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El Papa rechaza la idea de que los abusos sexuales del clero tengan que ver con el celibato.





El Papa habló de esa plaga de la Iglesia de hoy, los casos de abusos sexuales protagonizados por clérigos, para condenarlos sin paliativos y aclarar que no tienen nada que ver con el celibato sacerdotal.

“Es monstruoso porque el cura y la monja tienen que llevar al niño o niña a Dios, y al abusar de ellos les destrozan la vida”, ha declarado el Papa en la reciente entrevista concedida a CNN Portugal, en referencia a los casos de abusos sexuales por parte de eclesiásticos. “Es monstruoso, está destruyendo vidas”.

“Quiero ser muy claro en esto: el abuso de hombres y mujeres de la Iglesia -abuso de autoridad, abuso de poder y abuso sexual- es una monstruosidad porque el hombre o la mujer de la Iglesia -sea sacerdote o religioso o laico- ha sido llamado a servir y a crear unidad, a contribuir al crecimiento, y el abuso siempre destruye”, dijo. “El maltrato es una trágica realidad de todos los tiempos, pero también de los nuestros.

La solución, advirtió el Papa, no está en abolir el celibato clerical, porque el celibato no tiene nada que ver. “No es el celibato. El abuso es algo destructivo y humanamente diabólico. En las familias no hay celibato y también se da. Así que es simplemente la monstruosidad de un hombre o una mujer de la iglesia, que está enfermo en términos psicológicos o es malévolo, y utiliza su posición para su satisfacción personal. Es diabólico”.

En cuanto a su solución, el Papa recordó que la “Iglesia tomó una decisión después de la «explosión» de Chicago”. Y continúa: “En la época del Cardenal Law fue cuando se produjo la «explosión»: se dio cuenta de ello y empezó a rastrear los casos de abuso. La Iglesia sabe que el 40 y pico por ciento se da en los barrios y en la familia, pero aquí importan los consagrados en la comunidad. Y una cosa que está muy clara es: tolerancia cero. Cero. Un sacerdote no puede seguir siendo sacerdote si es un abusador. No puede. Porque es un enfermo o un criminal, no lo sé. Pero está claro que está enfermo. Es la bajeza humana, ¿no? El sacerdote existe para guiar a los hombres hacia Dios y no para destruir a los hombres en nombre de Dios. Tolerancia cero. Y tiene que seguir siendo así. Sufro con los casos de abuso que me llegan. Sufro, pero hay que afrontarlo”.

Son duras palabras. Y un tanto desconcertantes, porque parece aplicarlas de modo bastante arbitrario. Siendo arzobispo de Buenos Aires defendió al sacerdote Julio César Grassi, que fue condenado y hoy sigue en prisión. También, ya de Papa, negó la culpabilidad del chileno Juan Barros, a quien inicialmente hizo obispo de Osorno, pese a haber sido advertido por el cardenal O’Malley. Más cerca a nuestros días, protegió y dio trabajo en Roma a su compatriota y amigo Gustavo Zanchetta, nombrado por él mismo obispo de Orán, finalmente condenado por acoso sexual.

El último caso es el del obispo de San Diego, Robert McElroy, único norteamericano en la lista de nuevos cardenales nombrados en el reciente consistorio. McElroy ha sido acusado de proteger y cubrir
 los abusos de un sacerdote, Jacob Bertrand, que fue hallado culpable por los tribunales civiles.

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