala y celebró su unión en una fiesta con temática nazi.

El novio y algunos de sus amigos vistieron en la ceremonia réplicas de los uniformes del ejército alemán de aquella época, y el automóvil que utilizaron también llevaba simbología del nacional-socialismo.

La Diócesis de Tlaxcala condenó el hecho y explicó que no existe ningún ordenamiento en la Iglesia que indique cómo deben ir vestidos los novios y que el sacerdote no sabía que esto ocurriría. Pero, más allá del escándalo, ¿qué podemos aprender los católicos de toda esta situación?

Una realidad que nos retrata

En entrevista, el padre Alberto Medel, canciller de la Diócesis de Xochimilco e integrante de la Comisión de Exorcistas de la Arquidiócesis de México, explicó que aunque la Iglesia no es directamente responsable de este tipo de acciones de sus feligreses, sí lo es de forma indirecta, y aseguró que este caso nos ayuda a colocar la mirada en una realidad que nos retrata.

“El hecho de que estos jóvenes no hayan hecho un puente, una relación, entre el sacramento que fueron a celebrar al altar y cómo lo celebraron, no habla de otra cosa sino de la ineficacia que la Iglesia ha tenido para presentar el Evangelio, el Sacramento del Matrimonio y la familia a las nuevas generaciones”,

“A veces -lamentó-, la gente solamente se casa por moda, por costumbre o por otras razones equivocadas”.

Un caso escandaloso

El sacerdote explicó que este caso fue especialmente escandaloso por la temática elegida por los novios para celebrar su Matrimonio, una ideología que tanto daño ha causado a la humanidad; aunque, dijo, hay muchos otros casos menos mediáticos pero igualmente contrarios a la fe cristiana.

“No podemos negar que seguramente otras personas con otro tipo de cosas pudieran realizar cosas similares, semejantes, tal vez menos escandalosas (…) Por ejemplo, algunos después de haber celebrado el Sacramento del Matrimonio, luego van con un sacerdote maya, o hacen una especie de votos de amor ante una imagen de buda u otro tipo de expresiones pseudo religiosas que para los novios tienen cierto significado”.

“Nosotros, los pastores tenemos, parte de responsabilidad, y también los catequistas, desde que los preparamos en la Primera Comunión y la Confirmación a ser testigos de Cristo y para celebrar el Matrimonio como discípulos de Jesús”.

El presbítero aseguró que “si no queremos que nuestros jóvenes banalicen y frivolicen esto que es tan sagrado no es diciéndoles ‘así no se hacen las cosas’. No, tenemos que ir a la raíz, porque esto es una especie de fruto podrido, y si está podrido es porque no está bien nutrido y el problema está en el árbol del que lo estamos arrancando”.

La importancia de la formación

El padre Medel pidió superar este escándalo con una mirada auténticamente crítica y reflexiva, fortaleciendo la formación de los fieles desde la catequesis infantil y juvenil, la preparación para el Matrimonio y también el acompañamiento a los padres de familia que serán los encargados de transmitir a sus hijos el valor y la belleza de la vida matrimonial.

“Ahí es donde debemos centrar la atención, porque esto es, como dice el dicho, ‘para muestra basta un botón’. Esto es una muestra de muchas cosas que pasan y que nosotros no miramos, porque estamos gastando nuestra energía evangelizadora en otra cosa”.

“Porque es más fácil hacer escándalo y hacernos los ofendidos e incluso señalar a los que están ahora en el ojo del huracán, que mirar las causas, atenderlas tomando la responsabilidad que nos toca, y ayudar y orientar a quienes están en una situación similar, para que encaucen sus pensamientos y deseos por caminos de bondad y plenitud de vida”, finalizó.

¿Cómo puedo escuchar la voz de Dios?



Por: Padre Alberto Medel. 

Partamos del hecho de que al orar lo hacemos porque esperamos en algo o en alguien, porque esperamos un bien o porque esperamos algo de aquel a quien le rezamos. Santa Teresa de Jesús, la gran maestra de la oración, la define como “el diálogo de amor con quien sabemos nos ama”. En una definición tan simple y a la vez profunda encontramos luz para aprender a orar con esperanza.

