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ADVERTENCIA DE SAN PABLO

A LOS GÁLATAS: 


QUIEN LES PREDIQUE UN EVANGELIO DISTINTO, "SEA MALDITO" 

Individuos de esa ralea, que recorrían las provincias y las ciudades mercadeando con sus errores, llegaron hasta los Gálatas. Éstos, al escucharlos, experimentaron cierta repugnancia hacia la verdad; rechazaron el maná celestial de la doctrina católica y apostólica y se deleitaron con la sórdida novedad de la herejía. 

La autoridad del Apóstol se manifestó entonces con su más grande severidad: "aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo os predicase un Evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea maldito". 

¿Y por qué dice San Pablo aun cuando nosotros mismos, y no dice ¿aunque yo mismo? 

Porque quiere decir que incluso si Pedro, o Andrés, o Juan, o el Colegio entero de los Apóstoles anunciasen un Evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea maldito. 

Tremendo rigor, con el que, para afirmar la fidelidad a la fe primitiva, no se excluye ni a sí mismo ni a los otros Apóstoles. 

Pero esto no es todo: aunque un ángel del cielo os predicase un Evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema. Gálatas 1,8 

Para salvaguardar la fe entregada una vez para siempre, no le bastó recordar la naturaleza humana, sino que quiso incluir también la excelencia angélica: aunque nosotros -dice- o un ángel del cielo. 

No es que los santos o los ángeles del cielo puedan pecar, sino que es para decir: incluso si sucediese eso que no puede suceder, cualquiera que fuese el que intentase modificar la fe recibida, este tal sea maldito. 

¡Pero quizá el Apóstol escribió estas palabras a la ligera, movido más por un ímpetu pasional humano que por inspiración divina! Continúa, sin embargo, y repite con insistencia y con fuerza la misma idea, para hacer que penetre: "cualquiera que os anuncie un Evangelio diferente del que habéis recibido, sea maldito". 

No dice: si uno os predicara un Evangelio diferente del nuestro, sea bendito, alabado, acogido; sino que dice: sea maldito, es decir, separado, alejado, excluido, con el fin de que el contagio funesto de una oveja infectada no se extienda, con su presencia mortífera, a todo el rebaño inocente de Cristo.


VALOR UNIVERSAL
DE LA ADVERTENCIA PAULINA 

Podría pensarse que estas cosas fueron dichas sólo para los Gálatas. En ese caso, también las demás recomendaciones que se hacen en el resto de la carta serían válidas solamente para los Gálatas. Por ejemplo: "..si vivimos por el Espíritu, procedamos también según el Espíritu. No seamos ambiciosos de vanagloria, provocándonos los unos a los otros y envidiándonos recíprocamente". 

Pues si esto nos parece absurdo, ello quiere decir que esas recomendaciones se dirigen a todos los hombres y no sólo a los Gálatas; tanto los preceptos que se refieren al dogma, como las obligaciones morales, valen para todos indistintamente. Así, pues, igual que a nadie es lícito provocar o envidiar a otro, tampoco a nadie es lícito aceptar un Evangelio diferente del que la Iglesia Católica enseña en todas partes. 

¿Quizá el anatema de Pablo contra quien anunciase un Evangelio diferente del que había sido predicado sólo valía para aquellos tiempos y no para ahora? 

En este caso, también lo que se prescribe en el resto de la carta: "Os digo: proceded según el Espíritu y no satisfaréis los apetitos de la carne", ya no obligaría hoy. 

Si pensar una cosa así es impío y pernicioso, necesariamente hay que concluir que, puesto que los preceptos de orden moral han de ser observados en todos los tiempos, también los que tienen por objeto la inmutabilidad de la fe obligan igualmente en todo tiempo. 

Por consiguiente, anunciar a los cristianos alguna cosa diferente de la doctrina tradicional no era, no es, no será nunca lícito; y siempre fue obligatorio y necesario, como lo es todavía ahora y lo será siempre en el futuro, reprobar a quienes hacen bandera de una doctrina diferente de la recibida.

Así las cosas, ¿habrá alguien tan osado que anuncie una doctrina diferente de la que es anunciada por la Iglesia, o será tan frívolo que abrace otra fe diferente de la que ha recibido de la Iglesia? 

Para todos, siempre, y en todas partes, por medio de sus cartas, se levanta con fuerza y con insistencia el grito de aquel instrumento elegido, de aquel Doctor de Gentes, de aquella campana apostólica, de aquel heraldo del universo, de aquel experto de los cielos: «Si alguien anuncia un nuevo dogma, sea excomulgado».


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