Oración para suplicar por lluvias abundantes


Oración para pedir por las lluvias

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Oh Señor, Dios misericordioso y amoroso,

en tu bondad infinita, te pedimos que escuches nuestras súplicas.


Contemplamos el cielo ardiente y sentimos el peso del dolor que nos causa la sequía, anhelamos la frescura de tu lluvia, la lluvia que alivia la sed de la tierra

y restaura la esperanza en nuestros corazones cansados.

 

Padre celestial, tú que controlas los vientos y las nubes, te rogamos que envíes tu bendición sobre nosotros en este tiempo de angustia.


Que tus gotas de agua caigan suavemente sobre la tierra reseca y agrietada, que empapen los campos sedientos y revivan la vida dormida que yace bajo el yugo de la aridez.

 

En tu Palabra, nos enseñas sobre tu providencia y cuidado amoroso. Recuerda, Señor, tus promesas de sustento y renovación. En el Salmo 147, versículo 8, nos revelas: "Él cubre el cielo de nubes, prepara la lluvia para la tierra y hace crecer la hierba en las montañas".


Confiados en tu fidelidad, clamamos por tu poder para transformar la sequedad en fecundidad, el dolor en alegría.

 

Padre compasivo, mira con ternura a tu pueblo afligido por la falta de lluvia. Socórrenos en nuestra necesidad, envíanos el agua que tanto necesitamos. Que tu gracia, como la lluvia que cae del cielo, empape nuestras almas sedientas de tu amor y renueve la tierra que cultivamos con nuestras manos.

 

María, madre amorosa, tú que conoces el sufrimiento y la esperanza, intercede por nosotros ante tu Hijo, Jesús, quien calma las tormentas y hace brotar manantiales en el desierto. Presenta nuestras súplicas ante el trono de Dios, y ruega por nosotros en estos momentos de desolación.

 

Oh Dios, escucha nuestra oración y atiende nuestras súplicas con misericordia. Que tu voluntad soberana se cumpla, y que en tu tiempo y tu manera, la lluvia caiga abundantemente sobre nosotros, trayendo consigo la esperanza y la renovación.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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Que esta oración sea un recordatorio de nuestra total dependencia de Dios y de nuestra confianza en su amor y providencia. En tiempos de sequía y desesperación, mantengamos viva la llama de la esperanza, sabiendo que en Dios encontramos consuelo y fortaleza.


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