1. “Diálogo”, dice santa Teresa, y el diálogo se da entre dos, es un simple ejercicio de comunicación que implica hablar, escuchar, responder, comprender, atender. Si no hay estos elementos, no hay diálogo, es más bien un monólogo, uno que se habla a sí mismo, aunque aparentemente dos estén platicando. Sucede en una pelea, los litigantes se dicen cosas, discrepan, pero como no se escuchan, defienden cerradamente sus puntos de vista y llegan a grados tales como la ofensa y la descalificación. En un diálogo, aunque haya discrepancia en los puntos de vista, el escuchar al otro, el tratar de entender al otro, me abre a la oportunidad de comprender, de ceder, de “ponerme en sus zapatos” y entonces de enriquecerme y de abrirme al acuerdo y a la concordia.

2.- “…de amor” un verdadero diálogo es un acto de amor, porque en el diálogo hay confianza en el otro, hay apertura, hay generosidad; el siempre hecho de disponerme a escuchar es en sí un acto de amor.

3.- “… con quien sabemos nos ama”: En este caso, este diálogo de amor se abre naturalmente al experimentar el amor del otro, dialogar con quien sabemos que nos ama tiene como antecedentes la confianza, la seguridad, la franqueza, la honestidad y, hasta cierto punto, el acuerdo previo, es decir, la disposición de comprendernos y de entrar en comunión.  Pues bien, esto es la oración, cada uno de nosotros ante Dios, hablando con confianza, con honestidad, con apertura, experimentando ante todo su escucha atenta, su “ponerse en nuestros zapatos”. Pero, si es un diálogo, lo mismo se dice al revés, es decir, que Dios espera de nosotros la misma actitud de escucha, de confianza, de honestidad, de apertura y de amor.

La esperanza, como virtud cristiana, tiene como objeto a Dios mismo y, por lo tanto, a su Palabra, nosotros no esperamos en la suerte, ni en el “a ver qué pasa”, ni en “una moneda lanzada al aire y a ver de qué lado cae”, mucha gente así “espera en Dios”, como deseando que Dios “amanezca de buenas” y me conceda lo que le pido, o, “a ver si Dios se decide a responderme”.

Estas formas de pensar que se traducen en una forma de orar, no son oración, porque se va a Dios como en un monólogo, a hablar y a expresar sin importar lo que Dios tenga que decir.  Dios es nuestra esperanza, los cristianos ponemos nuestra esperanza en Él y, si bien tenemos que ir a exponerle a Dios todo lo que tenemos en el corazón y descargar en Él todo lo que necesitamos, también tenemos que orar escuchando lo que Él nos quiere decir, lo que Él “opina” de lo que le estamos diciendo y, más bien, lo que Él espera de nosotros en lo que le estamos pidiendo. Sólo cuando vamos a Él con esta apertura dialogal, es cuando hacemos verdadera oración y nos abrimos a la esperanza cierta.

Ahora bien, falta un pequeño detalle: ¿cómo escuchar la voz de Dios? ¿Tengo que esperar a una revelación particular, a un signo especial, a una vocecita interior que me diga “haz así…”?  NO, y si oyes voces que te dicen lo que tienes que hacer… corre a un psiquiatra.

Si Dios es nuestra esperanza, tenemos que ir a la Palabra de Dios que es Jesucristo y su Evangelio, allí está lo que Dios espera de nosotros y lo que nosotros hemos de esperar en Él, allí está lo que quiere decirnos y en lo que hemos de confiar.

Orar con esperanza es, entonces, abrirnos confiadamente a Dios que nos escucha con amor, que le gusta oír lo que le tenemos que decir, con nuestras palabras y con nuestros modos, a descargar todo lo que tenemos en el corazón, aunque parezca absurdo, pero también, a escucharlo a Él, a dejarnos iluminar por su Palabra, a dejarnos guiar por su luz, a confiar que el inmenso amor que ya nos mostró en su Hijo Jesucristo quiere que se haga presente en lo que nos preocupa y nos duele.

Orar con esperanza es dialogar con un Dios que cumple lo que promete y no más que eso, y que nos dará cuanto conviene y nos ayudará a comprender lo que nos parece oscuro si nos dejamos iluminar por Él. Orar con esperanza es, finalmente, tener la certeza de saberme escuchado y de saber escuchar al que todo lo sabe y todo lo puede.

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