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¿Por qué judíos y musulmanes no comen carne de cerdo y los cristianos sí?


La distinción en las dietas entre judíos, musulmanes y cristianos tiene profundas raíces históricas y religiosas en las tres tradiciones abrahámicas, y entenderlas puede arrojar luz sobre por qué estas prácticas han perdurado a lo largo de los siglos.

Para comprender esta diferencia, primero debemos remontarnos a las Sagradas Escrituras. En el Antiguo Testamento de la Biblia, específicamente en el libro de Levítico, encontramos una lista detallada de los animales considerados puros e impuros para el consumo humano según la ley judía. El cerdo se menciona como un animal impuro y, por lo tanto, no apto para el consumo según las leyes dietéticas judías. En Levítico 11, 7-8 se establece: "El cerdo es impuro para ustedes, porque tiene pezuñas pero no rumia. No podrás comer su carne ni tocar su cadáver. De todos los animales del agua, podrán comer estos: los que tienen aletas y escamas, tanto en el mar como en los ríos".

Esta prohibición se basa en razones tanto religiosas como sanitarias en la tradición judía. Desde un punto de vista religioso, obedecer las leyes dietéticas es una expresión de obediencia a Dios y un acto de santidad. Desde el punto de vista sanitario, en una época en que no existían los métodos modernos de refrigeración y conservación de alimentos, ciertos tipos de carne podían representar un mayor riesgo para la salud si no se preparaban y cocinaban adecuadamente. Por lo tanto, estas leyes también tenían un componente de protección para la salud de la comunidad.

En el caso del islam, las restricciones dietéticas están delineadas en el Corán, el libro sagrado de los musulmanes. En el Corán, específicamente en la sura 6:145, se establece: "Di: No hallo en lo que me ha sido revelado ninguna prohibición que impida a los comensales comer nada sino la carne de animal que haya muerto por sí mismo, o la sangre derramada, o la carne de cerdo, porque es impura".

La prohibición del consumo de carne de cerdo en el islam está arraigada en esta enseñanza del Corán y también se basa en las leyes dietéticas como una forma de obediencia a Dios y de mantener la pureza espiritual y física.

En contraste, el cristianismo no tiene restricciones dietéticas específicas sobre el consumo de carne de cerdo. Esta distinción se puede atribuir a las enseñanzas del Nuevo Testamento, donde Jesús, en el Evangelio de Marcos 7, 18-19, dice: "¿Así que también ustedes son incapaces de entender? -les preguntó-. ¿No comprenden que nada de lo que entra en una persona desde afuera puede hacerla impura? Porque no entra en su corazón, sino en el estómago, y después se elimina".

Esta declaración de Jesús se considera una abolición de las leyes dietéticas judías, incluida la prohibición del consumo de carne de cerdo. Los primeros seguidores de Jesús, muchos de los cuales eran judíos, gradualmente dejaron de observar las leyes dietéticas del Antiguo Testamento en su totalidad. Esto se observa, por ejemplo, en el episodio de la visión de Pedro en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se le dice a Pedro que no llame impuro lo que Dios ha declarado puro (Hechos 10, 15).

Entonces, ¿por qué esta diferencia en las prácticas alimenticias entre las religiones abrahámicas? En última instancia, estas distinciones son parte de las tradiciones y enseñanzas específicas de cada religión. Las leyes dietéticas tienen raíces en las Escrituras y se han transmitido a lo largo de las generaciones como una expresión de obediencia a Dios y de identidad religiosa. Es importante destacar que estas prácticas son específicas de las creencias religiosas y no tienen una base científica o lógica objetiva.

En la actualidad, mientras estas prácticas continúan siendo observadas por muchos judíos y musulmanes como parte de su fe y tradición, los cristianos, en general, no siguen estas restricciones dietéticas específicas. Sin embargo, es esencial abordar estas diferencias con respeto y comprensión mutua. La diversidad en las prácticas religiosas es un recordatorio de la riqueza y la complejidad de las creencias humanas, y debemos aprender a valorar y respetar las tradiciones de los demás, incluso cuando difieren de las nuestras.

En conclusión, queridos hermanos y hermanas, las diferencias en las prácticas alimenticias entre judíos, musulmanes y cristianos se basan en las enseñanzas y las tradiciones específicas de cada religión. Es fundamental recordar que estas prácticas son parte de la identidad religiosa y deben ser respetadas con comprensión y tolerancia. En lugar de enfocarnos en las diferencias, debemos buscar lo que nos une como seres humanos: el amor por Dios y el amor por nuestro prójimo, independientemente de nuestras creencias y prácticas religiosas, aunque claro está, siempre debemos tratar de evangelizar a nuestros hermanos judíos y musulmanes para que reconozcan a Jesús como el único Salvador y Mesías verdadero, pero siempre actuando desde el amor y el respeto. 

Que Dios nos conceda la sabiduría y la humildad para comprender y respetar las creencias de los demás, y que podamos vivir en paz y armonía, valorando la diversidad que enriquece nuestra experiencia humana.

Con amor fraterno,

Padre Ignacio Andrade.

Sacerdote Católico

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